La crioconservación y el misterio detrás de “Los Niños del Llullaillaco”

En marzo de 1999, en un volcán de 6.739 metros de altura, el Llullaillaco, ubicado en el departamento Los Andes, en plena Puna de la provincia de Salta, fueron hallados los cuerpos extraordinariamente conservados de dos niñas y un niño, ahora conocidos mundialmente como “Los Niños del Llullaillaco”, en el marco de una expedición de la National Geographic Society comandada por el explorador Johan Reinhard. Estos cuerpos permanecieron en el lugar por más de 500 años, y los investigadores establecieron que fueron ofrecidos en una ceremonia religiosa incaica conocida como Capacocha, uno de los rituales más importantes del imperio, en gratitud al sol, y este año el Museo que los alberga, el MAAM de Salta, inaugurado en 2004 especialmente para albergar a los niños, recibió por segunda vez consecutiva el Premio Traveller´s Choice de Tripadvisor, tras haber sido votado por los viajeros como el mejor de Argentina.

Su colección principal presenta el patrimonio arqueológico descubierto en 1999, que incluye a los tres niños y todo el ajuar que los acompañaba, compuesto por unos 150 objetos con arte plumario, metal, cerámica, textil, con componentes orgánicos que se deben mantener con iluminación filtrada, una temperatura estable de 18 grados, y una humedad del 45%. Pero lo que sigue asombrando al mundo, es el estado de conservación de esos cuerpos.

Mario Bernaski, director del Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM) de Salta, describe que “el sistema de crioconservación que preserva el estado de los Niños de Llullaillaco es único y replica las condiciones del volcán, que permitieron que, durante más de 500 años, los tres cuerpos se hayan convertido en viajeros del tiempo. La crioconservación es un concepto nuevo en la conservación de cuerpos humanos, que tiene que ver con saber qué pasó en el volcán durante más de 500 años para que ocurra esta magia”.

Para lograr esas condiciones en el Museo, se encaró un programa de medición de alta montaña, durante un año y medio, el cual permitió establecer que en la cima del volcán la temperatura era constante, a 13º bajo cero, con poco oxígeno y una humedad del 44%.

“Eso ya nos daba condiciones de diseño, y de allí surgió la idea de la cápsula, al entenderse que de esa manera se podía modificar internamente la atmósfera y dar frío de manera indirecta, con muy poco oxígeno para que no se oxiden y no cambien de color los niños”, reveló Bernaski, quien destacó que “a la temperatura constante de menos 13º decidimos llevarla a menos 20, que es con la que estamos trabajando hoy, porque fundamentalmente hasta los 18 grados bajo cero puede haber actividad bacteriana”.

“Nosotros no inventamos nada - apuntó el director del MAAM, quien además dirigió el proyecto de conservación, iniciado en 2001 – simplemente descubrimos qué es lo que hacía el volcán, y tecnológicamente lo replicamos y lo potenciamos, en un sistema de criopreservación que es único”.

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En este sentido, contó que “la Universidad de Santa María de Arequipa, de Perú, ha pedido el mismo sistema para el Museo de Santuarios Andinos, y estamos trabajando en una fuerte transferencia tecnológica”.

Una de las cápsulas de conservación

Una vez desarrollada esa idea en Argentina, fue el equipo del Invap, con todos sus conocimientos en la parte satelital y de medicina nuclear, el que diseñó y construyó la cápsula donde permanecen los cuerpos, que posibilita una visualización panorámica de los mismos, y en su interior se modifica su atmósfera reduciendo el contenido de oxígeno a un 2%, en un ambiente estable de 20º bajo cero.

Además, estas cápsulas cuentan con iluminación filtrada en rayos ultravioletas e infrarrojos, lo que garantiza la correcta presentación y preservación de los niños.

El uso de estas nuevas tecnologías, la innovación y modernización de los recursos empleados y la permanente actualización e investigación, posicionaron al laboratorio de Crioconservación del museo como un referente a nivel nacional e internacional sobre conservación y presentación de cuerpos momificados.