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¿Qué estamos esperando?

SERGIO SINAY
Por SERGIO SINAY

20 de Septiembre de 2020 | 08:32
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Desde el 20 de marzo, cuando se instauró la cuarentena (luego sabríamos que era solo la primera de una larga serie) la vida se ha convertido en una espera continua. Algunos esperan la llegada de una vacuna sobre la que existen más hipótesis y fantasías que certezas. Otros esperan el momento de reencontrarse cuerpo a cuerpo con seres queridos y extrañados. Otros esperan volver a su actividad cotidiana, esa de la cual vivían. Hay quienes esperan volver a entrar a un estadio y ubicarse en una tribuna. Existen los que esperan poder concretar ese viaje largamente soñado y ahora largamente interrumpido. Hay quienes esperan simplemente sobrevivir, ya sea física, emocional, psíquica o económicamente. Están los que, encerrados y paralizados, esperan salir a la calle. Y los que esperan regresar a la práctica de su deporte favorito. Hay ancianos que esperan sencillamente una visita. Y, dedicados sin pausa ni respiro a funciones esenciales, hay quienes solo esperan descansar. Y muchos esperan que alguien les hable e informe con honestidad, sin subterfugios ni manipulaciones políticas o económicas.

Desde que el tiempo se detuvo y los días, las promesas, las advertencias, las horas y las sensaciones empezaron a girar en una noria de la que por el momento no parece haber salidas, cada persona espera algo. Algunos lo hacen con paciencia, otros con desasosiego, otros con esperanza, otros con inquietud y hartazgo, otros con optimismo, otros con resignación. De pronto ha ocurrido lo que parecía ilógico e inconcebible. El tiempo se detuvo. Ese tiempo que, según momentos o situaciones, a veces parecía esfumarse, otras veces estancarse y en otros casos fluir armónicamente. Hoy nada de eso ocurre. Las páginas de los calendarios parecen pegoteadas, las agujas de los relojes inmovilizadas, los días empiezan y terminan sin más novedades que cifras que van perdiendo significado, voces mediáticas que surgen desde pantallas y receptores como excreciones de figuras fantasmagóricas, conferencias de prensa en que los funcionarios de turno parecen dibujos animados que hablan en un idioma inentendible, y redes sociales que reproducen de manera automática todo tipo de noticias falsas o memes que van remplazando el humor con dosis crecientes de histeria.

Vida es todo lo que existe, más allá e independientemente de lo humano

 

FUERA DE LA FILA INDIA

En “Semillas de esperanza”, un libro que recopila varios de sus muchos escritos, el sacerdote holandés Henri Nouwen dice: “La palabra paciencia significa disposición a permanecer donde estamos y a vivir la situación al máximo, en la creencia de que algo oculto se nos manifestará”. Permanecer donde estamos. No hay otra opción con el tiempo detenido. ¿Pero es que alguna vez fluye de verdad el tiempo? El 21 de marzo de 1955 Albert Einstein escribía una carta al hijo y a la hermana de su íntimo amigo y colega, el ingeniero suizo Michele Besso, quien había fallecido una semana antes. “Para aquellos de nosotros que creemos en la física, les decía Einstein, la distinción entre pasado, presente y futuro es solo una obstinada y persistente ilusión”. En su libro “El orden del tiempo”, publicado 62 años después de aquella carta, en 2017, el físico teórico italiano Carlo Rovelli se pregunta si la afirmación de Einstein es sustentable. Y concluye que no. “La distinción entre pasado, presente y futuro no es una ilusión, afirma. Es la estructura temporal del mundo”. No hay una línea temporal en la cual nosotros y nuestras experiencias nos ubicamos en fila india, pero que no formemos esa fila no significa que no haya relación entre nosotros, apunta Rovelli en su obra, rica en información, en ideas y en belleza literaria. Hay una relación temporal entre eventos y experiencias, no todas ocurren al mismo tiempo. Y esa relación determina la secuencia de la existencia.

El filósofo alemán Rüdiger Safranski es uno de quienes ha pensado con lucidez y profundidad sobre los misterios nunca develados del tiempo. En su inspirado ensayo titulado simplemente “Tiempo”, Safranski señala que hay un tiempo de la vida y un tiempo del mundo. Vida es todo lo que existe, más allá e independientemente de lo humano. Ya había vida antes de nosotros y la habrá una vez que hayamos desaparecido como especie (algo que nos empeñamos en lograr, por ahora sin éxito, pero con perseverancia). Mundo no debe confundirse con planeta. Planeta es la esfera que habitamos y todos sus componentes, mientras mundo es el ámbito específicamente humano, aquello que hemos creado y en cuyo ámbito nos desenvolvemos. El tiempo en el cual transcurre nuestra espera es el tiempo del mundo. El que hemos creado y en vasado en segundos, minutos, días, semanas, meses, años, décadas, siglos. Una trampa en la que hemos quedado atrapados, víctimas de ansiedades, impaciencias, angustias. El tiempo de la vida es ajeno a todo esto. Ocurre así porque el tiempo del mundo, el que medimos y en el que nos movemos, es lineal y limitado, cada suceso ocurre y desaparece, sabemos que tiene fin y cuando se detiene nos angustia porque tememos que ese final haya llegado. Por esa razón la espera continua, sin información cierta, manipulada con malas prácticas e intereses ambiguos y oscuros, termina por vivirse como una agonía. Mientras transcurre sin nuevas alternativas sentimos que es una cuenta descendente en la que se consumen dramáticamente horas, días, meses del plazo vital que nos fue concedido. “Ante la monstruosa extensión espacial y temporal del universo, la vida individual produce el efecto de un mal chiste”, escribe Safranski. “Se presenta minúscula e insignificante”. Esta es una sensación inconsciente y colectiva que tiñe a esta etapa que vivimos.

Todo lo que nos sucede, lo que vivimos, acontece en un momento y no en otro. Eso es el tiempo

 

LA TRAMA INFINITA

Cuando Einstein decía que pasado y futuro son ilusiones se refería a que todas nuestras experiencias ocurren en el presente. Y el tiempo, que por definición fluye, no puede existir si solo hay presente. Pero entonces aparece Gottfried Leibniz (1646-1716), filósofo, matemático y teólogo alemán, para decir que, así como los objetos por su sola presencia crean el espacio, los eventos, por el mero hecho de ocurrir, crean el tiempo. Todo lo que nos sucede, lo que vivimos, acontece en un momento y no en otro. Eso es el tiempo.

Para Rovelli los humanos no dejamos de ser parte de la Naturaleza (es decir de la totalidad de lo existente y de la vida). Una pequeña pieza, entre muchas otras, en el gran mosaico del cosmos, según dice. Por eso el tiempo del mundo y de la vida están relacionados. La teoría cuántica, explica este científico, no describe los sucesos en el tiempo, sino cómo cambian una cosa o un sujeto respecto de otra u otro. Cómo acontecen los hechos respecto uno del otro. Los humanos, dice Rovelli, “somos una red de intercambios de emociones y pensamientos. Y nos los intercambiamos cuando estamos en el mismo lugar y en el mismo tiempo, hablándonos, mirándonos a los ojos, rozándonos la piel”. Y, aun así, esa red va mucho más allá de los escasos días de nuestra vida. Todo, incluso estas líneas que ahora el lector recorre, es parte de esa trama (así lo diría Rovelli). Y lo que esperamos, en el fondo, es seguir tejiéndola. Cuanto antes.

 

 

(*) El autor es escritor y periodista. Su último libro es "La aceptación en un tiempo de Intolerancia"

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