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La inseguridad, el principal problema

JORGE TARZIANDoctor en Medicina, UNLP

24 de Agosto de 2018 | 02:13
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La inseguridad no es un problema sencillo de resolver, ya que muchos gobiernos no lo pudieron solucionar, debido a su gran complejidad. Lo que pasa en las calles y en los barrios afecta en forma directa a la gente, ( motochorros), particularmente a los más humildes. Es el problema más álgido del país. A quienes un robo o un hurto los privan de cosas esenciales, son justamente los que menos recursos tienen para proteger su propiedad. No les interesa el diagnóstico. La gente lo que quiere es escuchar la solución a sus problemas concretos. No pasa solamente por una propuesta de seguridad, ni por aumentar penas, o mayor presencia policial. No todos los crimenes tienen una misma recurrencia y no todos acontecen de manera uniforme. Se considera que el 60 % de la población considera que su vecindario es inseguro. Esta es una cifra alarmante pero que se debe tomar con cuidado, ya que aquí se mezcla la victimización, el riesgo de victimización y el miedo al crimen.

Para entender que nos pasa, sepamos que la inseguridad aumentó sensiblemente en el mundo. Sólo entre 1980 y 2000 la delincuencia aumentó 30 %. El miedo creciente que la sociedad expresa ante el delito se asocia directamente a la difusión por la prensa de los registros oficiales de muertes y violencia. En nuestro país la cantidad de crímenes no es hoy significativamente mayor que la registrada en el año 2003. Asi se entiende que algunos reportes internacionales hayan colocado a la Argentina, como uno de los cinco que registraban un mejor clima de seguridad en el continente.

De cualquier manera, es necesario hacer una salvedad. Los datos estadísticos del total del país no coinciden con los que surgen de los lugares de mayor concentracion urbana, en donde se localizan bolsones de marginalidad social, y en los que crece significativamente la criminalidad más violenta. En nuestra ciudad hay al menos dos de esos lugares. Allí se advierte un fenómeno preocupante de violencia, semejante al que exiben ciudades como San Pablo,Río de Janeiro o México.

Cuando uno observa el aumento de la inseguridad como un fenómeno global, entiende porqué la Argentina no puede quedar al margen de ese resultado. La marginalidad es el mejor caldo de cultivo que encuentra la delincuencia. Allí donde no llega ninguna política pública, los controles sociales no funcionan, y nadie hace propias las normas de conducta de la sociedad. Las familias se quiebran, los mayores carecen de trabajo, y los más niños-alejados de la escuela- son empujados hacia la mendicidad y suelen crecer con las “ reglas de la calle”. De ahí al delito, hay un solo paso. Aún así, no es esa la única causa que lo explica.

Hay otras: un sistema policial que en muchos casos acaba asociado a quienes deben combatir, un procedimiento penal que a partir de cierta flexibilidad facilita liberaciones anticipadas no siempre entendibles, y un régimen penitenciario que demuestra su incapacidad para recuperar condenados.

Mientras la posibiliidad de sobornar a un juez en el promedio regional es del 35 %, en nuestro país dicha percepción se ubica en el 45 %, 10 puntos más que en el contexto de América Latina.

La mano dura, argumenta que la sensación de impunidad que tiene el delincuente multiplica el delito al no tener pena, por eso se centra más en la represión. Otra forma de frenar los robos es la desarticulación de mercados de objetos robados y la fiscalización de los centros de expendio. Se debe desarticular esa cadena.

El Estado tiene que trabajar antes que el delito se cometa. Si un delincuente roba e incluso llega a quitarle la vida a su víctima, solo por quedarse con el bien, es porque el beneficio de venderlo supera su percepción de riesgo. Básicamente, se trata de enfocar la lucha contra la inseguridad atacándola, en sus causas, y no en sus consecuencias. . Por otra parte, será imposible resolver el problema, si el combate al delito se funda en una “ urgencia política” nacida de encuestas que indagan en el ánimo de seres saturados de voces e imágenes que les acercan el crimen hasta el living de su casa.

Puede ser que la inseguridad y el desempleo sean las cuestiones que más le tocan a la gente en lo inmediato, en lo concreto, en su realidad cotidiana. Pero los problemas de fondo son otros, los que quizás sean causas eficientes del deterioro de la situación.

Es imperioso señalar dos problemas: la corrupción y la ideologización frente a la inseguridad, siendo el primero probablemente el más preocupante. Nunca se ha gobernado bien preguntando que hacer a quienes se sienten agobiados. A esos seres desesperados solo los calma oir que alguien va a sacarlos del pozo en el que han quedado sumidos. Pero, más temprano que tarde, ha de quedar al descubierto la inconsistencia de esos discursos hechos tan solo para calmar expectativas.

Erradicar el delito, va a demandar tanto tiempo como el que demande alcanzar un desarrollo económico y social más equilibrado. Si todos entendieran lo complejo que eso resulta, a nadie debería tolerársele usar el tema para endulzar el oído de los abatidos en busca de un voto, ni para desgastar interesadamente la credibilidad de los gobiernos. Y si estos entendieran cabalmente la magnitud de la cuestión, seguramente se encargarían de fortalecer a las fuerzas de seguridad, sin tolerar las peores prácticas que aún hoy persisten entre sus miembros. Se ocuparían tambien de agilizar los procesos penales para que la Justicia se materialice eficazmente, y garantizarían que las penas se cumplan en cárceles, que por lo menos dejen de ser” productoras de futuros reincidentes”.

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