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Séptimo Día |EL DESUSADO FENÓMENO DE MAFALDA, CUYA VIGENCIA DOBLEGÓ A VARIAS DICTADURAS VITALICIAS

La literatura en duelo eterno contra tijeras y mordazas

La censura franquista contra Ernesto Sábato. Publicaron ahora en España el expediente por el cual se declaró “pornográfica” a su novela “El túnel”. Las listas negras de los autoritarismos Pág.2

La literatura en duelo eterno contra tijeras y mordazas

Julio Cortázar

MARCELO ORTALE marhila2003@yahoo.com.ar

26 de Agosto de 2018 | 08:29
Edición impresa

Hace pocos días, en Madrid, el suplemento ABC cultura rescató y transcribió el expediente de la censura franquista que impidió la publicación en España de “El túnel” la novela de Ernesto Sàbato, por considerarla “pornográfica”. La censura en la historia no ha dejado de hacerle chistes malos a la literatura –muchas veces, trágicos-, pero la literatura siempre supo defenderse. Y burlarse de los dictadores.

Dijo ABC el 25 de julio pasado: “La censura franquista prohibió la publicación de «El túnel» de Ernesto Sábato por considerar que, si se prescindía de la intención simbólica del autor, no quedaba «más que una novela pornográfica, en la que se relatan una adulterio y un asesinato». Así se indica en el expediente completo de la censura, inédito hasta ahora y que Seix Barral ha incluido en una nueva reedición de la obra, al cumplirse 70 años de su primera publicación”.

Sábato logró editar la novela en la Argentina en 1948, después del rechazo de varias editoriales. Cuando se intentó publicarla en España, en 1965 no pudo pasar el filtro de la censura. La obra contaba con el consagratorio respaldo de Albert Camús, que influyó para que Gallimard la tradujera al francés y le diera así proyección mundial.

En cualquier época hubo regímenes que pretendieron imponer un pensamiento único

 

Pero en mayo del 65 la novela cayó en manos de un Catón franquista, que dictaminó en su contra. La resolución está redactada en un estilo enrevesado. Dice al comienzo que en ella se relatan “las consecuencias de un amor ilícito». Y prosigue en este jeroglífico: «En el fondo, a la manera de los cultivadores del absurdo, un Camus por ejemplo, hay una defensa apasionada de la fidelidad en el amor, pero se parte del equívoco de que el amor puede ser ilícito. En el empeño de defender esa, en consecuencia, también falsa fidelidad, se justifica el asesinato».

El remate del censor desanima a cualquiera. Expresa: “La obra no presenta problema político especial alguno, pero por desarrollarse en un ambiente moral disolvente y absurdo parece aconsejable mantener la calificación”, para rematar en letra mayúscula: “No debe autorizarse”. Cuarenta años después, una insólita censura política se ensañaría en nuestro país contra Sábato.

Obras de Descartes, Copérnico, La Fontaine, Montesquieu, Spinoza, Kant, Jean Paul Sartre, Víctor Hugo, Zolá o Balzac, no aprobaron para los anteojos de la censura. Hace pocos años Salman Rushdie fue acusado de apostasía por el mundo musulmán y su libro “Los versos satánicos” fue prohibido en India, Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Somalia, Bangladés, Sudán, Malasia, Indonesia y Qatar. Poco después el ayatola Rohollah Khomeini líder religiosa de Irán leyó una fatwa instando a la ejecución del escritor y de los editores.

CENSURA GENERALIZADA

En cualquier época histórica hubo regímenes que pretendieron imponer un pensamiento único. De modo que toda voz disonante de los totalitarismos fue neutralizada, repelida, cortajeada, denigrada. Pasó en literatura y en todas las artes. Y también en el conocimiento.

Una de las censuras más insólitas o, si se quiere, más creativas fue la que le impuso el régimen soviético a Rudolf Nureyev. Como no encajaba con lo colectivo, le dio para vivir un departamento cuyo techo interior estaba por debajo de los 2 metros de alto. O sea, el bailarín ya consagrado no podía ensayar, no podía saltar...Debió emigrar de su tierra, dijo, “en busca de mayores alturas”.

España fue siempre inquisitorial y desde Tirso de Molina en adelante fueron muchos los escritores que la pasaron muy mal. A partir del franquismo quedaron fuera de circulación Unamuno, Ortega y Gasset, Bertold Brecht, Nicolás Guillén, Antonio Machado, Pablo Neruda, Rafael Alberti, Ramón del Valle Inclan, Miguel Hernández, Camilo José Cela, Blas de Otero, Pedro Salinas, José Saramago, entre otros, algunos de ellos fusilados o presos o echados al exilio.

La censura más negra fue la que se impuso con el gobierno militar del 76

 

El humorista argentino Juan Carlos Colombres, mejor conocido como Landrú, un gran “gambeteador” irónico de la censura que lo acosó durante varias décadas a partir de la mordacidad de su revista Tìa Vienta, narró alguna vez esta anécdota de la España franquista: “Hubo una revista española, La Codorniz, que la cerraron tres veces. La primera de ella porque publicaron un parte meteorológico que decía así: “Reina en toda España un fresco general procedente de Galicia...”, en alusión a Franco”.

LOS ARGENTINOS

En la Argentina hubo “listas negras” de escritores y artistas, tanto en el segundo gobierno de Perón como durante el periodo de la llamada Revolución Libertadora y, esencialmente, durante el gobierno militar que se inició en 1976 y terminó en 1983.

La lista negra del peronismo incluyó, entre otros artistas famosos, a Libertad Lamarque, Niní Marshall, María Rosa Gallo, Alberto de Mendoza, Arturo García Buhr, Ulyses Petit de Murat, Orestes Caviglia, Tulio De Michelis, Alberto de Zavalía, Delia Garcés, Hugo Fregonese, Pepe Arias, Osvaldo Pugliese, Luisa Vehil, Lidia Lamayson, Irma Córdoba, Amelia Bence, Atahualpa Yupanqui y Astor Piazzolla, la mayoría de ellos por disidencias ideológicas o por rivalidades con artistas encumbrados en el oficialismo.

Pero al asumir en 1955 el gobierno que derrocó a Perón fueron también muchos los intelectuales y artistas sobre quienes la censura oficial les aplicó la condena del silencio. Entre ellos figuran el talentoso Leopoldo Marechal, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Alberto Vaccarezza, Nicolás Olivari, Arturo Jauretche, César Tiempo, Elías Castelnuovo, Horacio Rega Molina, Arturo Cancela, Armando Cascella, Alberto Ponce de León, Hugo Wast, Brandan Caraffa, Manuel Ugarte, Raúl Scalabrini Ortiz, Ernesto Palacio y Leonardo Castellani.

Pero la censura más negra fue la que se impuso con el gobierno militar del 76. Tan sólo con enumerar a quienes cayeron bajo ella alcanza y sobra para descalificarla: Julio Cortázar, María Elena Walsh, Tomás Eloy Martínez, Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Nacha Guevara, Horacio Guarany, Mercedes Sosa, Juan Gelman, Antonio Berni, Rogelio García Lupo, Jorge Bernetti, Jacobo Timerman, Hugo Gambini, Haroldo Conti, Daniel Moyano, Roberto Cossa, Abelardo Castillo, Osvaldo Dragún, Juan José Manauta,Atilio Stampone, Juan Carlos Cedrón, Noé Jitrik, Agustín Alezzo, Fernando Solanas, Héctor Alterio, Marta Bianchi, Luis Brandoni, Norman Briski, Leonardo Favio y Florencio Escardó, entre otros.

MAFALDA

Sin embargo, ocurre que una nena no mayor a diez años, Mafalda, el personaje de historieta creado por el humorista Quino, se burló todo el tiempo de la censura aplicada por los militares del 76. Los críticos suponen que su inteligencia y sagacidad fueron demasiado agudas para los burdos funcionarios a cargo de manejar las tijeras y las mordazas.

La Mafalda de Quino no sólo sobrevivió al terror en su país, sino que tampoco fue prohibida en países como Paraguay, dominado entonces por la dictadura vitalicia de Stroesnner. En el primer cuadro de una tira publicada en el diario Ultima Hora en esos años sombríos, Mafalda va por la vereda y ve un grafiti que dice: “¡Basta de censu...”. En el segundo cuadro ella, que siguió caminando, piensa: “O se le acabó la pintu o no pu termi por razo que son del domi publi...”

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