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Deportes |LA CONSAGRACIÓN ABSOLUTA

México 86, el Mundial con el que se instaló en el Olimpo eterno

En aquella cita, el Diez llevó a la Selección de Carlos Bilardo al ansiado título. Dejó perlas históricas, como los dos goles a los ingleses en cuartos y el doblete a Bélgica, en la semifinal

26 de Noviembre de 2020 | 04:27
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México 86 fue el Mundial en el que Diego Maradona alcanzó la gloria, y el camino completo que desembocó en la gran final contra Alemania representó uno de los episodios más iluminados no sólo de la historia del fútbol, sino de todo el deporte argentino. Con Carlos Bilardo como gran arquitecto de una Selección nacional única, su capitán, el que recibió la cinta que hasta entonces había sido propiedad de Daniel Passarella, fue el eje sobre el que giró un ciclo imborrable.

Maradona, el dueño de la camiseta con el número “10” de aquel equipo, con 25 años, fue la estrella que guió a todo el seleccionado a una brillante conquista, la segunda a este nivel después de Argentina 78. Ídolo del Napoli italiano, Diego resultó el conductor, máximo artillero (cinco goles, uno considerado el mejor de la historia de las Copas del Mundo) y principal referente del seleccionado que en el camino dejó, entre otros rivales, a Inglaterra.

En ese cruce particular por situaciones que desbordaron, por mucho, lo estrictamente futbolístico, se produjo en cuartos de final y quedó inmortalizado por los dos goles de Diego que significaron el triunfo: el de la famosa “mano de Dios”, sobre la que todavía se continúa hablando, y el segundo, considerado en forma unánime como el mejor gol de todos los tiempos. A tal punto que en nuestro país, este año, hizo modificar la fecha del día del futbolista.

Este seleccionado que diagramó Bilardo sufrió serios cuestionamientos desde su nacimiento, y el desempeño en las Eliminatorias y durante una gira previa le marcó un sendero plagado de espinas, que incluyó hasta un intento desestabilizador. En ese marco, el plantel designado viajó a México con el propósito de lograr un aislamiento y a la vez contrarrestar los efectos de la altura.

Bilardo eligió como centro de concentración las instalaciones del club América, donde diagramó todo lo que tuviera que ver con sus tácticas y estrategias a partir de la figura de Maradona, su jugador más emblemático en una formación armada con esa idea desde el primer día, cuando tras ser contratado por la AFA para hacerse cargo de la Selección nacional imaginó a Diego y después el resto.

LO ANTICIPÓ

Ni bien iniciada la concentración en México, una extraña enfermedad intestinal causó la salida de Daniel Alberto Passarella, el anterior capitán, y la cinta quedó definitivamente en el jugador número “10”, el primero en respaldar siempre al entrenador con sus declaraciones. “Fuimos los primeros en llegar, y seremos los últimos en irnos”, anticipó Diego a poco de instalarse en tierras aztecas.

Con la competencia a la vista, Bilardo impuso su estrategia de juego con un novedoso esquema 3-5-2, que resultó una defensa compuesta por un líbero y dos stoppers, cinco mediocampistas con dinámica y dos atacantes. Esta idea, que sufrió variantes sobre la marcha, le permitió al conjunto albiceleste avanzar, paso a paso, hasta consagrarse campeón el término de una campaña sencillamente brillante. Con Maradona como principal intérprete en un grupo que, como equipo, no mostró prácticamente fisuras y en el plano individual exhibió muchos puntos altos.

Argentina disputó la final contra Alemania y ganó 3 a 2, con anotaciones de José Luis Brown, el Tata, Jorge Valdano y Jorge Burruchaga, mientras que para los germanos señalaron Karl Heinz Rummenigge y Rudi Völler. Aquel plantel estuvo integrado, entre otros, por Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Sergio Batista, Ricardo Giusti, José Luis Cucciuffo, Héctor Enrique, Néstor Clausen, Julio Olarticoechea, Claudio Borghi, Marcelo Trobbiani, Oscar Garré y Pedro Pablo Pasculli.

Nuestro representativo, que había sido campeón del mundo por primera vez ocho antes, como local en el año 1978, y que había decepcionado luego en España 82, se coronó en forma brillante en México con un equipo que gozó de un genio como Maradona, quien en esta competencia alcanzó su plenitud, pero que tuvo otros intérpretes sobresalientes, como Jorge Burruchaga, quien terminó convirtiendo el gol que significó el título, José Luis Brown, quien también brilló en el último capítulo, Jorge Valdano y Oscar Ruggeri.

EL DÍA SOÑADO

Argentina ganó aquella final el 29 de junio de 1986, aunque más allá de esa fecha, quedó grabado con la misma fuerza lo ocurrido el 22 de junio, cuando el capitán, conductor y goleador jugó un partido soñado, en cuartos de final, contra Inglaterra. En solo cuatro minutos, a poco de comenzada la etapa complementaria, el mejor jugador del mundo marcó nada menos que el recordado como “el gol del siglo” y también el gol con la “mano de Dios”.

La primera de esas dos obras de arte tuvo, según el propio Maradona, una suerte de intervención divina: fue “un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”, dijo tras el partido. El segundo, inmortalizado como “el gol del siglo”, selló la victoria frente a la selección inglesa. El partido, inolvidable, finalizó 2 a 1 por el descuento de Gary Lineker.

EN ASCENSO

La consagración de Argentina en México 86, con Maradona consagrado como el mejor de todos, fue el punto final de un proceso de menor a mayor, que alimentó muchas sospechas en el tránsito por las Eliminatorias y una sufrida clasificación en partido contra Perú, en el Monumental, con protagonistas centrales que luego no llegaron a la Copa del Mundo, tales los casos de Ubaldo Matildo Fillol, Daniel Passarella y Ricardo Gareca.

Nuestro país ganó su pasaje mundialista al adjudicarse su grupo con nueve unidades, por delante de Perú ocho, Colombia seis y Venezuela uno.

Ya en competencia mundialista, de la formación inicial frente a Corea del Sur, el primero en dejar su lugar como lateral derecho fue Néstor Clausen, le siguió Claudio Borghi, tras el enfrentamiento con Italia; mientras que otros que perdieron protagonismo fueron Oscar Garré sobre la punta izquierda y Pedro Pasculli, quien en octavos de final definió el clásico jugado con Uruguay.

Tras una primera etapa clasificatoria, que superó imponiendo condiciones con siete puntos sobre Italia cinco, Bulgaria uno y Corea del Sur uno, la selección se afirmó definitivamente, con argumentos como para ser campeón, tras el referido triunfo 1 a 0 contra los uruguayos. Con una formación sólida y la diferencia que marcaba Maradona, pasó a Inglaterra (2 a 1) en cuartos, Bélgica (2 a 0, en semifinales, y Alemania 3-2 en la final.

A propósito de la definición, Argentina sacó dos goles de ventaja, Alemania alcanzó la paridad, y Diego cuándo no, se encargó de alejar cualquier tipo de fantasmas cuando puso en acción a Burruchaga, quien no falló en una larga corrida que finalizó en la gloria del “10” y de un equipo inolvidable que tuvo al frente al jugador que para Bilardo fue el punto de partida.

“Vino a las 7 de la mañana y me dijo ‘vamos a caminar’. A mí todo eso, después de César Menotti, me chocaba. Pero apenas salimos lo primero que me dijo fue que iba a ser el capitán... ¡me cagó!”, confesó Diego en su momento refiriéndose al protagonismo que le aseguró el Narigón ni bien aceptó el ofrecimiento de Julio Grondona para tomar las riendas del seleccionado en lugar de César Luis Menotti.

LOS CINCO GRITOS

Maradona convirtió cinco goles México 1986, determinantes, con su sello, en tres presentaciones. El primero fue contra Italia, en la etapa clasificatoria de grupos. Para Diego, fue uno de los más lindos que convirtió en su carrera. El segundo y el tercero se los convirtió a Inglaterra. El gol con la mano, recordado como “la mano de Dios”, y el mejor de todos los tiempos, que lo mostró ganando metros desde la mitad de cancha y definiendo como un verdadero artista. Los restantes fueron en la seminal , contra Bélgica.

Más allá de los goles, que resultaron fundamentales, Diego fue el alma del equipo argentino que levantó la última Copa del Mundo. Lider adentro y afuera de la cancha, porque además de manejar cuestiones típicas de la pelota, también supo hacerse cargo de situaciones al margen, que no fueron pocas en una delegación que hasta debió salir a comprar camisetas para cumplir con las necesidades de colores impuesta por la organización.

 

 

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