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Información General |IMPRESIONES: Entre el humor y la reflexión

Despechadas y vengadoras

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

9 de Diciembre de 2018 | 02:49
Edición impresa

Mail: afcastab@gmail.com

Por despecho una mujer venía acosando por Facebook a su ex y a su nueva pareja. Pero ahora la justicia mendocina la condenó a pagar una multa y a ventilar sentencia y arrepentimiento. La condenada es Mónica Beatríz Molina (50), una licenciada en Trabajo Social que ocupa un puesto en el área de Violencia de la Mujer de la secretaría de Desarrollo Social de Mendoza. Se sabe: los abandonados por amor suelen frecuentar la venganza. Y Mónica no fue la excepción.

Pero no sólo en los terrenos del amor se hace valer el despecho. En política las pasiones suelen ser igualmente volcánicas. Y esta semana, por ejemplo, Lilita Carrió reapareció con su furia intacta y le dejó un par de mensajes a su ex. Tras unas jornadas de retiro silencioso, desenvainó otra vez su catálogo denunciador. Y puso en aprietos al mismísimo Macri, su hombre más duradero, el Romeo inigualado que ahora se la olvida en el balcón.

La justicia mendocina obligó a apaciguarse a la despechada. Mónica vená con el ánimo por la cuneta: un día su esposo, con el que tuvo un hijo, le dijo que se iba porque se había enamorado de una brasileña. Y ella sintió que no le quedaba otra que subir bronca y duelo a Facebook. Y atacar con agravios a la nueva pareja. Pero ahora el juez le puso límite al uso de Facebook, le dio una nueva sobrevida a la institución matrimonial y le recortó las alas a una señora que pretendía darle halo sanador a la venganza.

Ella dijo que sufría mucho. La soledad en Mendoza duele demasiado y no hay cordillera capaz de ocupar la mirada de quien sólo tiene ojos para ver lo que no está. El amor -como decía Alphonse Karr- “que nace de nada y muere de todo” es una fragancia irresistible que suele evaporarse fácilmente. Y que a veces aconseja hacer a un lado a esa heroína romántica que negocia con ruegos y culpas, para hacer entrar en escena al odio y al desquite.

La mendocina rabiosa escrachó durante tres años a su ex marido y su nueva esposa. A él lo trató de “rata, maltratador, burro, misógino”, en frases que compartió con sus seguidores y los contactos personales y familiares del ex marido y su nueva esposa. Y a ella, desde su escritorio de Violencia de la Mujer, la calificó de “gatita, mantenida y figuretti”. Pero el lunes pasado, el juez Eduardo Martiarena la condenó a pagar una multa de 10 mil pesos, a cesar con sus acosos y a publicar la sentencia como un descargo a favor de las víctimas. “Las redes sociales no son el ámbito adecuado para acusar a esta pareja, que fue agraviada durante tres años. Las injurias comienzan contra el hombre a través de Facebook en el año 2015. Y cuando el ex marido se casa con una ciudadana brasileña, en 2017, los insultos fueron contra su nueva esposa”, explicó la abogada Bárbara Peñaloza, especialista en derecho informático.

La venganza por lo menos le había permitido a la condenada darle un poco de orden y rumbo a un acontecimiento ciego que había desequilibrado. Tras dejar atrás la inservible retórica del ruego y del lamento, esta señora se aferraba al teclado para volcar puntualmente su repetido catálogo de agravios. La soledad le ocupaba toda la agenda. No es fácil gestionar penurias amorosas. Mónica derrochaba lástima. Las amigas la consolaban hasta donde podían. Y la abandonada se refugiaba en un aire de dolor que la santificada socialmente pero no le secaba las lágrimas. La brasileña se le aparecía, dichosa y bien atendida, en cada insomnio. Y su cama grande le mostraba la ausencia de su mejor pensionista. Pero la justicia no se mete en honduras sentimentales. Está para calificar los golpes más que los besos. Su señoría buscó en este contencioso atajar la desesperación y dejar la deriva emocional para la almohada o el diván. Fueron tres años machacando la red con agravios repetidos. Tres años que el amor y el odio se disputaban el alma y la PC. Ahora, con “gatita” y multa, aunque sin marido y sin desahogo, la despechada de la alta montaña terminó aprendiendo que la venganza arde mucho y consuela poco. Y que aquí te cobran todo, hasta el despecho. La cuyana quedó más apenada que nunca. Mientras se sosiega y se lamenta, su corazón le sigue enviando recuerdos.

 

 

(*) Periodista y crítico de cine

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