¿Qué les pasa a los árbitros con los equipos platenses?

“Cuando hacés el balance a fin de año, entre lo que te quitaron por errores y lo que te dieron por equivocaciones contra el rival, terminás empatado”. Con esa frase suelen consolarse en el mundo del fútbol, aquellos bien pensados que siguen entendiendo el fútbol como un deporte de absoluta limpieza, donde se miden once contra once y al cabo de noventa minutos se impone el mejor.

No es el objetivo de estas líneas generar un discurso para la tribuna ni sumar una voz más al coro de los que entienden que en el fútbol argentino está absolutamente todo mal. Sí, marcar que hay serias deficiencias en nuestro campeonato y que uno de los aspectos en que más se ha involucionado es el arbitral. Entre los constantes cambios de conducción en el área, la falta de carácter de muchos jueces que llegan a Primera sin estar aún preparados para el desafío y las insoportables presiones que reciben -sean permeables o no a ellas, que existen es un secreto a voces- los encargados de impartir justicia vienen regando afuera de la maceta en un alto porcentaje. Y, casualidad o no, últimamente los equipos de nuestra ciudad no vienen ligando con las “equivocaciones”.

Entre domingo y lunes Estudiantes y Gimnasia han sufrido horrores arbitrales en su contra. En el caso del Pincha fueron determinantes y alteraron por completo el resultado del partido. En el del Lobo, pudo haber ocurrido lo mismo si el penal no cobrado terminaba en gol.

Estudiantes ganaba 2 a 0 y el descuento de Independiente, que alteró el trámite del partido, se produjo en un clamoroso fuera de juego, de esos que se aprecian en el primer golpe de vista en el campo y no de los “televisivos”, argumento en que suelen escudarse los asistentes después de equivocarse. Paradoja del destino, un rato después, el otro asistente sí sancionó un fuera de juego -que no era- de Apaolaza en lo que hubiera sido el hipotético 3 a 2 para los albirrojos. Dos errores de entidad que adulteraron el resultado del choque. Equivocaciones que no pueden pasar por alto si se persigue mantener la credibilidad en los encargados de impartir justicia.

Esos fallos abrieron la puerta para un río de especulaciones. Se recordó que el ente arbitral sigue estando bajo la tutela de la AFA y que la Casa Mayor de nuestro fútbol es presidida por Claudio Tapia, yerno y delfín político de Hugo Moyano, el titular de Independiente. Esto no implica una velada acusación contra el cuarteto arbitral, pero la grosería de sus yerros abrió la puerta para especulaciones de ese tenor.

En la otra vereda, Gimnasia también viene ligando parejo. Le sancionaron un penal de dudosa entidad (el de Oreja ante Banfield) y, como contrapartida, obviaron uno a su favor por una ampulosa mano del defensor de San Martín Lucas Acevedo, que ganó espacio de manera indebida en una clara intención de sacar una ventaja. En calle 4 habían puesto el grito en el cielo al enterarse que el sorteo de AFA había deparado el debut en primera del novel Nazareno Arasa, justo en una de las plazas más difíciles para arbitrar como la tucumana. ¿Nervios? ¿Presión? ¿Un simple error visual? Sólo Arasa lo sabe, lo cierto es que la sanción que obvió pudo haber cambiado el rumbo de un partido crucial en la pelea de la zona baja en la tabla de los promedios.

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En un fútbol argentino donde la sospecha, el lobby y la ventaja están a la orden del día, Estudiantes y Gimnasia fueron los patos de la boda en esta última jornada de la Superliga. Sin tiempo que perder, tendrán que tener la “guardia alta”, la frase que patentó para el campeonato vernáculo Marcelo Gallardo para contrarrestar el peso de Boca en todas las áreas de poder de nuestra máxima competición.

¿La lucha debe ser para que los platenses vuelquen esas sospechosas ventajas a su favor? ¡Claro que no! Con no sentir que les están metiendo la mano en el bolsillo todo sería mucho mejor.