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A Magdalena, en diligencia con Carlos Pellegrini, Miguel Cané y el arzobispo de Buenos Aires León Aneiro

Una azarosa travesía que pasó hace 142 años, uno antes de la fundación de La Plata

A Magdalena, en diligencia con Carlos Pellegrini, Miguel Cané y el arzobispo de Buenos Aires León Aneiro

Juan Gómez de Saravia, descendiente de uno d los expedicionarios q acompaño a Juan d Garay en su paso x La Magdalena.Se ven las ruinas del palomar derrumbado x una tormenta en 1880.La familia habita la zona desde mediados del año 1500

Alberto Joury

29 de Agosto de 2023 | 13:14

Ensenada. Julio de 1881. La Plata ni siquiera esta fundada. En la fresca mañana el sol empieza a entibiar los espíritus en una bella jornada de invierno.

Amancio Funes acaba de comprar el boleto para viajar a Magdalena. Se para frente al almacén de ramos generales y mientras espera la salida lee lo que dice el talón: “Mensajería Las Isleñas”.

En el costado izquierdo “Estevan Hardoy” (dueño de la empresa). En otro lugar y como un verdadero alarde de modernismo se consigna que fue impreso en la “imprenta y litografía a vapor la Zuñer.  Moreno 240. Buenos aires” y habilita al portador “señor/don que tiene el privilegio por la protección que siempre ha dispensado a mi empresa”. Al final figura la fecha, el año y se aclara que “el boleto es intransferible”. Lo rubrica: “Estevan Hardoy”.

En viaje por el camino de la costa

Los diez caballos negros están inquietos. Tiran vapor por los ollares y rascan con sus vasos el piso, demostrando que les sobra energía. Están frescos, listos para emprender la travesía por la pampa infinita. La galera ya esta cargada, lleva ocho pasajeros y correspondencia. El mayoral (conductor) anuncia la salida con el sonido desafinado de la corneta y la arenga “¡en viaje!”. Pechan los briosos Picasos y en el interior se siente un fuerte cimbronazo y parece que el carruaje va a deshacerse en mil pedazos.

El historiador Carlos Antonio Moncaut en su libro “Travesías de antaño” describe con rigor cómo eran esos azarosos viajes “tomamos por el camino blanco o Rivadavia” en dirección a Tolosa (población anterior a La Plata). (…) Poco a poco vamos divisando las lomas de Tolosa y al rato llegamos a la parada del Hotel Gamboa, construcción de madera. Sin otras novedades continuamos camino. De allí vamos a la Estancia de Don Ramón Maldonado y a los campos de Gómez de Saravia. Cruzamos un arroyo bastante encajonado y a partir de allí hasta las Mercedes”, los campos se hacen más bajos y el camino real transcurre en medio de una cañada. La caballada reforzada comienza a cinchar. Las ruedas se hunden el barro, pero la diligencia continúa con su mismo ritmo a marcha acelerada. Oímos el toque de corneta del mayoral. A los pocos momentos arribamos a la posta “La Casuarina”. Es ya mediodía y decidimos almorzar allí. Cerca de la casa se ve un viejo palomar y en sus proximidades otro, medio derrumbado a causa de una fuerte tormenta del verano pasado, según nos cuenta uno de los pobladores de la posta.

La casuarina.  La posta elegida por Carlos Pellegrini y Miguel Cané 

La vieja tranquera da justo a una peligrosa curva de la ruta provincial 11 y la calle 615. Nos internamos en el campo y a escasos cien metros se recorta la silueta de la posta de Hardoy o la Casuarina en medio de un espeso monte. Aquí buscando una reparadora pausa en el viaje entre Ensenada y Magdalena se han sentado a la mesa personalidades como Miguel Cané, Carlos Pellegrini, el arzobispo de Buenos Aires León Aneiro que iban invitados por el gobernador Carlos Casares hasta su Estancia Santa Rita de Punta del Indio. La vieja casona  acusa las huellas del paso de mas de ciento cincuenta años. Se trata de un edificación principal y dependencias. Todo es historia, y ocurre algo inesperado que nos sorprende. Franquea amablemente la entrada Juan Gómez de Saravia descendiente directo de Miguel Gómez de la Puerta y Saravia, lugarteniente de Juan de Garay y vecino fundador del grupo los Mancebos de la tierra que acompañaron al adelantado en su camino a los pagos de la Magdalena. Recorremos el solar y llegamos hasta el viejo palomar que menciona Moncaut en su relato histórico cuyas ruinas se mantienen aún en pie.

Rumbo al arroyo El Pescado

La antiquísima denominación de este curso de agua, reconoce sus orígenes en el año 1750. Hacia allí se dirige la galera. “en la zona ha estado lloviendo copiosamente – relata Carlos Moncaut-,  y El Pescado se salió de madre. Hay que cruzarlo con cuidado atravesándolo por un viejo puente de hierro que se encuentra cubierto por mas de medio metro de agua. La única guía para seguir es calculando por las barandas que delimitan los costados. El próximo puente a sortear será el del arroyo Zapata que es de madera y que también soporta una fuerte correntada”. La galera sigue superando todos los obstáculos, pero falta el mayor de ellos la temida Cañada de Arregui.

“Allí para prevenir el cruce del bañado que se avecina -dice Moncaut en su descripción-, se atan veinte caballos de refresco mas cinco cuartas largas. Es lo más bravo del paso, existe un pequeñísimo puente de madera para pasar, el cual se hace necesario desenganchar los caballos. La tarde está avanzada y el mayoral no desea perder tiempo en la operación y resuelve largarse directamente por el pajonal. La sensación que se experimenta en estos momentos es indescriptible. La galera se hunde y se levanta como un barco en el mar. La fuerza irresistible que la arrastra parece querer quebrarla en mil pedazos. Los caballos se afriman y con sus patas levantan una lluvia de barro que empaña las ventanillas. La travesía parece interminable y cuando algunos caballos no pueden afirmarse en el fango, los mas adelantados pisan ya tierra firme y ayudan a sus compañeros. En el interior del coche reina un desorden enorme. Ya cuando la noche empieza a tender su negro manto sobre el campo tranquilo, entramos al pueblo de la magdalena, nuestra ansiada meta”.

(…)” Llegamos a la plaza –termina diciendo Moncaut-,  admiramos la hermosa iglesia y arribamos muertos de cansancio a nuestro destino, deteniéndose la galera en el almacén de Módena, lugar de descanso de las diligencias, donde nos espera un jugoso churrasco y un fresco jarro de vino carlón.”

La última diligencia

Así se viajaba hace un siglo y medio para cubrir en trayecto entre el pueblo de Ensenada y los pagos de la Magdalena. Se trataba del primer medio de transporte democrático donde compartían el reducido espacio el estanciero acaudalado con el gaucho pobre, el preso con sus grillos y el policía que lo cuidaba. Todos sin excepción debían respetar las reglas de buena convivencia del viaje a saber:
    • no beber alcohol
    • no fumar puros o pipas
    • se permite mascar tabaco siempre y cuando se escupa por la ventanilla a favor del viento
    • si se duerme, no ronque fuerte
    • puede llevar armas de fuego para utilizarse en una emergencia
    • si los caballos se descontrolan mantener la calma
    • a los infractores se los baja, deberán volver caminando.
    • prohibido hablar de atracos y de malones

Hasta aquí la historia de la travesía que se inició a partir del boleto que nos cedió el reconocido escritor costumbrista platense Carlos Raúl Risso.

El francés Godoredo Daireaux, que en 1868 viajó en galera, describió de forma genial cuál era el clima que imperaba entre los pasajeros de éste transporte. Decía: "difícil es que entre ocho personas no haya al menos dos que se conozcan y cuatro que conozcan algunas de las que conocen las primeras. De modo que pocos intrusos quedan en esta efímera familia formada por una comunidad íntima de padecimientos y después de media hora de viaje todos son como hermanos o por lo menos primos…”.

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Pasaje al pasado. Este es el boleto original, para viajar en Galera del año 1880, de la empresa de diligencias de Estevan Hardoy

Vieja galería de la Posta. Aquí estuvieron Carlos Pellegrini y Miguel Cané.

La vieja Posta "La Casuarina". Aquí paran las galeras que iban rumbo a Magdalena. Personalidades argentinas estuvieron allí.

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