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Hay preocupación por el uso del cigarrillo electrónico y el narguile, con la creencia de que son más seguros para la salud
Jorge Tartaglione
Preocupa el creciente uso del cigarrillo electrónico y el narguile (1), favorecido por la falsa creencia de que son más seguros para la salud.
En el mundo, ya son conocidos por todos los efectos devastadores del cigarrillo sobre la salud. También, es sabido que existen en la actualidad distintas alternativas terapéuticas con el objeto de lograr la cesación tabáquica. Sin embargo, han proliferado al mismo tiempo nuevos productos y hábitos que se presentan como supuestas opciones menos nocivas, y la mayoría de los usuarios ignora sus potenciales riesgos.
Tal es el caso del polémico cigarrillo electrónico, cuya utilidad no solo divide a la comunidad científica sino también a los estados, por sus marcos regulatorios. Pero, ¿cuándo y cómo comienza esta polémica? Entre 2003 y 2004 un farmacéutico chino desarrolla el primer cigarrillo electrónico tal como lo conocemos actualmente. Él lo patenta, lo fabrica y lo empieza a vender a Estados Unidos y algunos países de Europa.
El cigarrillo electrónico (también conocido como vaporizador, vapeador o su nombre en Inglés e-cigarette) consta de una batería y un atomizador. Este último es el recipiente de cristal o plástico transparente en donde se almacena el líquido que luego se transformará en vapor a su paso por una resistencia, y que inhalará el consumidor desde la boquilla del aparato. El líquido contiene sustancias aromatizantes, agua, alcohol, propilenglicol, glicerina vegetal y diferentes concentraciones de nicotina.
Su uso fue y es controvertido. Mientras que los defensores lo consideran una alternativa al cigarrillo tradicional y un buen método para dejar de fumar; los detractores lo conciben como un elemento nocivo para la salud (aunque menos que el cigarrillo).
En la Argentina, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) reguló su utilización en 2011. En este sentido, indicó que “el cigarrillo electrónico no fue estudiado a fondo, así que no se conocen sus riesgos potenciales”, por lo que preventivamente se evita su uso.
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Asimismo, la Organización Mundial de la Salud, en su “Conferencia de las Partes en el Convenio marco para el control del Tabaco” de noviembre de 2016, hace hincapié en los potenciales riesgos tóxicos y hasta cancerígenos de algunas sustancias detectadas en el vapor de este tipo de dispositivos. Al tiempo que enfatiza que el aerosol ajeno es una nueva fuente de contaminación del aire por partículas; y alerta que estos productos son más accesibles y agradables para jóvenes y hasta niños. También advierte sobre la posibilidad de que las mismas tabacaleras estén detrás de la venta de cigarrillos electrónicos y productos asociados.
En este sentido, recientemente se conoció que la empresa Philip Morris International (PMI) busca reemplazar el negocio del cigarrillo por productos libres de humo y lograr normativas que le permitan informar las evidencias de que son potencialmente menos dañinos. De hecho, la compañía estima que de los 1.000 millones de fumadores que hay en el mundo, alrededor de 5 millones ya se han pasado a estas opciones, según ellos, “potencialmente menos nocivas”.
¿Solución o nuevo riesgo? Pero, ¿cuánto hay de cierto en los efectos “menos nocivos” de este tipo de productos libres de humo? ¿Son en verdad una alternativa para resolver el problema del tabaquismo?
La OMS ha mostrado cautela pero no ha logrado un consenso para una recomendación normativa ante la falta de evidencia concluyente sobre sus efectos. Es una realidad que el impacto del cigarrillo electrónico en la salud aun no es bien conocido, ya que es muy heterogéneo su diseño funcional y la composición del líquido que se vaporiza.
Por estos motivos, desde la Fundación Cardiológica Argentina creemos que debe considerarse como un elemento de “riesgo” para el fumador pasivo, ya que aún se desconoce la real potencialidad tóxica del vapor exhalado.
(1)Narguile: pipa de origen oriental compuesta por el recipiente en que se quema el tabaco y un largo tubo flexible que se conecta a un vaso lleno de agua perfumada por el que se filtra el humo que se aspira.
(*) Médicos cardiólogos.
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