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Séptimo Día |LA PRODUCCIÓN EN LA PLATA

El auge de la cerveza en lo que va de este siglo

La relación de la literatura con esta bebida, que hoy encabeza el ranking del consumo de alcohol en el mundo. Su historia en Egipto, Grecia y Roma. Su llegada a la Argentina y la elaboración artesanal

El auge de la cerveza en lo que va de este siglo

Los locales que expenden cerveza proliferan en la ciudad / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

5 de Febrero de 2023 | 06:14
Edición impresa

“¿Qué importa si el tiempo avanza? Hoy beberás cerveza”, escribió el estadounidense Edgar Allan Poe. Antes que él, Shakespeare había ofrecido esta suerte de información útil: “la mejor cerveza está donde van a beber los monjes”.

Pero el novelista más cervecero de todos sería el británico Charles Dickens, que dejó referencias sobre las marcas más populares en el siglo XIX, el nombre de las dinastías de empresarios de esa bebida y el de los locales de Londres más concurridos en aquella época victoriana. A Dickens se lo denominó como “el novelista de las posadas, tabernas y pubs”

Otro de los grandes escritores de esta bebida, el alemán Charles Bukowski escribió un poema que empieza así: “«No sé cuántas botellas de cerveza consumí mientras esperaba que las cosas mejoraran/ No sé cuánto vino, whisky y cerveza, principalmente cerveza consumí después de haber roto con una mujer esperando que el teléfono sonara, esperando el sonido de sus pasos,/ y el teléfono no suena”.

Sí, claro, la literatura y la cerveza fueron y son socios desde hace 4 mil años a.C., porque en esa remota posteridad nació la bebida. Hace más de seis mil años se escribieron, en una serie de pequeñas tablas de cerámica en Mesopotamia (actual Irak), textos que dan nota de un tipo de bebida que se obtenía de granos de cereal “que hace la vida feliz y el corazón gozoso”.

Los sajones –ingleses, irlandeses, galeses- y los germanos fueron los grandes productores y consumidores de cerveza, Los sajones bailaron y cantaron, y lo siguen haciendo en estos días, golpeando con sus vasos las pesadas mesas de madera, siempre felices para pelear el combate de la vida. En la pasada y actual Alemania la cerveza ha sido menos tumultuosa y existencialista, más pensativa, pero igualmente insaciable.

Los gauchos de nuestra corta historia fueron más adictos a la caña, a la “giniebra” y a las “mamajuanas”, se supone que de vino. Después de ellos, a fines del siglo XIX llegarían como inmigrantes miles de irlandeses e ingleses para escandalizar las pulperías con la nostalgia británica de los pubs y más acá, mucho más acá, los jóvenes argentinos se volverían, sobre todo los fines de semana, adictos de esa bebida que los llena de frescura y gozo.

Charles Bukowski le dedicó un poema a la cerveza / Web

HISTORIA

Bebida fresca y espumosa, con más de seis mil años de variedades de acuerdo al insumo empleado. En nuestro país sus principales ingredientes son cebada, lúpulo, levadura y agua, aún cuando en China se usa el trigo, en Rusia el centeno y en Japón el arroz (y de aquí surge el sake, considerado la cerveza oriental más antigua).

Se dice que la cerveza más pretérita proviene de Egipto: allí alguien habrá mezclado sin querer y sin saber agua del Nilo con cereales y así nació la bebida que hoy lidera el consumo de alcohol en el mundo. En el antiguo Egipto la llamaron “zythum” y lo cierto es que mientras el vino era para las clases altas, la cerveza era para el pueblo.

Este fenómeno se repetiría en la Argentina hasta no hace mucho. Aún peina canas y anda por la vida mucha gente que recuerda cuando la cerveza era un suerte de bebida casi marginal, de escaso consumo, con la excepción de los irlandeses e ingleses llegados a la Argentina que siempre la trataron con entusiasmo y devoción.

Un jingle publicitario de los 50 machacaba con su musiquita que “venga del aire o del sol, del vino o de la cerveza, cualquier dolor de cabeza, se cura con un Geniol”. Y allá por los 60 un recién iniciado Palito Ortega entonaba una no recomendable canción sobre la “chevecha”.

 

En nuestro país sus principales ingredientes son cebada, lúpulo, levadura y agua

 

Los griegos ya habían asimilado las técnicas de elaboración de la cerveza utilizada en Egipto y de allí aprendieron los romanos, a quienes en realidad se les debe el origen etimológico del nombre de la bebida. La llamaron “cerevisia”, en honor a Ceres, diosa de la agricultura. La vida de los emperadores, senadores, centuriones y gladiadores también se volvió más feliz y sus corazones más gozosos cuando bebían cerveza. Las mujeres le escapaban un poco, para cuidar sus siluetas.

En cuanto a nuestro país, la cerveza comenzó a circular ya en la época colonial, aún cuando siempre anduvo subordinada al vino. Eso ocurrió hasta fines del siglo XIX cuando comenzaron a instalarse las grandes firmas cerveceras, como la de Otto Bemberg en la ciudad de Quilmes.

Lo cierto es que la industria cervecera emplea hoy en la Argentina a más de 130 mil personas. De todos los consumos masivos, el del sector cervecero es el que más invirtió en los últimos tres años en nuestro país. Más de 5 mil proveedores secundan la actividad cervecera y nuestro país es el principal exportador de cebada y malta en América del Sur. A la red se sumaron en los últimos años dos mil fábricas artesanales de cerveza.

Después de pasadas las primeras décadas del siglo XX, cuando la Quilmes la Schneider, la Palermo en la provincia de Santa Fe y algunas otras copaban el mercado, llegó la expansión y hoy el ranking de consumo en el país –el más elevado en América del Sur- está liderado, en este orden, por las siguientes marcas: 1. Brahma 20,6% ; 2. Quilmes, 14,3%; 3. Stella Artois 10,1%; 4. Schneider 9,1% y 5) 5. Andes 6,1%.

 

El consumo de cerveza representa el 60% del total de las bebidas alcohólicas en nuestro país

 

La Argentina tiene el más alto promedio de consumo anual per cápita en América del Sur, con 41 litros. El consumo de esta bebida representa el 60 por ciento del total de las bebidas alcohólicas consumidas en nuestro país.

Las cámaras empresariales del sector cuentan con informes comparativos, según los cuales la Argentina supera a otros países europeos conocidos por ser tradicionalmente consumidores de alcohol, como Suecia, Holanda y Noruega). Según esos estudios, la Argentina es uno de los países más baratos del mundo para tomarse una cerveza.

Edgar Allan Poe dijo: “¿Qué importa si el tiempo avanza? Hoy beberás cerveza” / Web

EN LA PLATA

Hace ya una década que no se detiene el auge de las cervecerías artesanales en La Plata. Tal como se reseñó en este diario en los varios artículos que se publicaron, el crecimiento de la elaboración de cerveza artesanal determinó que, a mediados de 2018, el Concejo Deliberante local sancionara una ordenanza mediante la cual se reguló esa actividad y también posibilitó que los productores accediesen a algunos de los mecanismos de promoción y beneficios para las Pymes.

Se dijo allí que hasta bien entrada la última década del siglo pasado en nuestra ciudad funcionaban sólo cuatro grandes cervecerías, siempre muy concurridas. La atracción principal de estos establecimientos era la propuesta gastronómica que hacía base en las distintas y variadas picadas que se ofrecían al público, con la cerveza como un acompañamiento alternativo.

Hasta esa época el consumo de cerveza en nuestro país no era significativo, pero el desembarco de algunas marcas importadas que comenzaron a elaborar cerveza en Argentina, obligó a que las tradicionales industrias cerveceras nativas mejoraran sus productos y los hicieran más diversificados.

Este proceso desembocó con la lógica y hasta necesaria aparición de un número creciente de cervecerías en la mayor parte de las ciudades argentinas, y precisamente en La Plata este fenómeno se dio con mayor intensidad, acompañado por un marcado desarrollo de la elaboración artesanal. Con el ariete de la publicidad, las puertas del consumo se abrieron.

ATENCIÓN

Está claro que un consumo inmoderado de cerveza puede aparejar consecuencias médicas negativas. Los médicos dicen que uno o dos vasos de cerveza pueden aportar nutrientes y pequeños beneficios, pero que el bebedor diario de más cantidades puede sufrir secuelas serias para su salud.

Una mayor posibilidad de sufrir depresiones, problemas hepáticos o aumento de peso formarían parte de las consecuencias “manejables”, pero todo consumo de riesgo, a la larga –eso es lo que dicen los que saben- no beneficiará en absoluto al organismo.

A brindar por la vida y por la felicidad, claro, pero sin excederse en el chocar de copas, chops, vasos y porrones.

 

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