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Entre el humor y la reflexión

Piden abstinencia sexual a los casados en segundas nupcias

25 de Febrero de 2018 | 05:29
Edición impresa

Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

La Iglesia portuguesa les pide abstinencia sexual a los casados en segundas nupcias. Los casamenteros que se atrevan a desafiar esta prohibición, ¿se quedarán sin confesión ni comunión? Este controvertido consejo se divulgó como una de las “líneas operativas” que el cardenal-patriarca de Lisboa, Manuel Clemente, dirigía a los religiosos para que sepan cómo acercar los sacramentos a los divorciados. Se podrán casar otra vez, claro que sí, pero nada de chiches. A festejar con canapé y videos, pero a la cama sólo se va a descansar.

El matrimonio católico portugués en su segundo episodio adquiere así un formato absolutamente platónico. Hay que aprender a hacer juntos las cuentas, saludarse como se debe y jugar a las visitas, pero hasta la antecocina, dejando la cama grande sólo para añoranza y fantasías. ¿Cómo juega la infidelidad en el nuevo contrato? ¿O también le prohíben a las portuguesas lavar el auto afuera cuando la canilla del señor se llama a sosiego? La calle acribilla de sugerencias seductoras y no es fácil esquivar tentaciones cuando sabemos que en casa nos espera un maridaje sin azúcar ni sal. El nuevo matrimonio portugués lo que busca es fortalecer sólo el presentismo, con perdón de Baradel. Hay que estar en casa sin pensar cosas raras. De eso se trata la vida. Ponerle el cuerpo a lo que nos guste y a lo que nos guste. Porque los ausentes nunca han tenido buena prensa, salvo para los gremios docentes, que los consideran intocables. ¿Será fácil casarse otra vez con este nuevo reglamento? Si cuesta trabajo encontrar nuevo cónyuge ofreciendo todo, no quiero imaginar lo que será conseguir pareja a cambio de nada. Habrá que saber los límites y dejar el deseo en el armario del fondo, dándole al nuevo amor un sitio acotado y más facilón, sin permitirse ni la evocación ni el pedido fuera de lugar.

El nido matrimonial, según el cardenal Clemente, deberá ser un aposento nupcial sin celebraciones y construido para la convivencia juiciosa, un ámbito respetuoso y desganado, con acuerdos civilizados y sin pasatiempos mimosos. Con mucha labia y manos en el bolsillo. Habrá que encontrar entonces nuevas distracciones y adoptar en casa más cuidados: ellos, sin toallones fuera del baño; y ellas con lencería de pupila del Misericordia.

En un lecho conyugal sin expectativa de aventura, la reincidencia matrimonial es más un empecinamiento que otra cosa. Segundas náuseas, como dice la cubana Zoe Valdez. ¿Cómo elegir la abstinencia cuando lo que se busca es poder recuperar un deseo extraviado? Ningún cónyuge ilusionado merece semejante penitencia. Los que acaten este consejo ¿van air a comulgar con rabia? “No es razonable”, afirmó tajante Anselmo Borges, sacerdote y profesor de filosofía de la Universidad de Coimbra. “La iglesia no se debe meter en la vida íntima, es natural que tengan relaciones sexuales, si se forma una pareja no es para vivir como hermanos”. El matrimonio como institución hace tiempo que está en la picota. Lo acechan diversos vientos y ahora la castidad le viene a sustraer un anzuelo decisivo. La recomendación portuguesa parece apuntar a formar parejas bien vistas en el barrio, que andan del brazo y hasta ahí nomas, que saludan a todos y que en esa hora clave, cuando en la casa se apagan las luces, sabe alejarse de los arrebatos tan mal vistos por el patriarca de Lisboa.

El cardenal los deja casarse por segunda vez. Pero la Iglesia siempre cobra algún reembolso por las excepciones. Yo doy pero ustedes se prohíben, dice la orden del religioso. La cosa allá está en pleno debate y muchas parejas que tenían ganas de reincidir ahora andan estudiando detenidamente la letra chica del segundo intento. Sexo no. ¿Caricias sí? ¿Pero habrá zona liberada? De entrada el nuevo protocolo obligará a los divorciados en busca de revancha a calificar a su nueva pareja como un amigo más. Y les enseñará a educar la mirada y las ganas para que alguna noche, de soledad y tormenta, los deseos que relampagueen por el cuarto no desaten un cambiante vendaval de goce y herejía.

Se podrán casar otra vez, pero nada de chiches. A la cama sólo se va a descansar

 

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