Hernán Casciari y el detrás de escena “La uruguaya”, la película hecha con aportes colectivos

Hernán Casciari, el hombre que hizo llorar a Messi, decidió dejar todo en 2010 y fundar su propia editorial: Orsai, un proyecto autogestivo que sacudió el panorama, forjó una comunidad e inventó un modelo al margen de la industria.

Diez años más tarde, sin embargo, “la parte editorial ya no constituía un desafío”, cuenta en diálogo con EL DIA. “Lo fue en 2010, cuando no existía un sistema como el nuestro, y todos lo daban por imposible. Parecía imposible pagarle bien a los autores, no usar publicidad, distribuir en todo el mundo, ser absolutamente autogestivos pero al mismo tiempo rentables… Y nos costó un montón. Pero diez años después, la revista Orsai la hacemos de taquito: es rentable, pagamos bien, pero no constituye un desafío”.

Entonces, junto a su amigo de la infancia y socio fundador de Orsai, Christian “Chiri” Basilis, decidió crear Orsai Audiovisuales, una usina autogestiva, financiada colectivamente, para crear proyectos audiovisuales independientes.

“Lo encaramos para que la adrenalina siguiera fluyendo: el cine, que es otra de nuestras pasiones, supone un desafío para hacer las cosas de otra manera”, relata el escritor, editor y ahora productor cinematográfico: el primer producto de ese mecanismo de financiamiento, “La uruguaya”, adaptación de la exitosa novela de Pedro Mairal y con dirección de Ana García Blaya, aterriza hoy en más de 60 salas en todo el país, distribuida por Disney.

Una película hecha a contramano de toda convención: para realizarla, Orsai pasó la gorra, reclutando socios que, por 100 dólares, se convertían en productores de la película. En total fueron 1.961 socios, que apostaron por el proyecto antes de que se llevara a cabo (antes de que ningún proyecto se llevara a cabo de similar manera): un aporte a ciegas, aunque respaldado por el espíritu comunitario construido en más de una década por las ideas autogestionadas de Orsai en el panorama editorial.

Una inversión, además: todas las ganancias de “La uruguaya” son repartidas semestralmente entre los socios. Por eso, no es Orsai quien se encarga de la distribución en la pantalla grande, sino Disney, que garantiza que “una película tan chiquita, sin actores taquilleros, va a tener un recorrido en cines muy fuerte”, con salida en 60 salas. “Queríamos que los socios ganen mucho dinero. Hicimos un proyecto autogestivo, donde involucramos a miles de pequeños socios productores, con el objetivo de venderla lo mejor que podamos a las más altas esferas, para que los dividendos de cada uno de los socios sean suculentos”, explica Casciari.

LE PUEDE INTERESAR

VIDEO. Llegan las Tortugas Ninja y un superhéroe latino

LE PUEDE INTERESAR

El regreso de Cris Morena: “hay mucha oscuridad en las series, hace falta alegría”

APARECE LA NOVELA

El estreno es el fin de un recorrido que no comenzó con la intención de adaptar la novela, sino antes: aburrido del funcionamiento fluido de su emprendimiento editorial, “primero”, cuenta Casciari, “creamos un sistema de financiación de proyectos audiovisuales, sin tener ningún proyecto. Pero teníamos la logística, el cómo: cómo hacer para no utilizar al Estado, al INCAA o a Netflix, para que pongan plata y después te digan cómo hacer las cosas…”

Podrían haber debutado por otro lado, cuenta el editor oriundo de Mercedes: “Teníamos proyectos, pero eran proyectos creativos míos, y no quería empezar adaptando un cuento mío, una novela mía: se podía llegar a entender que estaba armando todo el sistema para financiar mis propios proyectos”.

Entonces, “decidí esperar”. Y “Cuando apareció la novela de Pedro Mairal, supimos que era la indicada”.

La novela relata la historia de Lucas Pereyra (en la cinta, Sebastián Arzeno), un escritor casado que viaja a Montevideo a buscar unos dólares para saltar el cepo. Pero en realidad, todo es una excusa para encontrarse con Guerra, una joven, veinte años menor que él (en la película, Fiorella Bottaioli), que le despierta fantasías y le insufla energías que no encuentra en el frente local.

La historia le pareció ideal para llevar al cine a la gente de Orsai “por un montón de razones, pero una de ellas es que no tiene explosiones ni helicópteros: se puede hacer con un presupuesto acotado”, se ríe Casciari.

“Además”, agrega, “es muy divertida la novela, y toca dos temas que creo muy importantes en esta época”.

El primero: “Nuestra relación con el dólar, las devaluaciones, los cepos”, que llevan al protagonista “a ir a buscar la plata afuera y traer dólares en un doble fondo de la valija… Es un problema grave de salud mental que tenemos”.

La película llega en un momento donde el dólar parece ser protagonista absoluto de la vida cotidiana, pero “podría salir en cualquier momento, de 1950 a la fecha, y estaríamos en la misma situación”, se ríe, para no llorar, Casciari.

El segundo de los problemas importantes que abordaba la novela e interesó a Casciari es “un problema grande que tenemos los varones de mi generación: estamos en esta especie de crisis, donde todo el tiempo necesitamos saber si podemos cog… o no a pibas de 25”.

La novela es un relato en primera persona de Lucas, “como el fluir de la consciencia es de Lucas, y un poco lo perdonás. Es una novela, pero muy querible”, lanza Casciari. Pero la película, dirigida por una mujer, Ana García Blaya, con un equipo de guionistas encabezado por Josefina Licitra, es relatada por otra mujer, la pareja de Lucas, interpretada por Jazmín Stuart. Y transforma a Lucas en “un pajero”.

“Y es maravilloso ese cambio: no es que construyeron otro Lucas, lo mira otra mirada. La mirada es femenina”, dice Casciari.

El cambio de perspectiva fue decidido, cuenta, por el propio Mairal, que “pidió que la directora fuera mujer porque esto tenía mucho olor a huevo”, se ríe. Así, “más que una adaptación”, afirma Casciari, “la película es una respuesta femenina a una novela masculina”.

LAS DECISIONES DE LOS SOCIOS

Esta no fue una decisión, entonces, que tomaron los casi dos mil socios de la película, que sí tuvieron participación en otras determinaciones, además de sugerir, facilitar logística, contactos y demás. Un sistema horizontal y transparente donde el progreso se actualizaba semana a semana, en un podcast con directora y equipo al que estaban invitados los aportantes.

Los socios también pudieron ser parte del proceso de casting y hasta votaron elenco: García Blaya, que desde un comienzo quería a Arzeno y a Bottioli (hija de dos internautas que aportaron), tuvo que apelar a su poder de convencimiento para orientar las votaciones.

Casciari confiesa que ese “feedback” con casi dos mil personas, “a la gente que hace cine de forma tradicional quizás le costó un poco: se sentían expuestos ante 1.900 personas en un Zoom…”.

“Les costó darse cuenta que les tenía que chupar un huevo la presencia de toda esa gente, que no estaba ahí, estaban en su casa, muteados”, se ríe el mercedino. “Pero después del primer mes, es como ‘Gran Hermano’, se olvidaron. Y al final es mucho más fácil hacer cine así que de la forma tradicional: está la guita, toda, pagamos mejor, hay mucha más serenidad, no hay gente diciendo lo que hay que hacer… El que no se adapta puede seguir con el modelo tradicional, tranquilamente. Pero el que se da cuenta cómo viene la mano, entiende que esto es mucho más relajado”.

“La uruguaya” es el primer proyecto de Orsai Audiovisuales, que prepara ahora nueve proyectos más de un perfil similar, capaz de alcanzar a un gran público (en tiempos donde esa batalla parece casi perdida para el cine nacional), y, en el camino, generar ganancia para quienes apostaron por la producción, los socios.

Ese perfil, revela Casciari, tiene que ver un tanto con sus gustos cinematográficos. “Al principio, en la adolescencia, con Chiri intentábamos que nos gustara Godard, Tarkovsky, queríamos ser intelectuales. Nos interesaba alardear, sospechar que éramos inteligentes: veíamos un montón de películas que no entendíamos y decíamos que nos gustaban”, cuenta.

Pero “más grandes, descubrimos que nos gustaba el cine popular. Y que no éramos tan inteligentes. Entonces dejamos de tener vergüenza en decir que nos gustaba ‘Volver al futuro’, o ‘Cuando Harry conoció a Sally’. El cine que me gusta es el cine popular”, dice.

Así, entre los proyectos en carpeta se viene una miniserie con Darío Barassi y Verónica Llinás, la ópera prima de Diego Peretti como director, un documental con Justina Bustos, y el último proyecto, llamado “Cinco pelis”, donde se invierte para producir una comedia romántica de Tamara Tenenbaum, una comedia negra que escriben Saborido y Capusotto, un drama de época de Felipe Pigna, un serie distópica de García Blaya y Basilis y, claro, la serie animada de Dibu Martínez, con guión de Casciari y dibujos de Liniers: “Emi On Off” versa sobre la infancia de Dibu Martínez, un chico al que le gusta atajar y que descubre que tiene un superpoder, y “es supervisada, semana a semana, en un streaming muy divertido con Dibu, del que participan también los socios mientras escribimos el proyecto”.

“

‘La uruguaya’ era la novela a adaptar porque toca dos temas importantes: nuestra relación con el dólar, un problema grave de salud mental que tenemos, y la crisis que tenemos los varones de mi generación”

Hernán Casciari