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La Ciudad |En la Ciudad, la Región, el interior bonaerense y del país, en Brasil. Los históricos ladrillos siguen apareciendo por doquier

El frigorífico Swift, el 1º subte porteño y el faro de Santa Cruz, con sello platense

Hace casi dos años, los descendientes de Francisco Ctibor salvaron el horno de la fábrica de ladrillos que funcionó entre 1882 y 1995 en Ringuelet. Un libro y una muestra recopilan por primera vez los edificios que llevan su marca

El frigorífico Swift, el 1º subte porteño y el faro de Santa Cruz, con sello platense

Vista del horno Hoffmann por dentro. Aquí se hicieron los ladrillos que dieron vida a edificios emblemáticos de La Plata y la Capital / César Santoro

Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

3 de Noviembre de 2019 | 02:21
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“Hace poco nos llamó un operario que estaba trabajando en la estación (ferroviaria) de Liniers, para decirnos que encontró ladrillos con la inscripción F. Ctibor en la estructura del edificio”, contó a este diario, a mediados de la última semana, Victoria Ctibor (se pronuncia Estibor), bisnieta de Francisco, el ingeniero e inmigrante checo que en 1905 compró la que, para entonces, era la segunda fábrica industrial de ladrillos del país.

Enclavada en un predio de 100 hectáreas de la naciente Ringuelet, donde ahora se extiende, entre otras cosas, un hipermercado de capitales estadounidenses, fue la madre de una impresionante -por su cantidad y su carácter emblemático- serie de edificios, casonas y otras estructuras. El jueves pasado se presentó un libro que, por vez primera y de la mano de la arquitecta María Cristina Avinceta, nombra a los hijos de los ladrillos macizos elaborados allí. Que, lejos de vivir sólo en La Plata y la Región, lo hacen en el interior bonaerense, Capital Federal, Entre Ríos, Santa Cruz, Brasil.

En esa larga lista ya está la estación de Liniers. “E irán apareciendo otros edificios, en otros lugares”, anticipó la bisnieta del emprendedor checo. Y lo dice el libro: “los ladrillos prensados eran sellados con la sigla F. Ctibor, lo cual ha permitido ubicar el destino de las piezas en obras de gran envergadura. Lamentablemente no se han conservado los registros de clientes” y ello “ha dificultado la identificación de las obras en su totalidad”.

Son piezas en las que se materializa la historia profunda de la Ciudad. Por caso, en el Museo del Ladrillo se exhibe una con la inscripción “Portalis, F. Carbonnier y Cía. La Plata. 1882”. Impacta verla.

“Portalis y Carbonnier montaron ese año una pequeña fábrica cuyo valor agregado eran los hornos Hoffmann, un producto directo de la revolución industrial. No pudieron superar la gran crisis de 1890. Y, luego de años de inactividad, fue comprada por Francisco Ctibor en 1905. Implicaba el paso de la fabricación artesanal a la industrial. En el país, solamente hubo una antes que ésta, la San Isidro”, relató Victoria, tras intercambiar mensajes con las arquitectas Nelly Lombardi y Cristina Avinceta.

Antes de conocer a algunos de los principales hijos de los ladrillos fabricados en esos hornos que se conservan a la vera del Camino Centenario, llegando a 514, vale recordar que estuvieron a medio paso de perderse a pesar de que son -al menos en los papeles- patrimonio arquitectónico platense. Hubiese representado un capítulo más de la Ciudad sin memoria.

Hace poco menos de dos años, tras una larga y dura batalla legal iniciada en 2014, los descendientes de Francisco Ctibor recuperaron los hornos Hoffmann, que actualmente están en pleno proceso de restauración. “El hipermercado vecino tenía el usufructo del predio, con la condición de mantener su estructura. No fue así”, afirmó Victoria. Troncos de plantas enormes, que por años crecieron en su interior, estaban destrozando esa estructura central; las malezas mandaban adentro y en los alrededores del lugar que aportó el material para construir la Catedral, la Legislatura, la Casa de Gobierno, el Palacio de Tribunales y el Hotel Provincial -por nombrar un pequeñísimo puñado de grandes inmuebles-; no había rastros del techo; la gran rampa por la que se subía el carbón para cocinar los ladrillos estaba derruida, y había riesgo de derrumbe de la base y, peor aún, de la chimenea.

Saneamiento

María Cristina Avinceta cuenta que “la sociedad Cerrano, Carbonnier, Fréres y Portalis firmó un convenio con la Provincia de Buenos Aires, en 1882, para la instalación de una fábrica de ladrillos macizos que incluía un novedoso horno Hoffmann (nombre de su creador, el alemán Friedrich Hoffmann), en las afueras de la Ciudad. Funcionó con éxito durante años hasta que la situación económica del país devino en la crisis de 1890 (...) El 19 de noviembre de 1905 se publicó en el diario El Argentino el llamado a licitación para la ejecución de las obras de saneamiento de la ciudad, fechado el 20 de octubre de ese año. Dos meses después se otorgaba la obra al ingeniero Francisco Ctibor, quien decidió comprar la fábrica existente”, para entonces sin actividad.

Son piezas en las que se materializa la historia profunda de la Ciudad

Conformaron las instalaciones “dos hornos Hoffmann; dos hornos menores de llama invertida; secaderos naturales; un edificio de producción y mantenimiento; administración; viviendas; comercio; departamento policial; enfermería, y la maquinaria importada para la extracción, producción y traslado con un sistema de vías de trocha ancha y angosta. La empresa contaba con depósitos en la estación de trenes Solá -en Barracas- y oficinas en la avenida de Mayo de Capital Federal. Desde 1905 hasta 1995 se mantuvo en funcionamiento. Mientras tanto fueron destinándose tierras a nuevos usos, reduciéndose el predio a una superficie de 19 hectáreas”.

Francisco, quien manejaba seis idiomas, trabajó en Francia para el ingeniero Eiffel en la construcción de la torre homónima. Más tarde lo hizo en el primer intento de apertura del Canal de Panamá. Fue corrido por la fiebre amarilla, y mientras algunos de sus hermanos se fueron a Estados Unidos, él eligió Argentina. En 1900 volvió a su país natal para casarse. Retornó a estas tierras y se instaló en Quilmes. Tuvo un aserradero que se incendió. Una fábrica de picaportes de bronce. Y hasta importó cabañas de madera de EEUU. En 1905 llegó su gran oportunidad.

Los frigoríficos de Berisso, la destilería, el 1º subte de Capital, llevan ladrillos platenses

Victoria Ctibor apuntó una coincidencia. “La fábrica San Isidro se hizo fuerte en Buenos Aires a raíz de las obras de saneamiento impulsadas tras la fiebre amarilla. Y la primera gran obra de ésta fue la de los conductos de desagües de la Ciudad”, dijo, para insistir en que fueron las fábricas industriales de ladrillos 1 y 2 del país.

Así, unos 250 obreros, que vivían en el complejo habitacional que se extendía en un sector del predio, se rotaban para fabricar ladrillos macizos que iban construyendo La Plata y edificios magníficos en otros sitios.

¿Cuál fue la revolución que instauró Hoffmann y que se espació por toda Europa? “El horno tenía una estructura anular, con numerosas bocas por las que se introducían los ladrillos secos para su cocción. El fuego era continuo. El lugar funcionaba 24 horas al día, 365 días al año”, se explicó.

“Había un proceso previo de tres meses hasta llegar al ladrillo seco. La materia prima estaba en la zona, pues esta tierra dicen que era de lo mejor de la época para la industria”, puntualizó Victoria Ctibor, parada a un costado de la centenaria estructura. Y describió que “los ladrillos eran introducidos en el horno en carretilla a través de las arcadas (bocas). Los obreros formaban bloques. Después las bocas se tapaban, también con ladrillos. Entonces, quienes trabajaban en el techo levantaban unas tapas y echaban el carbón. Empezaba la cocción, a 900 grados centígrados”.

Con el tiempo el combustible pasó a ser el fuel oil. Luego, el gas. Hasta el cierre en 1995.

De Plaza Moreno a Santa Cruz

A la lista citada de construcciones con ladrillos “Made in Ringuelet” hay que sumarle, en la Ciudad, el Molino Campodónico; el muro perimetral del Club Estudiantes; el Instituto Médico Platense; el Cine San Martín; la actual Escuela de Cadetes del Servicio Penitenciario; el ex Distrito Militar; el Aeropuerto La Plata.

En Berisso, nada menos que los frigoríficos Swift y Armour y el Hogar Social, y en Ensenada la Destilería de Petróleo. La Capilla Santa Elena del Parque Pereyra, ya en Berazategui. En el interior bonaerense, el ex Club Hotel Casino Sierra de la Ventana y la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, en Puán.

En la CABA: la actual Usina del Arte, el hoy Museo de Arte Moderno (antigua fábrica Nobleza Piccardo), Docks de Puerto Madero, la primera línea de subterráneo, el edificio Kavanagh, Frigorífico Swift en Dock Central, Puerto Nuevo, Banco Popular, sucursales del Banco Nación (12 y 13), el Hospital Militar.

En Santa Cruz, el Faro de Cabo Blanco. En Entre Ríos, el Palacio San Carlos de Concordia. En Brasil, el Frigorífico Armour de Santa Ana de Libramento. Y siguen las firmas.

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Vista del horno Hoffmann por dentro. Aquí se hicieron los ladrillos que dieron vida a edificios emblemáticos de La Plata y la Capital / César Santoro

Muestra en 3D de algunos de los “hijos” de la fábrica / C. Santoro

Ismael trabaja en la restauración del horno. Casi se pierde / C. Santoro

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