Los tesoros que guarda una capilla que parece de cuento

Enclavada en un lugar de ensueño como es el parque Pereyra Iraola, la capilla Santa Elena atrae cada vez a más platenses de distinta condición. Parte de ese atractivo son también los tesoros que guarda, obras excelentes donadas por una conocida pintora y su entorno, un paisaje maravilloso
Es posible que el mismo Parque Pereyra sea un inmenso templo en donde la presencia de Dios se exprese no por imágenes, sino a través de una naturaleza exuberante y sabiamente organizada por el hombre. Sin embargo allí, incrustada en ese paraíso panteísta, se levanta una capilla dedicada a Santa Elena, a la que concurren no sólo los quinteros de la zona, sino un número creciente de platenses que encuentran en ella el espacio adecuado para charlar con el creador, para casarse o bautizar a sus hijos. Y parte de ese clima lo aporta su historia, las leyendas que cuentan sus pobladores originales y sus pinturas, entre ellas "La Virgen y el Niño", que los fieles del lugar adoptaron y rebautizaron como "La Virgen del Parque". La capilla y su patrimonio artístico, acaban de merecer una bellísima publicación de "Arte al Día" (International Magazine of Latin American Art).
La capilla Santa Elena tiene que ver con otro tiempo, épocas de grandes estancieros como lo fueron los Pereyra Iraola y también con leyendas que se entrecruzan con nuestra historia más reciente y dolorosa. Fue levantada en la zona del casco de la estancia Santa Rosa cuando todas esa gigantesca extensión de campo era propiedad de los Pereyra Iraola. Allí instalaron sus tres grandes establecimientos: Abril, San Juan y Santa Rosa, esta última ubicada hoy entre los caminos Centenario y Belgrano.

La capilla fue mandada a construir por don Martín Pereyra Iraola en memoria de su hija mayor, Elena, que había muerto a los 15 años. El proyecto corresponde a un arquitecto de la familia, Fernando Pereyra Iraola y César Berro Madera, levantada años después, en 1938, por el constructor Adolfo Travaglini, constituyendo uno de los últimos edificios del período anterior a la expropiación de la estancia en el año 1949.
Como explica la publicación, "se trata de una construcción sencilla, con muros blancos y techo de tejas que le otorgan un aire colonial. Cuenta con galerías que relacionan su arquitectura con la de las antiguas iglesias de la región guaranítica que fueron tomadas sin duda como modelos. La capilla Santa Elena fue lugar de reunión para todos los trabajadores de la estancia, pero allí también se refugiaba en las tardes don Martín para rezar en un clima de recogimiento, lejos del bullicio del casco".
En la publicación se indica que tradicionalmente la capilla casi carecía de imágenes. Sobria, mantenía una imagen "policromada de Santa Elena y un crucifijo de origen guaraní modelado en arcilla. Se sumaron luego una pequeña Virgen Negra de origen desconocido y un crucifijo tallado por los internos de Olmos". Fue entonces que Susana Fedrano, después de atravesar una fuerte situación personal, comenzó la realización de su obra. Pintora de reconocida trayectoria, su primer aporte fue la Virgen del Parque, como hoy se la conoce, una bellísima pintura sobre tabla de tres metros de ancho por dos de alto, que fue entronizada detrás del altar central de la capilla un 8 de diciembre.
El platense Leonardo Belderrain es el sacerdote que tiene a su cargo desde hace diez años la capilla Santa Elena que depende del obispado de Quilmes en la que además, vive. El ha buscado la tradición oral entre los lugareños y ha reconstruido su propia historia que tiene que ver con Santa Elena y también con Leonardos.
Según cuenta, Leonardo Pereyra Iraola fue el que en realidad mandó a construir esta capilla en homenaje a su nieta mayor, Elena. Había otra capilla pero en la otra estancia, en la San Juan y que hoy está en la Escuela de Policía Juan Vucetich. Aquí estaba el lugar para los huéspedes, gente ligada al poder. Pero era el lugar de descanso del abuelo. Venían a decir Misa los padres capuchinos, primero desde Buenos Aires y luego, cuando se instalaron aquí, desde Villa Elisa. Es una zona mágica, por cierto, y con leyendas propias. Belderrain asumió como responsable de la Capilla el 18 de agosto de 1990, día de Santa Elena. Día por otra parte de su ordenación sacerdotal junto a Carlos Carlos Cajade y al padre Ramírez.
Cinco años después conoce a Susana Fedrano, "una pintora de Buenos Aires, con una piedad muy profunda y vinculada a la vida religiosa, que había atravesado una situación familiar muy fuerte. Había soñado con Leonardo Da Vinci que la invitaba a pintar un mural en una Iglesia. Cuando conoció Santa Elena supo que era allí y mucho más aún, cuando se enteró el nombre del padre Belderrain. Y pintó para las madres, para que se sintieran fuertes. Es una pintura bellísima, con características renacentistas pero que lo trasciende, porque a la vez, es muy actual. Esta imagen que la gente llama la Virgen del Parque, se relaciona con una imagen milagrosa, que había nacido según contaban de una niña que era obligada a abortar en contra de su voluntad y que pidió ayuda a la Virgen. Y sus padres comprendieron la situación y ella tuvo a su hijo. Era una imagen para la cual habían construido una pequeña ermita. Pero en tiempos de la dictadura, cuando empezaron las desapariciones, la imagen desapareció. Por esos dos hechos se vincula a la Virgen aquí con la defensa de la vida", concluye Belderrain. Además de la Virgen, Fedrano donó otras pinturas que están en las paredes del templo. "El sermón del Monte", "El silencio de María", "La soledad de Cristo", "la visión de Patmos" y "María Magdalena". Todas ellas se suman a esta capilla a la que cada vez concurren más platenses de distintos orígenes y niveles, atraídos por ese sitio mágico en donde la presencia de Dios es tan evidente.