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Una argentina en Suiza: se fue por tres meses, se quedó veinte años y es la estrella de los funerales

Además de escritora y artista plástica, Karina Salazar es una soprano que canta en los servicios fúnebres de un país al que llegó por amor y en el que encontró sus vocaciones

Una argentina en Suiza: se fue por tres meses, se quedó veinte años y es la estrella de los funerales

Karina Salazar se fue del país en 1999 y nunca regresó: en suiza se convirtió en soprano, escritora y artista plástica

22 de Junio de 2022 | 03:44
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Se fue por amor hace 23 años a Suiza y, aunque ese amor se terminó 10 años después, nunca regresó. Karina Salazar es una de las tantas argentinas que viven en diferentes partes del mundo, sin embargo, su historia particular, la de una emprendedora que con tiempo y dinero suficiente descubrió sus vocaciones, es digna de una película que bien podría llamarse “la soprano que canta en los funerales de Zurich” pero que también escribe, pinta y es una experta en vinos.

Corría 1999 y Karina, nacida en San Telmo, se dedicaba a la organización de bodas “cuando nadie todavía sabía muy bien lo que era una wedding planner”, dice, entre risas, en diálogo con EL DIA, a través de una llamada por WhatsApp, ella al filo de la medianoche de un jueves, por acá promediando la tarde.

En esa época, cuando Internet era un objeto casi preciado, y se hacía honor a su uso en los cibercafés, Karina estudiaba alemán y, como se estilaba, frecuentaba los “rooms de chats” para practicar el idioma con gente que vivía en Alemania, Austria y Suiza. “Y así fue que lo conocí a mi marido, chateando”, cuenta, y enseguida se corrige: “A mi ex marido”. Porque ahora, Karina, va por otra “administración”, en este momento con un francés con el que vive junto a sus dos gatitos. Pero esa es otra historia.

El romance con el suizo que se inició en la virtualidad pronto tomó ribetes más serios y presenciales. Charla va, charla viene, el suizo vino a este país, donde tenía amigos y conocidos, “y la verdad es que congeniamos” y la pareja se consolidó. A los seis meses de ese primer encuentro, Karina quedó en que viajaría para visitarlo, una visita que debía terminar en tres meses (con boletos de vuelta programados) pero que terminó durando hasta la actualidad. En el medio, una vida aventurada que la llevó a tener mil emprendimientos, desde la escritura a las artes plásticas, pasando a su faceta con los vinos. Pero ya llegaremos ahí.

Casada en país nuevo

A los meses de su arribo a Lucerna -la ciudad que la recibió por primera vez-, su ex le propuso casamiento. No sintió, en aquel entonces, el desarraigo ni la soledad porque “yo estaba muy arropada por la familia de él, y a pesar de que todo el mundo dice que los suizos son fríos, la familia era excelente, me mataba de risa y eran muy buena gente, protectora”, admite Karina. Lo que sí le pesó, confiesa, es el hecho de pasar de vivir en una ciudad gigante, como Buenos Aires, a mudarse a un país que es “un pueblito, casi como Salta, muy chiquito”. Pero se adaptó rápido.

“Por esa cosa latina que todos tenemos, a los meses yo ya tenía seis alumnos a los que les daba clases de español. Puse cartelitos en los bares y así empecé”, recuerda sobre cómo comenzó su entrada en el sistema laboral suizo en el que, gracias al permiso que consiguió tras casarse, pudo conseguir varios trabajos formales: fue asistente en una trading española, trabajó en un banco y llegó a ser gerente administrativa y de marketing de una financiera. ¿Y el canto? Ahora llega.

“Lo que tenés acá es mucho tiempo. Con un solo laburo, si tenés estudios, te alcanza y te sobra porque te pagan muy bien. Algunos con el tiempo libre miran la tele y otros hacen deporte: yo elegí ponerme a estudiar”, asegura, divertida Karina que aprovechó sus horas muertas para tomar clases de canto y, ayudada por una “intuición” para la música innata, al mes ya estaba cantando con público. Su única experiencia había sido su participación en un coro de iglesia cuando todavía vivía en San Telmo.

Claro que en la profesionalización de su canto la ayudaron varios maestros, algunos suizos y otros del Colón, con los que se formó intensivamente durante un año sabático que se tomó a los diez años de su arribo a Suiza, que coincidió con el divorcio de su primer marido. Tras volver de Argentina, renunció a la financiera y empezó a hacer conciertos, y los “clientes que me habían contratado para eventos normales, me empezaron a contratar para otro tipo de eventos, como funerales”, tira Karina, dando paso a una historia de vida fascinante.

“Yo el primer shock cultural lo tuve al mes de venir a vivir a Suiza porque se murió una tía de mi ex. Fuimos a la iglesia, se hizo el servicio y cuando todos la despedían en el cementerio, que está al lado de la iglesia, empezaron a decir ‘bueno, vamos a comer’ y fuimos todos a un restaurante y yo miraba: entrada, plato principal, postre, la gente hablando como si nada y pensaba que si fuera mi tía a mí no me pasaría ni un café’”, relata Karina sobre cómo fue su bautismo cultural en relación a la muerte en aquel país lejano pero que la ayudó a no espantarse cuando le pidieron cantar en un funeral.

Sobre esos eventos cuenta que elige el repertorio según los gustos del difunto que, muchas veces, deja detallado en su testamento. Y si no hay especificaciones, consulta a sus familiares sobre sus gustos musicales para preparar algo especial. Tras cada evento, Karina se queda con la misma sensación: “la gente no se va triste, se va alegre”, algo que tiene que ver con la forma en la que se vive allá la muerte.

“Pero te quiero aclarar que también canto en casamientos”, advierte, carcajada de por medio Karina, y empieza a enumerar sus otros emprendimientos esta mujer que, al filo de los cincuenta, parece haber vivido varias vidas en una sola.

“En Suiza tenés mucho tiempo libre. Con un solo laburo, te alcanza y te sobra porque te pagan muy bien. Algunos miran la tele y otros hacen deporte: yo elegí ponerme a estudiar”

Karina Salazar,
Cantante, escritora y artista

 

Apasionada del vino, y con su alma de organizadora de eventos siempre latente, Karina -para ese entonces otra vez soltera- comenzó a planificar degustaciones de vinos a las que acompañaba con música. “Si eran vinos alemanes, cantaba arias de ‘La Flauta Mágica’, por ejemplo”, repasa esta inquieta mujer que, no conforme con que sus eventos en poco tiempo se convirtieron en un éxito, se puso a estudiar algo relacionado con la enología (cursos WSET) en Londres -donde llegó a vivir durante dos años a lo largo de estos 23- con lo que sus catas se fueron profesionalizando al tiempo que sumaba atractivos no sólo de música sino también de artes plásticas, su otra pasión en la que recién ahora se está formando pero que, de todos modos, ya la ha llevado a exponer en importantes salones bajo la firma de Painting Queen, su nombre artístico. Pero hay más.

CUMPLIR UN SUEÑO

“De Mendoza con Amor”, que nació a partir de sus experiencias con los vinos en Suiza, en donde es la Presidenta de la Asociación Amigos del Vino argentino, es el nombre del primer libro que escribió y con el que cumplió un sueño que tenía desde tercer grado cuando ganó un concurso de escritura. Ávida lectora, siempre supo que algún día iba a dedicarse a esto y, con tiempo suficiente, empezó también a escribir. Desde entonces, lleva publicados una decena de libros de diferentes géneros y temáticas, incluso infantiles, como “Cuarentena en la granja” que, publicado mucho antes de que el COVID-19 hiciera su gran entrada triunfal en la humanidad, Karina hablaba de virus, contagios y aislamientos pero con un mensaje más alentador, inclusivo y esperanzador de lo que hemos visto ahora con la crisis sanitaria. Sus publicaciones, disponibles en el país karina-salazar.com, están traducidas y también se pueden conseguir en el país.

Enfocada ahora en la escritura de una novela histórica que presentará en un concurso organizado por Amazon, Karina apura su producción artística -que se mueve entre lo abstracto y lo figurativo- para una exhibición pautada para agosto; y espera con mucha ansiedad su regreso a Argentina, en octubre, para presentar su último libro y, quizás, organizar algún evento cultural para mostrar su faceta musical, en una boda o en un funeral, ¿por qué no?

 

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