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Lawrence Ferlinghetti, padre espiritual de la generación beat, murió hace pocos días en San Francisco a los 101 años de edad. Escritor y editor, promovió una revolución cultural en el mundo
“Te estoy enviando señales a través de las llamas/ el polo Norte ya no se halla donde solía estar...”, dicen dos versos de Laurence Ferlinghetti, el último poeta que quedaba vivo de la ruidosa generación beat. Lo cierto es que el mundo cambió a partir de las letras desenfadadas y contraculturales de aquellos jóvenes. Ferlinghetti falleció en su casa de San Francisco el miércoles pasado, un mes antes de cumplir los 102 años, debido a una afección pulmonar. Pese a su edad, no había arrojado la toalla: “Un escritor no se retira hasta que no puede sostener el bolígrafo”.
Ellos fueron la irrupción de una nueva realidad. La segunda guerra mundial en la que participó, la bomba atómica en Hiroshima, el rock que también estalló en los 50, Vietnam, la pérdida de realidad en una época de tecnologías, autopistas y luces fluorescentes, la libertad sexual, el misticismo intelectual derivado de figuras como Thomas Merton, todo se sumó en ellos para encontrarse un día de pie con la guardia alzada frente al universo.
Ferlinghetti fue fundador de la editorial y librería City Lights en San Francisco, con la que dio a conocer a autores como Jack Kerouac, Allen Ginsberg –estos dos, los de mayor relieve-, Ed Sanders, Ray Brenser, Michael Mc Clure, Gary Snyder, Philip Lamantia, Amiris Baraka y otros.
Ellos convirtieron a Estados Unidos, básicamente a Nueva York, en el polo de la modernidad poética, replicado desde Europa por la lírica de los jóvenes músicos y revolucionarios de Liverpool.
Hasta la aparición de la generación beat, los grandes movimientos literarios del siglo XX habían sido impulsados por parte de países latinos como Francia, España e Italia, pero la generación beat surgió de la cultura estadounidense y británica, rescatándose en esa avanzada no sólo el aporte de intelectuales como T.S. Eliot y Virginia Woolf sino el empuje indetenible del rock y de los cantantes beats que universalizaron su influencia.
En la generación beat se fusionó el deseo de luchar y cambiar las cosas con la compulsión casi ingenua por cubrirse de olvido, por extinguirse como cenizas. El principal de todos, Kerouac, escribió alguna vez este texto: “Me desperté cuando el sol se ponía rojo y fue aquel un momento inequívoco de mi vida, el más extraño momento de todos, en el que no sabía ni quién era yo mismo: estaba lejos de casa, obsesionado, cansado por el viaje, en la habitación de un hotel barato que nunca había visto antes (...) No estaba asustado, simplemente era otra persona, un extraño, y mi vida entera era una vida fantasmal. Estaba a medio camino atravesando América, en la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro, y quizá por eso sucedía aquello allí y entonces, aquel extraño atardecer rojo”.
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Pablo Guimón, en El País, hace pocas horas despidió con estas palabras a Ferlinghetti: “Criado en Nueva York, curiosamente no tuvo relación con los que serían los grandes escritores beat de la Costa Este hasta que en 1951 atravesó el país y abrió City Lights en San Francisco. Aquella librería se convirtió en un imán de escritores. Mayor que ellos y partidario de un estilo de vida menos alocado, Ferlinghetti sin embargo acompañó, publicó y defendió a los grandes poetas beat. Montó una pequeña editorial en la que en 1956 publicó “Aullido”, el alucinógeno manifiesto anti establishment de Allen Ginsberg, que se convirtió en Biblia en verso de la contracultura. En 1957, debido sobre todo a las escenas de imaginería homosexual que contenía el libro, el editor fue arrestado, acusado de imprimir “escritos indecentes”. Tras un largo y mediático juicio, fue absuelto. El mundo descubría a Ginsberg y a la generación beat. Nacía la leyenda de Ferlinghetti”.
¿De dónde viene la raíz “beat” que consagraron los muy británicos “Beatles”?
Ferlinghetti nació en 1919, al fin de la Primera Guerra Mundial. Su padre, inmigrante italiano que montó un pequeño negocio inmobiliario, murió a poco de nacer él. “Antes de que el pequeño cumpliera dos años, su madre fue internada en un hospital psiquiátrico, y el futuro poeta fue criado por una tía lejana, pasó por un orfanato y después fue acogido por una pareja rica que vio potencial en aquel crío. Una niñez con tintes dickensianos que contribuyó a su tendencia adulta a salir en defensa de los perdedores” siguió diciendo la nota de Guimón.
La insurgencia fue uno de los atajos de Ferlinghetti: “”No podemos ser poetas de salón”. Dirá más adelante la nota de El País: “Defensor de los márgenes más libres de la creatividad y alérgico al imperante conservadurismo puritano, la lucha contra la censura fue uno los dos grandes logros de Ferlinghetti. Otro fue el inicio de una revolución en la edición independiente. Creada desde la nada, el mensaje de City Lights a los escritores radicales e innovadores era que no tenían que preocuparse si las grandes editoriales de Nueva York no les hacían caso”.
Ferlinghetti fundó la editorial City Lights, con la que dio a conocer grandes autores
En sus versos no dejó de golpear a su país y comparó, con ironía, los famosos desastres de la guerra pintados por Goya con la cultura americana propia de la segunda posguerra mundial: “Somos la misma gente / sólo que más lejos de casa / en autopistas de cincuenta carriles/ en un continente de hormigón / sembrado de insípidos carteles / que ilustran imbéciles ilusiones de felicidad”.
Se había licenciado en periodismo y en la Segunda Guerra Mundial luchó a bordo de un caza-submarinos por el Atlántico Norte. Antes de mudarse a San Francisco, se graduó en literatura en Columbia y acudió a la Sorbona como tantos bohemios de posguerra. “Sí, acaso, fui más el último de los bohemios que el primero de los beat”, dijo en una entrevista en The Guardian en 2006. “Pero de alguna manera, lo que de verdad hice fue cuidar de mi tienda”.
Entre sus obras principales, Ferlinghetti dejó “Un Coney Island de la mente “1958); Ella (1960) novela; “A partir de San Francisco” (1961) “¿Tyrannus Nix?”, 1969; Paisajes de la vida y la muerte (1979); The cool eye (1993) y “A far rockaway of the heart” (1997). También es autor de varias obras teatrales.
¿De dónde viene la raíz “beat” que consagraron los muy británicos “Beatles”? Gran dilema cultural y lingüístico.
En julio de 2017 escribió Luciano Sáliche para Infobae –”Radiografía de la Generación Beat, los poetas que rompieron todo”- las siguientes palabras: “ Se dice que la primera vez que alguien dijo la palabra “beat” fue en 1947 en Times Square. En un estado de “evanescente exaltación”, Herbert Huncke no la dijo, la gritó. Un aullido en el camino. Cinco años después, John Clellon Holmes escribió en el New York Times un artículo titulado This is the Beat Generation. Allí definía algo que provenía de las entrañas de un país helado: “una revolución cultural en desarrollo, hecha por una generación de jóvenes (...) sin valores espirituales que pudiesen honrar”.
“Por aquellos tiempos, Jack Kerouac habla de lo beat como lo beatífico, que quiere decir, según el diccionario: que tiene o produce serenidad y placidez. Pero, ¿quiénes eran estos poetas marginales que deambulaban por los suburbios de Nueva York o San Francisco? ¿Qué decían, cómo lo decían, contra qué lo decían? Durante la década del 50, un grupo de poetas hartos de tanta guerra, tanto consumismo, tanto idiotez nacional, decidieron crear su propio lenguaje”.
Impactaron sobre la música, la literatura y el cine de la segunda mitad del siglo XX
Pero hay otras alternativas en la raíz “beat”, según lo consigna una prestigiosa profesora platense de inglés: “Beat no sólo puede derivar de beatitud. En estudios que se han realizado, se dice que los Beatles apostaron a esa palabra en su significado de latido, pero también puede traducirse por pobre o derrotado, frustrado, abatido”.
“John Lennon jugaba mucho con las palabras y también hizo intervenir en este lío etimológico a la cercana palabra “beetles” (con dos “e” juntas), que significa “escarabajo”. Y en aquella época fueron más que populares los autos Volkswagen, que remiten en forma inmediata a los Beatles, que eran “fierreros” y amaban este auto, incluidos en muchas de sus películas, sobre todo las dirigidas por Richard Lester.
De todos modos, la palabra “beetles” también significa “ritmo” y de allí que haya sido y siga siendo un laberinto de salida muy problemática saber de dónde viene lo de la raíz “beat”.
Jack Kerouac, uno de los poetas beat / Web
Ferlinghetti fue calificado como el padre espiritual y descubridor de la generación beat. Su vasta cultura literaria abarcó, sin embargo, todos los tiempos. Hay poemas suyos (”La poesía como un arte insurgente”) en el que el discurso del creador incluye a poetas de todas las épocas y latitudes. La parte que concierne dice así: “La condición del mundo pide auxilio para que la poesía lo salve./Si aspiras a ser un poeta, crea obras capaces de responder al desafío de los tiempos/ apocalípticos, aun cuando esto signifique que tu tono sea apocalíptico./ Tú eres Whitman, eres Poe, eres Mark Twain, eres Emily Dickinson y Edna St. Vincent Millay/, eres Neruda y Mayakovsky y Pasolini, eres un norteamericano o un extranjero,/puedes conquistar a los conquistadores con palabras”.
Impactaron sobre la música, la literatura y el cine de la segunda mitad del siglo XX. Rechazaron los valores clásicos, adoptaron y a su modo promovieron la droga, la alucinación, es decir mostraron con honestidad el lado más turbador de la vida y padecieron ese calvario. Fuimos, dijo Kerouac, “los héroes subterráneos que se salieron de la maquinaria de la libertad de Occidente”.
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Lawrence Ferlinghetti y su librería City Lights en San Francisco / Web
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