Hay cosas que hacemos que no están bien: mitos y verdades sobre costumbres y usos cotidianos

ORINAR SENTADO: MÁS ALLÁ DE LA COMODIDAD, POR QUÉ HAY RAZONES DE SALUD PARA PONERLO EN PRÁCTICA

En los últimos años se nota un cambio sutil pero creciente en la manera en que algunos hombres usan el baño. Más allá de quienes, por sobrepeso o comodidad, prefieren sentarse para orinar, especialistas y estudios recientes señalan que la postura sentada puede traer beneficios concretos para la salud urinaria y prostática. Aunque la tradición cultural ha privilegiado históricamente la postura de pie, la evidencia sugiere que sentarse al momento de orinar puede favorecer un vaciado más completo de la vejiga, lo que reduce la retención de orina y disminuye el riesgo de infecciones o cálculos.

La postura sentada permite también una mayor relajación de los músculos del suelo pélvico y del periné, facilitando el flujo urinario y, en hombres con próstata agrandada, disminuyendo la presión sobre la uretra. Médicos urólogos señalan que esta postura puede ser especialmente beneficiosa para quienes presentan síntomas de hiperplasia prostática benigna o molestias al orinar, ya que al vaciar la vejiga más eficientemente se reduce la frecuencia de las micciones y se protege la salud del aparato urinario.

Más allá de los aspectos estrictamente médicos, sentarse a orinar contribuye a la higiene del baño. Al evitar salpicaduras, se mantiene el espacio más limpio, un factor valorado tanto en hogares compartidos como en espacios públicos. Instituciones como el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido incluso recomiendan que los hombres con problemas urinarios prueben esta postura para favorecer la relajación y el vaciado completo de la vejiga.

La tendencia parece apoyarse también en cambios culturales y generacionales. La nueva generación de hombres estaría más dispuesta a modificar hábitos tradicionales, no solo por salud, sino también por higiene y por una mayor conciencia sobre la vida doméstica compartida. Aunque figuras mediáticas como Lionel Messi han sido mencionadas como ejemplos de hombres que eligen sentarse, no hay evidencia pública de que su postura sea un motivo médico ni que promueva la práctica de manera formal; su inclusión en la discusión suele ser anecdótica.

Sentarse para orinar no es solo una cuestión de comodidad: para ciertos hombres, especialmente aquellos con problemas urinarios o prostáticos, representa una opción más saludable, eficiente y limpia. Para los hombres sanos, los beneficios pueden ser menores pero, más allá de la tradición, se trata de una práctica que combina cuidado de la salud, higiene y confort.

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Hasta personalidades reconocidas como el mismísimo Messi reconocen que orinan sentados / Freepik

FRECUENCIA IDEAL DE LAS DUCHAS, EL SHAMPOO, EL ACONDICIONADOR Y LA LIMPIEZA ÓPTIMA

En un mundo donde la higiene se ha vuelto un mandato casi ineludible, cada vez son más las voces que recuerdan que “más no siempre es mejor”. Ducharse todos los días, lavar el pelo a diario, frotar la piel con jabones fuertes o buscar la limpieza absoluta en cada rincón de la casa puede ser tan contraproducente como dejar que la suciedad se acumule. La ciencia y la experiencia de dermatólogos coinciden en que la frecuencia de las duchas y el lavado del cabello debe adaptarse a cada persona, a su tipo de piel, al cabello, al clima y al nivel de actividad física. No existe una regla única que funcione para todos, y reconocerlo es el primer paso para cuidar el cuerpo sin exagerar.

El lavado del cabello es quizás uno de los temas más discutidos. Mientras que algunos hombres y mujeres lo hacen a diario, otros pueden pasar varios días, incluso una semana, sin sentir que su pelo se ensucia. La clave está en escuchar al cuero cabelludo: si es graso, el lavado frecuente puede ser necesario; si es seco, rizado o tratado químicamente, espaciar los lavados ayuda a preservar los aceites naturales que protegen la fibra capilar. Usar un shampoo agresivo todos los días puede debilitar el pelo, resecarlo y hasta estimular la producción de sebo, generando un efecto rebote que deja el cabello más grasoso de lo habitual. En cambio, un shampoo suave, acompañado de acondicionador, rehidrata las hebras y ayuda a prevenir puntas abiertas y quiebre. No siempre es necesario acondicionar todos los días, pero aplicarlo en las puntas o a lo largo del pelo según el tipo de cabello es recomendable. Algunas rutinas incluyen alternar días de lavado con shampoo y días de “solo acondicionador”, o incluso el uso de champú en seco para absorber la grasa sin lavar.

El cuidado de la piel sigue una lógica similar. Ducharse demasiado seguido, con agua muy caliente o jabones fuertes, puede eliminar los aceites naturales que protegen la epidermis, provocando resequedad, irritación o fragilidad. Por eso, los dermatólogos sugieren limitar el tiempo de la ducha, priorizar agua tibia y usar jabones suaves, aplicándolos principalmente en axilas, ingles y pies, donde la limpieza profunda es más necesaria. Después del baño, aplicar una crema humectante mientras la piel aún está húmeda ayuda a mantener la barrera natural de la piel y a retener la hidratación. Al mismo tiempo, dejar que el cuerpo mantenga un poco de su grasa natural no solo es saludable, sino que permite que la piel y el cabello cumplan sus funciones protectoras de manera efectiva.

El baño diario y su frecuencia, una tema de debate / Pexels

TODA LA VIDA USAMOS MAL EL RASTRILLO: ¿SOLO BARRER O USAR COMO UNA PALA?

En otoño, cuando los jardines y las veredas se cubren de hojas caídas, el rastrillo se convierte en una herramienta indispensable, pero su uso correcto suele estar rodeado de ideas equivocadas que han ido ganando terreno con el tiempo. Muchas personas, por ejemplo, han adoptado la práctica de utilizar el rastrillo al revés, como si fuera una pala, para levantar directamente las hojas y colocarlas en bolsas. La creencia generalizada es que esta técnica ahorra tiempo y esfuerzo, pero la realidad demuestra que no siempre es la manera más eficiente ni la más segura de trabajar. Usar el rastrillo de esta manera, con los dientes hacia abajo intentando “levantar” hojas húmedas o compactas, puede resultar agotador, desgastar la herramienta y hasta dañar el césped, ya que los dientes del rastrillo pueden engancharse en la tierra y arrancar brotes.

La forma más recomendada por expertos consiste en usar el rastrillo como lo que originalmente es: una especie de escoba para barrer las hojas, dirigiéndolas hacia pilas o filas que luego se puedan trasladar con facilidad. Esta técnica aprovecha mejor la ergonomía del cuerpo, reduce el riesgo de lesiones en la espalda y permite manejar mayores volúmenes de hojas sin tanto esfuerzo. La lógica detrás de este método es simple: en lugar de levantar hojas de manera individual, se las agrupa primero, y recién después se procede a trasladarlas, ya sea con la ayuda de una lona, un carrito o incluso con movimientos controlados para embolsarlas.

Sin embargo, hay situaciones en las que conviene combinar ambos usos del rastrillo: primero barrer, para juntar las hojas en una fila o pila, y luego levantar ciertos montones con un movimiento más parecido al de una pala, especialmente cuando se trata de trasladarlas a bolsas pesadas o a contenedores de compostaje. Esta combinación permite equilibrar eficiencia y cuidado del jardín, evitando la sobrecarga física que puede generar intentar levantar hojas dispersas directamente. La clave está en adaptar la técnica a la cantidad de hojas, su estado (secas o húmedas) y la superficie donde se trabaja.

Otro mito frecuente es pensar que todas las hojas deben eliminarse del césped, pero dejarlas descomponerse parcialmente aporta nutrientes al suelo, favorece la biodiversidad y protege organismos beneficiosos durante el invierno. Esto no significa que haya que abandonar completamente la limpieza: se trata de un equilibrio entre mantener el jardín ordenado y aprovechar los beneficios ecológicos de la hojarasca.

No todos los rastrillos son iguales, y elegir el adecuado también influye en cómo se deben usar. Los hay de metal o plástico, con púas anguladas o cabezas anchas, y cada uno está diseñado para optimizar movimientos distintos: algunos facilitan barrer grandes cantidades de hojas a la vez, mientras que otros son más aptos para maniobrar y levantar montones puntuales sin dañar el césped. Además, cuidar la postura es fundamental: mantener la espalda recta, doblar las rodillas al levantar bolsas y alternar la posición de las manos previene lesiones y hace que la tarea sea menos agotadora.

Incluso factores como la dirección del viento pueden ser aliados en esta tarea. Ras­trillar aprovechando la brisa para empujar las hojas hacia una pila facilita el trabajo, mientras que intentar hacerlo contra el viento suele duplicar el esfuerzo. Del mismo modo, usar una lona para trasladar hojas de un lugar a otro permite mover grandes cantidades sin necesidad de cargar cada puñado individualmente, combinando la eficiencia del barrido con la fuerza del levantamiento cuando es necesario.

El rastrillo no solo tiene la función de escoba para barrer y juntar hojas o basuras, sino también puede usarse el reverso para levantar las mismas y depositarlas en una bolsa / Freepik

CUIDADO CON LOS DESODORANTES Y LAS CREMAS VAGINALES

En un mercado cada vez más saturado de productos de cuidado femenino, los desodorantes y sprays vaginales se presentan como aliados de la higiene y la frescura. Sin embargo, médicos y especialistas advierten que estos productos, lejos de ser inofensivos, pueden alterar el delicado equilibrio de la vagina y generar problemas de salud inesperados. La vagina es un órgano “auto-limpiador”: su microbiota natural, formada principalmente por bacterias beneficiosas llamadas lactobacilos, mantiene un pH ácido que protege contra infecciones. La introducción de fragancias, químicos o agentes limpiadores agresivos puede alterar esta flora, facilitando el crecimiento de bacterias oportunistas o hongos que provocan vaginosis bacteriana o candidiasis.

Además, la piel y mucosa de la zona genital son especialmente sensibles, y el uso de productos perfumados o con ingredientes irritantes como aceites esenciales, bicarbonato de sodio o alcohol puede causar irritación, escozor e incluso reacciones alérgicas. Los estudios coinciden en que, aunque al principio no se perciban efectos adversos, con el tiempo el riesgo de molestias y complicaciones aumenta. Por eso, muchos especialistas recomiendan evitar los lavados internos o los productos que prometen eliminar olores, ya que la higiene excesiva puede debilitar la barrera natural de defensa del organismo.

El marketing de estos productos suele jugar con inseguridades sobre el olor corporal femenino, generando la sensación de que la vagina debe oler a flores o a perfumes, cuando en realidad la ausencia de olor intenso y la salud de la flora son indicios de bienestar. Según los expertos, el uso innecesario de estos desodorantes puede incluso aumentar la susceptibilidad a infecciones urinarias o de transmisión sexual.

Por todo esto, la recomendación central de los ginecólogos es clara: ante cualquier molestia, flujo anormal, irritación o cambio en el olor, lo más seguro es consultar con un especialista antes de recurrir a cremas o productos de venta libre. Los tratamientos recetados y las medidas de higiene indicadas por profesionales están diseñados para preservar la flora vaginal y la salud general, evitando que intervenciones innecesarias o productos mal empleados generen más daño que beneficio.

En la práctica cotidiana, la higiene íntima saludable se logra con agua y, si se desea, un jabón suave con pH equilibrado, sin perfumes agresivos ni aditivos irritantes. Además, otras medidas simples como usar ropa interior de algodón, mantener la zona seca y evitar ropa excesivamente ajustada contribuyen a proteger la salud vaginal. Los especialistas insisten en que la prevención, la información y la consulta profesional siempre superan cualquier producto de moda que prometa soluciones rápidas.

Los cuidados vaginales requieren chequeos médicos / Freepik