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Ocurrencias: y encima nos quedamos sin exorcista

Ocurrencias: y encima nos quedamos sin exorcista

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Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

9 de Julio de 2023 | 02:57
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Faltan guardavidas y sobra oleaje encrespado. Mientras los dueños de la realidad se la pasan augurando mejores futuros -siempre y cuando elijamos a ellos- el país convalece de incertidumbres. Hay miedo. Y los candidatos que apuntan a la mano dura registran mejores mediciones. El Batman de las diagonales, que tan buena obra llevó adelante, sin Robin ni subsidios, colgó la capa a tiempo, cansado de ayudar y de ponerle esfuerzo y garra a su vocación. Y su heredero todavía no ha salido de la baticueva para animarse a llevar juguetes y distracciones a una ciudad que está muy entretenida en poder cuidarse. Encima la reciente muerte del padre Mario Mancuso, un baluarte del equipo de los exorcistas, nos dejó más desamparados que nunca frente a los demonios que acechan en veredas y góndolas de este país costoso y asustado.

En estos días, donde cielos e infiernos se disputan la actualidad, hay que acordarse de esta buena gente que se tomó el trabajo de salir a perseguir diablos. Los curas exorcistas son cada vez más requeridos. La situación aconseja reforzar la dotación de ángeles para poder contener los fantasmas que andan divulgando la retórica del odio. Los ruegos al Gauchito Gil y a San Expedito arrecian ante una población que ha hecho de la desesperación un estilo de vida. Los supersticiosos tienen su fe apoyada en estos santitos de segunda categoría que a más de uno le han enseñado a creer. Y estos sacerdotes exorcistas vienen a ser los nuevos gendarmes de una bondad cada vez más acobardada. Mancuso contó que, en La Plata, el grupo de exorcistas que dirigía, atendía cada viernes a los desesperados de por aquí cerca que, en número creciente, buscan la ayuda de una iglesia aliviadora para sacarse de encima sus demonios.

La inflación, de tan nuestra, ya merecería figurar entre los símbolos patrios

Ojalá Mancuso haya encontrado en su cielo los ángeles de la guarda que tanto buscó y tanto se necesitan

Ojalá Mancuso, tan esperanzador y empecinado en pelear contra el maléfico entrometido, haya encontrado en su cielo los ángeles de la guarda que tanto buscó y tanto se necesitan. Cuando el más acá amenaza demasiado, uno acaba desconfiando de la mansedumbre del más allá. Esperamos que alguna baticueva salvadora le dé refugio a este sacerdote que se encargó de no perderle pisada a un maléfico que por aquí se hizo notar demasiado.

El Papa Francisco, recordemos, de entrada aclaró que Satanás existe. Ahora, después de mucho dudar decidió volver a la Argentina de visita, como si hubiera elegido la patria como destino final de sus excursiones evangelizadoras. Conoce el limbo de este territorio que viene descompensado desde otro siglo y que pide los gritos algún exorcista de excelencia que nos saque del espíritu tantos malos ratos y decepciones. Pero no estamos solos en estos pesares. El Vaticano dijo que en promedio anualmente piden exorcismos 500 mil fieles, el triple que hace una década. En Italia hay 300 curas matriculados como exorcistas que están autorizados a pronunciar las oraciones salvadoras. Son rescatistas en busca de poseídos que portan una peste que daña más el alma que el cuerpo.

Por eso evocamos a quien fuera el único exorcista argentino de primer nivel, un cura seguidor que no se cansó de recibir desesperados en la parroquia Nuestra Señora de Luján, de la calle 60 y que una vez, en el Pasaje Dardo Rocha, al contar sus vivencias, lanzó un pronóstico desolador: “El satanismo -pronosticó allí- es sin duda un fenómeno en ascenso”, dijo. Su desaparición es otra buena noticia para el diablo.

La cosa está brava, pero no hay que acostumbrarse al miedo. La técnica de Mancuso era rigurosa y, por las dudas, habrá que aprenderla: primero hay que identificar a Satanás, porque no todo estropeado está poseído; y después, redoblar oraciones y ruegos para que el maldito inquilino abandone su víctima. Su tratamiento, basado en elevadas dosis de oraciones y rogativas, apunta a calmar a los desamparados y tener a raya a un Lucifer que aprendió a esconderse en el alma del hombre y que viene gestionando con éxito en una comarca con muchos diablos sueltos. Los males siempre han arraigado en tierras gauchas. Y por eso se necesitan más guardavidas para enfrentar un presente que viene complicado y una inflación que de tan nuestra ya merecería figurar entre los símbolos patrios.

 

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