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Ocurrencias: exploradores desafiantes y salvatajes costosos

Ocurrencias: exploradores desafiantes y salvatajes costosos

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Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

2 de Julio de 2023 | 04:33
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La búsqueda costosa y malograda del submarino Titán, replanteó una vieja cuestión: ¿Hasta dónde se debe movilizar gente, aparatos, tiempo y plata para salir a salvar a los que tienen como norte arriesgarse a todo?

Es una historia repetida. Los que aman los desafíos peligrosos deberían llenar un formulario donde conste que, ante la posibilidad de un desenlace ingrato, alguien se va hacer cargo de su suerte. Es un seguro de muerte ante una eventualidad fatídica alegremente elegida.

Años atrás, una andinista porteña que fue rescatada en el cerro Mercedario tuvo que pagar miles de dólares al Estado sanjuanino por el operativo de rescate, que incluyó el uso de un helicóptero, de personal de Gendarmería Nacional, de diez mulas y tres vehículos. La idea de cotizar los salvatajes, dijeron los sanjuaninos, no fue para desalentar el turismo aventura, sino para crear conciencia entre los escaladores, obligarlos a ser, sino precavidos por lo menos extremadamente cuidadosos y, de paso, poner a salvo las finanzas cuyanas, que de trepadores de tierra firme debe estar sobre abastecida.

En los últimos días, la gigantesca búsqueda de un vehículo sumergible perdido durante un descenso en el Atlántico Norte para explorar los restos del Titanic ha vuelto a centrar la atención en ese interrogante. Y como los equipos de rescate y el público se obsesionan primero con salvar y luego con llorar a los que iban a bordo, se ha vuelto a entablar una conversación incómoda.

El denominador común de esos curiosos es que poseen una energía formidable y un corazón rebosante de anhelos

Hay gente que necesita apostar, coquetear con los límites de su fuerza y de su osadía

“Cinco personas acaban de perder la vida y empezar a hablar de seguros, de todos los esfuerzos de rescate y del costo puede parecer despiadado, pero la cuestión es que, al fin y al cabo, hay costos”, dijo Arun Upneja, decano de la Facultad de Administración Hotelera de la Universidad de Boston e investigador sobre turismo. “Hay mucha gente que va a decir: ‘¿Por qué debe la sociedad gastar dinero en el esfuerzo de rescate si (esas personas) son lo bastante ricas como para poder dedicarse a estas actividades de riesgo y saben que el peligro es un misterio que los atrae y los puede condenar?

Bomberos, médicos, buzos, guías, exploradores y científicos se la pasan atendiendo a esos desaprensivos que estarán obsesionados por alcanzar una celebridad que los haga corajudos y distintos.

Hay gente que necesita apostar, coquetear con los límites de su fuerza y de su osadía. Y es cierto que a muchos de ellos se les debe logros que han abierto nuevas ventanas al conocimiento humano. El gran denominador común de esos súper curiosos es que poseen una energía muy por encima de la media común y tienen un corazón rebosante de anhelos. Llevan motores adentro que operan solo a altas revoluciones. Desafían metas peligrosas para explorar los límites del riesgo y de su organismo. Y apelan a la audacia y a la perseverancia para alcanzar el horizonte más extremo de las posibilidades humanas. En medio de tanto escepticismo y tanto utilitarismo, ellos buscan el milagro que desmienta la estadística y vislumbre lo inalcanzable.

Todos los viajes de exploración han sido costosos económicamente, pero era y es inevitable querer saber más, subir la vara de la curiosidad humana, dejar que el hombre incursione en un territorio que roza el misterio. Esa ansia de conocimiento nos hace no solo más sabios, sino también mejores y más valientes. Todos tienen derecho a probarse. Lo que ahora se discute es que no parece justo que, llegado el caso, para sostener sus retos, haya que adjudicarles un ejército de socorristas, que será llamado en los peores momentos y que puede ser duramente juzgado si no llega a tiempo o no logra salir airoso.

No sólo hay gastos materiales en esos operativos urgentes. Vuelta a vuelta se muere un guía o un rescatista por ir a salvar a los que se dieron el gusto de poder llegar hasta allí.

Probarse es una forma de medirse ante el destino. Cada uno decide la forma de arriesgar su vida. La curiosidad insaciable del ser humano hoy necesita conjugarse a la sombra de la reflexión económica. Algunos desafíos son calamidades contables. Y el capitalismo exige que hasta el peligro de muerte esté presupuestado de antemano.

 

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