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Deportes |OPINIÓN

Para seguir amando al fútbol

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

20 de Junio de 2021 | 03:33
Edición impresa

“Si ‘el 10’ corre así, todos tienen que correr”. Más aún, si Lionel Messi, próximo a cumplir sus 34 años, aparece tan enchufado y comprometido como si fuera un debutante de veinte, hasta dan ganas de ir pensando en cómo viajar al Mundial de Qatar.

Después del 1-0 del viernes contra Uruguay, y antes del juego de mañana mismo contra Paraguay, la Argentina de Lionel Scaloni se confirma como una selección bien terrenal. No le sobra nada, pero juega con seriedad.

Contra Uruguay fue el partido número mil en la rica historia de la selección argentina y fue justo contra su primer rival, Uruguay.

El clásico rioplatense fue el primer partido en la historia del fútbol de selecciones fuera de Europa (20 de julio de 1902). Y el viernes, horas antes del renovado duelo de Copa América, habían jugado en Wembley, por la Eurocopa, Inglaterra y Escocia, primer partido en la historia del fútbol de selecciones (30 de noviembre de 1872). Coincidencias hermosas.

El fútbol, está claro, es historia pura. Una historia que también es juego, negocio y tiempos modernos. Porque el clásico rioplatense fue televisado gratis en España vía Twitch por el streamer Ibai Llanos, aquel mismo que protagonizó una polémica con cierta prensa local más tradicional.

Y el fútbol es también una historia además atípica, como vimos el mismo viernes con los cánticos de hinchas escoceses burlándose de Inglaterra y vivando a Diego Armando Maradona, su “Mano de Dios”, su “Corazón Valiente” en botines y con camiseta albiceleste. “Hay algo raro con el fútbol, es como que necesita negar la realidad para seguir existiendo”. Nos lo dijo apenas antes del partido, en una entrevista radial, el escritor y humorista Pedro Saborido. Y así se puede entender.

Ayer en Brasil se realizaron cerca de cuatrocientos actos de protesta contra el gobierno de Jair Bolsonaro, el presidente que está siendo investigado por el Parlamento en su país por su polémica gestión de la pandemia, que podrá alcanzar el medio millón de muertos en plena Copa América. En ese contexto se juega el certamen (y en ese contexto la selección de Neymar sigue imparable, candidata firme al título). Y, en ese contexto también, está prohibido también criticar a la Copa América, como avisó la Conmebol con la sanción de un partido y multa de 20.000 dólares que impuso al goleador boliviano Marcelo Martins Moreno, quien no recibió el más mínimo respaldo de sus colegas. Mundo Fútbol. Y Mundo Conmebol. No sé si el fútbol niega la realidad para seguir existiendo. O si crea su propia realidad. Una burbuja que no solo es sanitaria.

Si alguien expresa por qué el fútbol sigue siendo igualmente un imán único ese es Messi. Fue notable la cámara personal que le dedicó la transmisión del canal TyC Sports. Confirmó lo que cualquier futbolero había visto con sus propios ojos. Messi siempre quiso jugar con Argentina. Goleador histórico, cerca ya del record de presencias, etcétera, etcétera. Los números están, pero a esta altura son lo de menos. Messi fue casi siempre el mejor del equipo. Jugando bien o mal. La adversidad, eso sí, solía desnudar a veces su lado más humano, más vulnerable. La tontera de las redes sociales expusieron con crueldad esa expresión de “pecho frío” y las comparaciones eternas con Diego Maradona.

Lo que se vio el viernes por la noche, y se está viendo ya seguido en el ciclo de Scaloni, es que, acaso más relajado, más crecido, más convencido de que, gane o no un Mundial u otra Champions, Messi ya no tiene que demostrarle nada a nadie más que a sí mismo.

Algo se percibió en su última etapa con Barcelona. Superada su decisión inicial de irse del club, asumió su rol de líder en el nuevo ciclo del holandés Ronald Koeman y solo su figura enorme logró igualmente que el equipo en formación llegara hasta el final con chances de ganar la Liga. Y es así con la selección. Habla, dirige, juega, corre, se compromete. Emociona su entrega.

Inevitable pensar que habrá cambios mañana contra Paraguay. Inevitable pensar en cómo ir cuidando a Leo, porque termina fusilado todos los partidos. Y porque lo precisamos no solo para tal vez ganar títulos. Sino para, pese a todo, seguir amando al fútbol.

 

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