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La Ciudad |UNA PROMOCIÓN DE ESTUDIANTES QUE QUEDARÁ MARCADA POR EL COVID-19

Alumnos del último año de secundaria, entre los más golpeados por la pandemia

Confiesan que aquello que en principio parecía “algo pasajero” se convirtió en “una forma de vida”. Que a medida que pasa el tiempo añoran más estar en la escuela, compartir, hacer bromas, charlar, reír. Es el final no soñado

Alumnos del último año de secundaria, entre los más golpeados por la pandemia

Felipe Rosales, Valentín Atanasof y Augusto Ferreyra. El 7º año no soñado

15 de Julio de 2020 | 01:44
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Quienes cursan el último año de la secundaria “son los más afectados por este aislamiento, pues sienten que no pueden despedirse después de un ciclo en el que vivieron alegrías y tristezas”, definió la psicopedagoga Liliana González. “Una de las particularidades de estos alumnos y alumnas es que han construido la identidad de su promoción a lo largo de todo el recorrido del secundario, y logran su punto cúlmine de identificación con el nivel justamente el año en que están próximos a egresar”, explicó la directora de Educación Secundaria bonaerense, Myriam Southwell.

Mediados de julio. Y sigue mandando la incertidumbre. Los chicos y las chicas que esperaban este año con enormes expectativas, ven que se va apagando la llama.

El emblemático colegio Albert Thomas está irreconocible. Acostumbrado a albergar en sus aulas, pasillos y talleres a unos 2 mil estudiantes por año, hoy espera vacío el día del retorno a clases. Un día que nadie sabe cuándo llegará y si lo hará en 2020, al menos en el AMBA y en la Ciudad.

Hacer proyectos para la postpandemia es “ciencia ficción” para muchos chicos. La incertidumbre es total

 

“Este año es diferente a los demás. Es muy difícil de comparar. Especialmente séptimo, al que esperamos desde hace mucho tiempo, desde hace más de seis años”, dijo Ciro Gómez Raso, dándole -sin saberlo- la razón a Myriam Southwell: el último curso es la consumación de todos los anteriores.

Pero a esta promoción le tocó una pandemia. Ciro, sin embargo, en un punto siente que es un privilegiado: “Hay un poco de bronca, pero al entender lo que estamos viviendo, esa bronca disminuye. Y en mi caso, tengo el privilegio de contar con una casa con calefacción e internet. Y por ello no pierdo la continuidad, aunque sea de manera virtual”.

Su compañero Valentín Atanasof esperaba que “este fuese el mejor año de todos, sinceramente. Ya en julio, he podido notar que se me ha facilitado, tal vez por tener menos carga horaria y porque debo poner en práctica todo lo que he aprendido. (Pero ello) no quita el hecho de que esto pueda perjudicarme significativamente para años posteriores, en la facultad o en un futuro trabajo”, proyectó.

Felipe Rosales está viviendo un año “muy raro”. Por el trabajo de su padre siempre anduvo de provincia en provincia, y una vez que el destino fue Buenos Aires y pudo estar cerca de su familia, llegó la pandemia y la cuarentena. “Por suerte, en el colegio hice amigos rápidamente. Me tocaron compañeros excelentes que me hicieron la adaptación más fácil. Pero lamentablemente no llegué a conocer a todos en forma personal, tampoco a algunos profesores”, comentó.

EL AULA, DIVINO TESORO

“Con los chicos estamos constantemente en contacto, ya sea por redes sociales o por mensajería. También hemos tenido algunas clases virtuales en donde pudimos escucharnos la voz, vernos las caras. (Pero) la experiencia del 7º año es incomparable, irremplazable. Podemos encontrar cosas que se parezcan, pero no que sean iguales. Es una pena que no podamos vivirlo a pleno como los chicos de años anteriores. La libertad y las experiencias vividas en 7º, al menos lo poco que pude vivir a principios de año, eran hermosas”, describió Augusto Ferreyra.

La psicopedagoga Liliana González puntualizó que los docentes “tendrían que enfocarse más hacia lo emocional que hacia los contenidos, sin dejar que cumplan el rol de psicólogos, porque no lo son, pero hay que entender que a estos chicos, a la edad que tienen, la frustración les influye más”.

Ciro Gómez Raso acotó que entre ellos mantienen “reuniones virtuales para el estudio, y cada tanto para jugar algún juego. No obstante, lo que se vive en un aula, y más en el último año, es irremplazable. Por ahí hay cosas que se le asemejan, pero jamás lo igualan. Las risas, las cargadas, el buen clima del aula tiene una mística que no he visto en otros lugares”, definió el joven alumno.

Felipe Rosales acordó. “La verdad es que es difícil reemplazar las experiencias que podríamos haber tenido, como por ejemplo las prácticas profesionalizantes de la escuela, o las salidas con amigos. Tenemos las redes sociales y los juegos, podemos compartir cosas y charlar, pero claramente no es lo mismo”, enfatizó.

DESPUÉS, ¿QUÉ ES EL DESPUÉS?

Hablar de un viaje de egresados, de una entrega de diplomas, de una fiesta de despedida, para los chicos y chicas que hoy cursan el último año de secundaria es construir castillos en el aire. La incertidumbre es absoluta.

“Poco hablamos sobre el momento en que esta cuarentena termine. Sí, estuvimos conversando sobre un posible viaje a la playa, pero ahora, en un momento donde todo es volátil, nada puede ser concreto y pasarse de una idea a un hecho”, sintetizó con claridad supina Augusto Ferreyra. Y remató: “Todos deseamos tener la entrega de diplomas, en mi caso es lo que más anhelo tener cuando todo esto termine”.

“En principio sería algo pasajero, pero con el tiempo se volvió una forma de vida”

Augusto Ferreyra,
7mo. año, 10ma. división

 

“Las risas, las cargadas, el clima del aula tiene una mística sin igual”

Ciro Gómez Raso,
Séptimo año

 

“Tenemos las redes sociales para charlar, los juegos... Pero claramente no es lo mismo”

Felipe Rosales,
7mo. año. 4ta. división

 

“Sinceramente, esperaba que este fuese el mejor año de todos”

Valentín Atanasof,
7mo. año, 4ta. división

 

La especialista González consideró que “las familias y los docentes deben ayudar a los chicos a entender que a todos se nos ha caído un sueño alguna vez. Porque los más grandes ya estamos acostumbrados a cambiar un proyecto por otro, pero a ellos les influye más la tristeza, por lo que hay que garantizarles que se van a poder despedir”.

En esa línea añadió que la escuela “les tiene que dar un espacio para se saquen esa bronca y esa tristeza de adentro, un espacio para que hagan grafitis, obras de teatro” u otro tipo de emprendimiento.

Ciro Gómez subrayó, precisamente, que “si algo exacerbó el aislamiento son las ganas de viajar, y más si es con amigos”.

“Si bien en nuestro caso particular, al unirnos varios cursos no nos conocemos entre todos, sí tenemos una relación buena, y ni hablar el grupo que viene junto desde hace mucho”, resaltó.

“Por esas razones, lo mínimo que podemos hacer es una despedida -afirmó el estudiante-. Personalmente me encantaría poder hacer un viaje entre todos, aunque esta vez, además de las dificultades que existieron siempre, se le suma la pandemia y la compleja situación económica que ello trae consigo. Pero yo creo que algo vamos a poder hacer”, auguró.

Estar en el aula, en los pasillos, las bromas, las risas, compartir, no se reemplaza con nada

 

“Este año nos sorprendió a todos. En principio sería algo pasajero, pero con el tiempo se volvió una forma de vida”, reflexionó Augusto, para expresar que “el sentimiento de encierro está presente, pero uno intenta llevarlo lo mejor posible y no permitir que esto que está sucediendo nos venza”.

“Los imagino tristes”, dijo González, también escritora y especialista en clínica de niños y adolescentes. Y explicó: “Es que sienten que están perdiendo sus rituales, como el viaje de egresados, el buzo, sus banderas”, enumeró, para conjeturar que “muchos de ellos quizás hayan hecho un aprendizaje acelerado de la frustración”.

Por último, señaló que estos jóvenes “necesitan que los docentes los ayuden lo más posible a tener algo del clima el aula, en sus vidas a través de las plataformas virtuales, las videocartas; que no sea sólo contenido lo que reciben”, finalizó.

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