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Séptimo Día |DOS MUJERES: ISABEL ALLENDE Y ANAÏS NIN

Drogas, sexo, alcohol, los oasis en el desierto de los escritores

Hobbies, deportes y pasatiempos de poetas y novelistas. Los casos de Sábato, Arlt, Bioy Casares, Borges, Cortázar y Mujica Lainez. Las proezas de Lord Byron, en el agua y en las alcobas

Drogas, sexo, alcohol, los oasis en el desierto de los escritores

El escritor, crítico de arte y periodista Manuel Mujica Lainez / web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

17 de Julio de 2022 | 05:38
Edición impresa

Drogas, sexo, alcohol, juego, las adicciones y vivencias fuertes acompañaron y acompañan a no pocos escritores que acuden a ellas, por lo general, buscando sedantes para su tarea esencial y obsesiva. Horas y horas de leer en pantallas o en libros de papel. Horas y horas enhebrando ideas, corrigiendo el estilo, apartándose de la llamada vida real, maldiciéndose. Una vida entera buscando bellezas o verdades, para tratar de convertir esa materia indecible en palabras.

Pero no siempre son esas las adicciones. También existen los hobbies, los deportes, los oficios, la exploración de otras variantes creativas o recreativas. Cuando ya quedaba poco hilo en el carretel de la vida de Ernesto Sábato, cuando sus ojos declinaron y avanzaba la ceguera, el autor de “Sobre héroes y tumbas” buscó una puerta de salida en la pintura.

“No hay desnudez más auténtica y terrible que esta expresión artística”, dijo Sábato. La pintura le permitía moverse con trazos grandes y visibles aún. Las letras siempre pequeñas, en cambio, se le habían vuelto esquivas, directamente invisibles.

La pintura, decía, formaba parte de sus “vocaciones primitivas” y a ella fue volviendo desde 1979 cuando le diagnosticaron una seria enfermedad en sus ojos. “Desde ese momento tuve una enorme alegría porque no podía hacer otra cosa que la pintura, el tamaño me lo permitía. Y así estoy terminando mi vida, volviendo a mi pasión de la infancia...”

Para liberarse de a ratos de su gigantesca pujanza creativa, otro Ernesto -Hemingway- se dedicó a la pesca de tiburones, a los safaris en Africa, al sangriento griterío de las plazas de toros, al alcohol y a las mujeres. Fue un cultor de pasiones fuertes.

Existen, claro, relaciones menos excitantes. Por ejemplo, las de Roberto Arlt, que se vio obligado a buscar cualquier tipo de trabajo para tratar de financiar al escritor que llevaba en su interior. Era hijo de padre prusiano y madre austrohúngara, los dos inmigrantes llegados a Puerto Nuevo sin más patrimonio que sus ansias de ganarse el pan. En la humilde casa de los Arlt, ubicada en el barrio de Flores, se hablaba en alemán.

Anaïs Nin / Web

A los ocho años lo habían expulsado de la escuela y a partir de allí se fue inventando trabajosamente. Fue ayudante en una biblioteca, pintor de brocha gorda, mecánico, soldador, trabajador portuario y capataz en una fábrica de ladrillos. Hasta que Arlt se jugó el resto por el periodismo, por la literatura, y a partir de allí escribió a toda hora hasta el punto final.

Un escritor no es un robot que se sienta frente a una pantalla o un cuaderno y allí produce un fenómeno denominado literatura. Además de aprender, de leer mucho, de tener disciplina y talento para el oficio, necesita abrir las puertas que dan a la vida, hundirse y lastimarse en cualquier lugar, real o imaginario, y explorar. En esa búsqueda que será obsesiva estará para siempre, completamente solo. A su alrededor, las pasiones del mundo son como un oasis en el desierto.

VIDA DE DEPORTISTA

“Mi vida es la de un deportista”, dijo alguna vez un ya maduro Adolfo Bioy Casares. De una familia acomodada, residente en Posadas al 1600, a metros de la preciada Recoleta, el escritor porteño nunca ocultó su afición por varios deportes: el fútbol, el rugby y el tenis en primer lugar.

“El deporte es una parte muy importante de mi vida. Me arrepiento bastante de haberlo dejado. Lo que no soy es un espectador; soy jugador. Fui centreforward como futbolista; jugué al rugby como tres cuartos; he sido bueno en los 100 metros llanos y en salto en alto...”

En el tenis además de jugar fue dirigente del Buenos Aires Lawn Tenis Club, pero amó más la cancha “Claro, lo jugué durante muchos años. Fui campeón de menores de 18 años de Buenos Aires. Jugué con buenos tenistas, por ejemplo Willy Robson, que había sido campeón sudamericano. El tenis era lo que más me gustaba, pero fui un entusiasta jugador mediocre”.

“Quiero bailar. Quiero conocer a gente perversa, llegar a la intimidad de ellos”

 

Contó, además, que compitió contra Carlos Menditeguy y Américo Héctor Cataruzza, este último ganador de muchos torneos. También se convirtió en entrenador de Felisa Piedrola, una mujer que intentó arrebatarle el liderazgo a la campeona que fue Mary Terán de Weiss. En una entrevista, Bioy se lamentó por no haber escrito ninguna novela sobre este deporte, aún cuando describió aquella inolvidable escena en “La invención de Morel”, de dos tenistas enfrentándose que, en realidad, son hologramas. El boxeo fue una pasión para Julio Cortázar, cuya obra contiene semblanzas inolvidables sobre dos ídolos del box argentino: Luis Angel Firpo y Justo Suárez. En cambio, en “La vuelta al día en 80 mundos” califica casi como un monigote al entonces encumbrado Cassius Clay, después Mohamed Alí. Entre sus admirados está Nicolino Locche.

El poeta inglés Lord Byron fue gran nadador, al que se considera como precursor de la natación de larga distancia, en aguas abiertas. En 1810 cruzó en una hora los casi dos mil metros de agua correntosa del estrecho de Dardanelos, para repetir la hazaña del poeta ateniense Leandro que nadaba todos los días desde Abydois a Sestos para ver a la sacerdotisa Hero, su amada. En otra oportunidad, compitió y ganó una maratón náutica nadando desde la isla de Lido hasta un punto lejano de Venecia. Tardó más de cuatro horas y todos sus rivales abandonaron.

Ernesto Sábato / web

Y ya que se anda cerca de Venecia, a Byron se le atribuye también una suerte de récord amatorio conquistado en la ciudad de los canales: se dice que en un año habría tenido relaciones sexuales con 250 mujeres.

El infaltable Borges, lejano a todo deporte, alguna vez respondió en una entrevista: “En cuanto al alcoholismo, no lo entiendo; esperemos que desaparezca junto con las drogas. Yo con las drogas he tenido no sé si buena o mala suerte; he ensayado la cocaína tres veces seguidas y me di cuenta de que era lo mismo que tomar pastillas de menta…”. Esa prueba habría ocurrido en su juventud, allá por la década del 30 cuando escribía para Crítica.

En su libro “Borges”, Bioy cuenta una anécdota posterior, que corresponde a 1964, en la que se encuentra en Mar del Plata con su amigo desanimado, decaído. Y aparece la misma cita, en la que admite haber probado marihuana y haber fracasado. Borges agrega: “Y cocaína también, dos veces, y también fracasé. No sentí nada. Entonces volví a las pastillas de menta”.

MUJERES Y MANUCHO

Escritoras mujeres atraídas por adicciones o pasatiempos tampoco faltan. Una de ellas es la exitosa chilena Isabel Allende. Tal como se publicó en una nota publicada en este diario, Allende dijo que había consumido marihuana y éxtasis.

“Seguro, probé éxtasis y marihuana”, respondió la escritora a la pregunta de su relación con las drogas: “Cuando una llega a mi edad ya lo ha probado todo”, agregó la autora de “La casa de los espíritus”, en el marco de la promoción de su entonces última novela, “El cuaderno de Maya”.

Hemingway fue un cultor de fuertes pasiones, el alcohol y las mujeres

 

Según Allende, consumir drogas es “algo que muchos han hecho en su vida sin por eso transformarse en adictos”.

Otra escritora mujer que probó la vida a fondo y no dejó nada sin experimentar fue Anaís Nin, la escritora estadounidense que vivió a lo largo del siglo pasado, que fue bígama, adicta al alcohol y a toda sustancia excitante: “Quiero bailar. Quiero drogas. Quiero conocer a gente perversa, llegar a la intimidad de ellos. Nunca miro los rostros ingenuos. Quiero morder la vida”, dijo alguna vez la hiperlúcida Anaïs.

Pero corresponde volver a la Argentina y detenerse en un escritor que logró resistir el peso de una fama frívola, Manucho Mujica Lainez. Además de escribir libros que perduran, en vida mantuvo varias adicciones. Alguna de ellas, inocua, como la de tratar de no estar solo. “Para mí, la soledad no es buena”, decía.

Julio Silva y Julio Cortázar / Web

Así que uno de los hobbies principales de Mujica era organizar fiestas. Fiestas de alcurnia, de gente vestida como para ir al Colón, uno de sus lugares predilectos y en donde estrenó su ópera “Bomarzo”.

Otro entretenimiento de Manucho era la ironía. Moría por encontrar frases ingeniosas y cuando encontraba una, no dudaba en decirla sin preocuparse por los efectos que pudiera causar. Se sabe que además de casado, Mujica Láinez era homosexual, apasionado a los jóvenes. En una oportunidad, se encontró con un amigo suyo –también homosexual- que venía acompañado por un joven. El amigo le dijo “te presento a mi sobrino”. Se asegura, Manucho le habría contestado: “Sí, lo conozco. El año pasado fue mi sobrino”.

 

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