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Séptimo Día |LA IGLESIA DE HOY

La ideología tramposa (2)

27 de Mayo de 2018 | 08:12
Edición impresa

Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

La ideología de género tuvo una rápida difusión y sigue provocando innumerables víctimas, ya que es una ideología de destrucción y de muerte. Con esta ideología lo que está en juego no es simplemente un concepto de libertad sino lo que es ser persona humana.

No podemos soslayar una verdad existencial: “Dios creó al ser humano a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo diciéndoles: ‘Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla…” (Gén 1, 27-28). La ideología tramposa sostiene que no ha sido Dios quien los creó varón y mujer, sino que ha sido la sociedad la que lo ha determinado; es decir que ahora existe sólo el hombre en abstracto, que elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Benedicto XVI decía a fines del año 2012: “Se niega a varones y mujeres su exigencia de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de varón y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el lugar que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia…”

“...Si no existe la dualidad de varón y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación…”

 

Con palabras de san Pablo a los romanos, hace casi dos mil años, puede afirmarse que en la actualidad los teóricos del género “se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad…Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus propios cuerpos, ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a criaturas en lugar del Creador, que es bendito eternamente. Amén. Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los varones, dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, Él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravaciones, difamaciones. Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen” (Rom 1, 21-32).

Las consecuencias de una postura claramente insidiosa son muchas. Esta trampa es un evidente proceso de destrucción de la persona, del matrimonio, de la familia, de la escuela y de la sociedad. Estamos viviendo un ataque global programado, técnica y sistemáticamente, con el orden natural: anticoncepción, esterilización, “amor libre”, aborto, divorcio, reproducción asistida, “pornificación” de las relaciones personales y de la cultura, sexualidad hipócrita, manipulación arbitraria de la anatomía, de la fisiología y de la identidad personal, eutanasia y suicidio asistido, y mucho más. ¿A dónde iremos a parar?

En la defensa de la familia, como institución natural, está en juego el mismo ser humano. Pero, cuando se niega a Dios y sus derechos, también se diluye la dignidad de la persona. Quien defiende a Dios, defiende al ser humano.

 

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