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Policiales |A pocas cuadras del Estadio único

El delito quedó en ridículo: feroz intento de robo al chofer de una app

Mediante un engaño, un hombre enrolado en una aplicación móvil de traslados logró evitar que dos motochorros se quedaran con su vehículo. La situación tuvo lugar cuando llevaba a un pasajero a su destino

El delito quedó en ridículo: feroz intento de robo al chofer de una app

El hecho tuvo lugar en 34 entre 27 y 28 / web

29 de Diciembre de 2024 | 02:59
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Un chofer de una app de traslado de pasajeros fue asaltado el pasado viernes en un sector del casco fundacional cuando se disponía a dejar un pasajero.

La pesadilla para este hombre comenzó aproximadamente a las 22:20 horas, cuando acudió a un sector de Lisandro Olmos para buscar a un pasajero que debía trasladar hacia calle 34 entre 27 y 28.

El hombre jamás sospechó la situación que terminaría viviendo al llegar a destino. Después de todo no tenía muchos motivos para pensar en una contingencia negativa.

Según lo que se podía ver en el perfil de usuario del pasajero, los pocos viajes que había contratado habían salido bien. Además el sector al que debía llevarlo tampoco se presentaba como una potencial amenaza.

Lo cierto es que al llegar al destino, este pasajero le pagó. Para darle el cambio que le correspondía inmediatamente el chofer se fue a la búsqueda de su billetera, la cual estaba guardada debajo de su asiento.

Jamás tomó dimensión de que con esta acción acababa de revelar dónde estaba su dinero.

Tampoco se dio cuenta de que alguien desde afuera del coche había estado observando cada uno de sus movimientos.

En ese mismo momento fue sorprendido por un sujeto que caminaba por el lugar, quien metió su mano por la ventanilla del conductor que estaba a media altura.

Al principio ofreció resistencia pero al ver que sujetaba un arma de fuego tipo revolver similar a un calibre 32, color negro bajó la intensidad y acató la orden de entregar su dinero.

Luego le exigió que le entregara el celular.

No conforme con la recaudación y el dispositivo, el ladrón se envalentonó y comenzó a exigirle mediante amenazas de muerte que abriera la puerta de su vehículo ya que quería tomar posesión del mismo.

Si bien por un momento creyó que podría salvarse del robo de su auto, cuando miró a través de la ventana del acompañante se dio cuenta de que era un golpe motochorro.

Un segundo ladrón conduciendo una moto se puso a la par del rodado dando claras señales de que no se trataba de improvisados.

Ante esto el hombre se bajó. Casi en un acto reflejo sacó las llaves del auto, tomó sus anteojos y comenzó a correr.

Lo mismo hizo el pasajero, quien asustado por la situación hizo lo mismo pero en dirección contraria.

El delincuente comenzó a seguir al dueño del rodado para que le diera la llave. Cuando lo alcanzó lo golpeó en varias ocasiones con la culata de su arma y hasta lo arrojó a la cinta asfáltica.

“Dame las llaves hijo de puta, las llaves” sic, dijo una y otra vez el hampón.

Tirado en el suelo, con el ladrón encima de él y amenazando con que lo “boletearía”, la realidad es que no le quedaban muchas oportunidades de salvarse.

Contra todos los pronósticos, cuando parecía que la suerte de este hombre estaba echada, la víctima sacó un conejo de la galera y dejó en ridículo al ladrón.

Muy probablemente el 27 de diciembre será recordado como el día en el que el delito cayó de rodillas frente a los ciudadanos de buena voluntad que se ganan el pan trabajando.

En una fracción de segundo al hombre se le ocurrió la idea de arrojar sus anteojos hacia un sector oscuro de la calle al tiempo que exclamó: “Tiré las llaves anda buscarla”.

Inmediatamente el ladrón dejó de patearlo y se dirigió al lugar. La víctima, en tanto, salió corriendo en dirección contraria.

Cuando el ladrón levantó los anteojos se dio cuenta de que había sido engañado.

Si bien enfiló hacia el lugar en el que se encontraba el damnificado, muy probablemente para intentar sacarle las llaves y desquitarse por la insolencia de su víctima, no hubo tiempo para más.

Los vecinos emitieron el pitido final activando sus alarmas vecinales.

Masticando bronca y lanzando toda clase de insultos y amenazas que se entremezclaban con el ensordecedor sonido de las sirenas, el sujeto se subió a la moto y junto a su secuaz abandonaron la escena ante el inminente arribo de la policía.

No se fueron con las manos vacías ya que se llevaron un celular que desde hace varios años venía pidiendo cambio y 150 mil pesos.

Pudo haber sido peor. Pudieron haberle sacado el coche y condenarlo a la ruina. Sin embargo, al menos esta vez, ganó el trabajo y la honestidad.

 

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