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A través de la imitación, los más pequeños pueden perder su calma natural o desarrollar la capacidad de gestionar emociones
Aunque a partir de los siete años los niños pueden comenzar a meditar solos, y con cuatro son capaces de mantener una práctica diaria, mucho antes pueden empezar a beneficiarse de la conciencia plena. A través de la imitación y el juego los más pequeños pueden fortalecer la calma y la atención. Estas son algunas de las herramientas para despertar estas habilidades en los más pequeños.
Los niños, cuando son muy pequeños, aprenden a través del juego y la imitación, y con la meditación ocurre lo mismo. “Cuanto más pequeños son los niños, más cortos tienen que ser los ejercicios, absolutamente lúdicos al principio y, luego, introduciendo más técnica, pero que duren unos pocos minutos”, recomienda Domínguez. Asimismo, no es necesario explicar al principio por qué se realiza la práctica. “Como les aburramos con una explicación sobre lo que vamos hacer, sobre los beneficios, han desconectado al minuto”, añade el psicólogo.
Para ayudar a que los niños focalicen la atención en su respiración durante unos minutos, utiliza una rana de peluche. “Un rana puede enseñar a observar y trabajar la respiración. Esto funciona tanto para vuestro hijo, como para vosotros”, explica en su libro. “Cuando miráis a una rana veis su vientre subir y bajar despacio. Tiene atención. Atención y respiración. A menudo basta con eso para no ser invadido por emociones fuertes como el miedo, la ira, la alegría o la tristeza”, añade.
Los niños necesitan sentirse seguros y cómodos cuando comienzan una meditación, y uno de los momentos que garantizan estas condiciones es el momento de irse a dormir. “Es una buena idea empezar con la meditación para dormir bien juntos, como una introducción cuando los llevas a la cama. Leer una historia en la cama, cantar juntos o seguir el audio de una meditación para dormir es un buen comienzo para acabar el día e iniciar una buena noche de sueño”, sugiere Snel.
A través de la imitación y el juego los más pequeños pueden fortalecer la calma y la atención
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Tal y como propone la autora en su libro, las historias deben estar relacionadas con el momento del sueño, ser tranquilas e incluir descripciones que fomenten la relajación, como el bostezo o la sensación de pesadez en los párpados causada por el sueño.
Otra de las técnicas para cultivar la atención de los más pequeños es recurrir a la comida. “Se trata de una toma de conciencia con ejercicios relacionados con probar diferentes alimentos poniendo en ello toda la atención”, comparte la terapeuta.
Esta forma de meditación les ayudará a comer y saborear con más conciencia y respeto, tanto por los alimentos como por su propio cuerpo. Para ello es importante comer sentados, en una mesa y no en el sofá.
“Los niños no son siempre buenos oyentes, pero son perfectos imitadores, de forma que cuando como padres nos tomamos el tiempo para estar realmente presentes de forma calmada y consciente, les damos también la herramienta más valiosa para el resto de sus vidas: convertirse en adultos estables y conscientes, con buenas relaciones con ellos mismos y otros”, asegura Snel.
Esto es tan sencillo como dedicar espacios de tiempo al juego consciente entre padres e hijos, y eliminar las pantallas o reducir su impacto al máximo. “No se trata de usar herramientas, sino de vivir de forma más atenta, con menos prisa y más tiempo para, simplemente, estar con otros. Los niños pueden perfectamente vivir en este momento, sin urgencias en este demandante y complejo mundo que cambia tan rápido”, añade.
Las emociones en los niños más pequeños son, en ocasiones, como una montaña rusa. Pueden pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos, giros provocados por una inmadurez en la gestión de los sentimientos y la falta de capacidad para reconocerlos todavía. Cuando no los identifican ni los comprenden puede desencadenarse una repetición constante de determinadas situaciones, como enfados o gritos, o una represión de las mismas. “La emoción, en este caso, tendrá que buscar otros caminos menos previsibles para expresarse”, indica Snel.
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