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Séptimo Día |PAULA GIGLIO

Cuerpo poético

ANDRÉS SZYCHOWSKI

19 de Marzo de 2023 | 07:24
Edición impresa

El cuerpo es el agujero del arte. De ese agujero viene la expansión, la obra y sus infinitas resonancias. Otra forma de decirlo: el cuerpo es el repliegue de lo difuso... Se podría seguir o imaginar a Van Gogh temblando, tiritando, al desnudar un girasol. Verlo caminar por una plaza luego de decir basta: sudado y libre.

Paula Giglio sube a la mesa, ingresa al ordenador, observa los dos lados de la pantalla sin dejar de mirar por la ventana. Afuera, “un árbol henchido de limones”; más allá, un transeúnte –el lector– con las manos en los bolsillos, al que se le vuela el sombrero en mitad de la avenida. La respuesta del sujeto aún no sucedió. ¿Paralizarse? ¿Correr hacia el sombrero entre la furia de los automóviles? La respuesta, en el campo poético, se eterniza. El lector está advertido.

Adentro, la transparencia borrosa, una sonoridad con acordes de neblina. Los límites adentro-afuera, sentido-sinsentido, se mueven, delicadamente. Alguien desata el nudo que sostiene una cortina y la poeta percibe que se le desprende algo. Eso que cae es un misterio que viaja en la cinta de raso que sostenía el conjunto. En el poema “Principio antrópico”, Giglio escribe: Una palabra más/ y se rompe el equilibrio. / El agua líquida no es casual; / tampoco la distancia / entre el Sol y la Tierra: / un poco más acá, y seríamos vapor; / un poco más allá, y seríamos de hielo”.

En el cuerpo se lee de un tirón por el magnetismo de sus metáforas, silencios, giros, simpleza. El lector se mantiene al lado de una ventana simbólica donde humo y neblina se funden. Un tirón que no responde a las convenciones del apuro sino a lo que está por acontecer: la poesía.

Cada poema es un insecto de colores inéditos que se mira sin parpadear, a prudencial distancia, porque puede ser venenoso. La tonalidad del libro es la de una tristeza para nada amarga. El humor hace del dolor, de lo trágico en el núcleo del dolor, otra cosa. Porque la poesía, en sí misma, sugiere la autora, es un movimiento que no puede ser el de la huida. “Tenemos que movernos / para darle forma al universo” o “Llegaremos lejos / pero habrá que llegar jugando”.

Editado por Ediciones del Dock (Buenos Aires) en 2016 y reeditado ahora por Ediciones Liliputienses (Cáceres, España) en 2022, el libro traza en su lectura una suerte de estela. No se sale indemne. ¿Acaso no es en el cuerpo donde las palabras urden la trama cuando lo real es humo inhalado por humo? “Habrá que exhalar / pero con un sentido”.

 

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