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Más allá de la gloria: “Kokutai” revela al deporte como un festival nacionalista

Justo antes del comienzo de Tokio 2020, el realizador Ryushi Lindsay dialogó con EL DIA sobre su película, que se puede ver en Mubi y muestra las conexiones entre los rituales del béisbol de su país y las ideologías fascistas

Más allá de la gloria: “Kokutai” revela al deporte como un festival nacionalista

Adolescentes ingresan marchando al torneo nacional, una escena de “Kokutai”

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

21 de Julio de 2021 | 04:55
Edición impresa

Un grupo de adolescentes uniformados ingresa a un gran estadio: marchan, con disciplina militar y el rostro adusto. En la tribuna, donde la bandera de Japón flamea alto, sus compañeros de escuela secundaria los alientan, también con gestos ampulosos y coordinados. Los jóvenes no marchan hacia la guerra, sino que ingresan al Koshien, el estadio donde se llevan a cabo los torneos nacionales de béisbol escolar, toda una institución para la cultura japonesa: en “Kokutai”, Ryushi Lindsay toma una cámara y la apunta hacia aquel ritual naturalizado; la distancia le permite revelar su estética fascista, su gestualidad y las ideas encarnadas detrás de ella.

El cortometraje de Lindsay aterrizó este mes en la plataforma Mubi, como parte de un programa de películas deportivas en el marco del mes de los Juegos Olímpicos, que comienzan el viernes en Japón (en rigor, comenzaron ayer, con un partido de softbol que se adelantó): el filme llega justo a tiempo para recordar que el deporte moderno, y los Juegos Olímpicos, una de sus instituciones ejemplares, no son solamente los valores que dicen promover: también han sabido ser a lo largo de la historia un despliegue nacionalista, escenario de guerras simbólicas, “la guerra por otros medios”.

La advertencia llega justo desde Japón, nada menos, que por segunda vez es sede de unos “Juegos del renacimiento”. Tokio 2020 fue imaginado como un evento simbólico para mostrar una Japón recuperada tras la tragedia de Fukushima (de hecho, en ese escenario comenzaron ayer las actividades), y esa narrativa se la apropió el Comité Olímpico Internacional más tarde, ante la pandemia, enalteciendo la postergada edición de la cita olímpica como una muestra ante el mundo de que la humanidad ha prevalecido, un canto de esperanza. Algo similar había ocurrido casi seis décadas antes: Tokio, que debió ser sede en 1940, cuando todavía era un imperio orgullosamente nacionalista y militarista (la edición se suspendió por la Segunda Guerra Mundial), fue la casa de los Juegos de 1964, en la que quiso mostrarse frente al mundo como un país que renacía tras los estragos de la guerra, una nación interesada en reunirse otra vez al concierto mundial. Con ese objetivo contrataron al cineasta Kon Ichikawa para retratar de forma idealizada los Juegos: el realizador no les hizo mucho caso, y filmó una película de tres horas donde retrató la crudeza y el dolor de la contienda deportiva, salpicada por algunos momentos de alegría y alivio. Y con algunas instancias de humor irónico, como cuando contrapone las imágenes de la sagrada marcha de atletas de la ceremonia inaugural con las del público haciendo fila para ir al baño.

Algo de la musicalización ominosa de Ichikawa en su obra, también algunas ideas desacralizadas del deporte, aparecen en “Kokutai”: nacido y criado en el Reino Unido, de madre japonesa y padre británico, Lindsay pasó muchos de sus veranos en Japón, país al que se mudó tras graduarse de la universidad, y también es ambivalente respecto al deporte, y al sagrado torneo escolar de verano en particular.

“Tengo que admitir que amo el béisbol japonés”, cuenta, en diálogo con EL DIA, y recuerdo cómo los veranos en Japón, viendo a su abuela mirar el torneo nacional de béisbol todos los días, dejó “una huella profunda en mi”.

Lindsay explica cómo el torneo de verano entre escuelas es un fenómeno longevo y significativo en la cultura japonesa. No por nada, su retrato del fenómeno lleva el título “Kokutai”: la palabra podría traducirse como “identidad nacional”, pero, explica Lindsay, es en realidad “un término difícil de definir: hay mucho entretejido en la noción”. Kokutai, sigue, “es una ideología política que proviene de la década del 30”, que piensa a “la nación como un solo cuerpo, unida bajo el emperador patriarca”. Una idea encarnada en la cultura y en los cuerpos, en esos cuerpos que marchan como yendo a la guerra, porque esa idea se transmite también a través del deporte. Y de sus narrativas: el público occidental ha accedido a través del anime y el manga a una ventana al mundo deportivo japonés, y descubierto en esas exitosas sagas (desde “Supercampeones” a “Slam Dunk”) “una celebración de proeza deportiva, pero también de esta idea de sacrificio, de empujar los cuerpos al límite: el lenguaje con que lo narramos así lo refleja, mezcla sangre, sudor, barro”, dice el realizador británico-japonés.

Otro rostro del deporte

“Kokutai” muestra otro rostro del deporte japonés. Uno que se le apareció a Lindsay camino a su antiguo trabajo: “Trabajaba cerca del Parlamento japonés, y todos los días, al pasar caminando, el edificio me generaba cierto pavor: identificaba allí algunos elementos en la arquitectura que se remontan a la arquitectura fascista europea de la década del 30. Así que comencé pensando hacer una película sobre eso, que se transformó en una película de tres partes: una sobre el Parlamento, otra sobre Hachiko (el mito del perro leal que esperó a su amo hasta morir), y una tercera parte dedicada al béisbol de escuelas secundarias, buscando elementos en la sociedad contemporánea japonesa que me recordaran ideas y estéticas fascistas”.

Las primeras dos partes no terminaron de funcionar; la del béisbol, en cambio, le entregó “mucho más de lo que esperaba”. “Lo había visto por televisión, había investigado, pero cuando fui a rodar al estadio, sentí la excitación de la multitud, vi ese nivel de espectáculo… me cuesta describirlo. Fue una experiencia abrumadora, perturbadora. Y es muy seductora, a la vez”.

Ese efecto del deporte sobre las masas “es algo que considero a menudo. No soy inmune a la seducción de alentar al equipo del país de uno, tiene un magnetismo muy importante, y yo también me siento atrapado por ello”, explica, y cuenta que ya vivió un Juego Olímpico en su casa, en Londres 2012. “Muchos recuerdan a Londres 2012 como el último momento de unidad para Gran Bretaña. Yo recuerdo que fueron muy excitantes, y creo que sería muy difícil resistirme a alentar a un equipo japonés aquí en Tokio”, reconoce.

Pero por eso es que “quise hacer la película: para confrontar esos sentimientos, para mostrar cómo el deporte nos hace sentir, cómo nos hace pensar, sin que nos demos cuenta”. Lindsay cita a George Orwell, quien definió el deporte como “la guerra sin los disparos”, “una orgía de odio” que solo azuza el nacionalismo: “La idea de que el deporte une diferentes naciones es falsa, al final nos termina enfrentando unos a otros”, afirma el director de “Kokutai”.

El deporte, desde ya, no es una sola cosa, afirma, pero este aspecto parece difícil de soslayar: “Ya hemos visto cómo el deporte es utilizado para alimentar las llamas del nacionalismo, desde Berlín 36”, lanza, citando los Juegos Olímpicos que fueron capturados para el cine por Leni Riefenstahl en la indispensable “Olimpia”. “Una referencia muy consciente” a la hora de pensar “Kokutai”, dice Lindsay. La estética de Riefenstahl, encargada de ensalzar los Juegos nazis, encarna esa contradicción en torno al deporte que señala el director: es magnética, preciosa y poderosa, y a la vez fanática, peligrosa.

 

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