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La Ciudad |Con más voluntad que recursos

Comedores y merenderos: los vecinos que salen a la ayuda de su comunidad

En los últimos meses creció el número de chicos que asisten a estos espacios y sus coordinadores hacen malabares para ayudarlos

Comedores y merenderos: los vecinos que salen a la ayuda de su comunidad

Tres veces a la semana Caterina recibe a los niños en su casa

Camila Moreno

Camila Moreno
cmoreno@eldia.com

10 de Marzo de 2024 | 05:15
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La escalada inflacionaria de los últimos meses golpeó de lleno a los argentinos. Según el último relevamiento realizado por el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) el 57% de la población se encuentra en situación de pobreza y basta con recorrer los comedores o centros barriales para ver como aumentó el número de vecinos que acuden en búsqueda de asistencia.

“La verdad es que la situación se complicó demasiado, se ve que hay más necesidad de la gente”, manifestó Paula quien está al frente del comedor Estrellita de Villa Elvira. Hace tres años que tomó la decisión de abrir las puertas de su casa para ayudar a sus vecinos, en ese momento acudían entre “20 y 25 nenes, pero ahora vienen muchos más y en total estamos cocinando para unas 60 personas”, contó Paula.

En su caso es todo a pulmón. “No recibimos mercadería para poder cocinar. A veces tenemos donaciones pero normalmente juntamos para comprar la verdura, las alitas, los menudos, antes comprábamos un cajón y ahora compramos de a dos o tres kilos porque no llegamos”, reconoció la mujer.

“Estrellita” funciona lunes, miércoles y viernes en 14 y 86, martes y jueves también reciben a chicos a merendar. No solo les brindan un plato de comida sino que también funcionan como un lugar de contención: “Tenemos juventud, chicos que hacen deportes u otras actividades, los recibimos hablamos con ellos para saber cómo están, qué piensan”. “Le metemos ánimo porque sabemos que se viene más complicado”, concluyó Paula.

Las ganas de quienes llevan adelante estos espacios es lo único que logra que se mantengan abierto. “Cuesta mucho pero ahí vamos, con amor y más amor”, sostuvo al respecto Magalí una de las mujeres detrás de la organización del merendero que funciona en la plaza de 4 y 611 en Barrio Aeropuerto.

Los martes y viernes Magalí junto a sus compañeras de la Cooperativa de Mujeres de Barrio Aeropuerto reciben a los chicos que salen de la escuela Nº 27 -ubicada frente a la plaza- y les ofrecen algo para merendar. La iniciativa comenzó en medio de la pandemia, pero en el último tiempo se incrementó notablemente el número de asistentes. “A diferencia del año pasado tenemos un aumento de 45 niños más, son alrededor de 20 familias las que vienen”, detalló Magalí y completó: “Está súper complicado, cada vez hay más niños y a veces entramos en desesperación. Gladys que es quien hoy está presente en cada merendero hace malabares con lo poco que tenemos”.

“Durante todo el año pasado recibimos mercadería de distintos partidos políticos y eso se cortó, no se qué pasó. Nosotras no tenemos un partido que nos represente cada una tiene su ideal y puede dar su opinión. Está muy complicado, de todos modos seguimos como siempre recibiendo colaboraciones de los vecinos que se acercan directamente cuando estamos en el merendero, también hay gente que nos contacta por teléfono que quiere ayudar”, relató Magalí.

Darle una taza de leche a los chicos, algo que comer, pero también acompañar a los niños pequeños y adolescentes. Fue gracias este trabajo social Magalí y sus compañeras se fueron transformando poco a poco en una referencia en su barrio a la que los vecinos acuden en búsqueda de ayuda. “Es muy complicado cuando te piden mercadería. Estamos hablando de alimento, comida, un sustento básico y en esos momentos lo que hacemos es sacar cosas de nuestras alacenas para darles. Es muy triste todo. Muy difícil”, se lamentó.

El problema afecta a toda la región. En Berisso, Caterina recibe a unas 15 familias en “Manitos de colores”, a las que les ofrece merienda y cena.

“Se han sumando más personas en este último tiempo, cabe recalcar que nosotros arrancamos con cuatro familias hace dos años y ahora se siguen sumando un montón de chicos. Principalmente son los nenes los que vienen a merendar y a cenar acá, pero también hay alguna que otra mamá que viene y se queda a cenar porque no está fácil la situación”, relató Caterina.

El presente económico está difícil para los vecinos pero también para estos espacios que les dan refugio, “estamos muy complicados con lo que es la mercadería para merienda y cena, nos manejamos muchas veces con donaciones que nos hace la gente porque lamentablemente lo que es el Estado no entra mercadería desde hace unos seis meses”, subrayó al respecto la mujer que día a día abre las puertas de su hogar a sus vecinos: “El merendero es mi casa, tengo las mesas de los chicos acá, los platos, los vasos todo. Fue una decisión que tomamos con mi esposo y después se acoplaron algunas amigas. Pero siempre fuimos nosotros”.

Poner el cuerpo para ayudar a los demás puede resultar gratificante pero no es algo fácil, “nosotros empezamos de lunes a viernes, pero después por una cuestión de cuidar mi salud y por la falta de recursos tuvimos que recortarlo a lunes, miércoles y viernes”, reconoció Caterina.

Es un tiempo particular el que corre, más allá de que “hay muchísima gente que no tiene empleo” una gran parte de los que asisten “si tienen trabajo pero no les alcanza”, analizó y completó: “Hay familias que te dicen ‘no voy a comer porque tengo plata’ pero ves que a la otra semana están otra vez en el merendero. Por más que trabajen la plata no les alcanza y sobre todo a las personas que no tienen trabajo fijo que hacen changas, que si llueve tres días seguidos no pueden trabajar, entonces ¿cómo hacen para comer? Y lo que más me preocupa son los chicos, ellos son mi prioridad, porque están en una edad en donde tienen que crecer, tienen que ir al colegio y si no comen no desayunan no rinden en el colegio, no pueden estudiar”.

Las clases, el desafío de muchas familias

Marzo suele ser un mes complicado en materia económica, ya que a la difícil situación en la que ya se encuentran muchas familias se le suma el costo del inicio de las clases. Los útiles, la mochila, los guardapolvos o uniformes y el calzado adecuado, son muchos los gastos que se deben afrontar.

Las vecinas que están a cargo de los merenderos lo saben, por lo que en el último mes además de garantizarles un plato de comida también se encargaron de juntar todo lo necesario para el inicio del ciclo lectivo. “Se nota mucho más la necesidad de la gente, sobre todo ahora que los chicos empezaron la escuela. Nosotros tratamos de conseguirles útiles para que pudieran arrancar pero fue muy triste ver la situación esta semana”, contó Paula.

Por su parte Caterina también expresó su preocupación por como los vecinos afrontaron el inicio del ciclo lectivo: “A muchos nenes les faltan útiles para empezar el colegio o para poder seguir de forma normal las clases. Nosotros entregamos los útiles que teníamos, algunos nos los donaron y otros los compre desde mi propio bolsillo, pero muchos nenes se quedaron sin cosas, mochilas, hojas, carpetas, útiles en general”.

Pero los útiles no son lo único que los chicos necesitan para cursar sus estudios, contar con abrigo y zapatillas, son fundamentales para poder asistir a clases y así describió Caterina la situación de sus vecinos: “Nuestro barrio es muy precario cuando llueve mucho se inunda todo, se llenan las casas de agua, hay mucho barro. Entonces los chicos muchas veces no tienen calzado, no tienen ropa, no tienen abrigo porque se les mojó todo, encima ahora que se vienen los días fresquitos muchos no van al colegio porque hace frío a la mañana y no tienen abrigo. Si se te mojan las cosas esenciales es muy difícil”.

A pulmón y con la ayuda de la comunidad estas mujeres intentan alivianar el presente de sus barrios, tenderle una mano a sus vecinos para que los chicos no puedan pasar su infancia de la mejor manera posible.

 

 

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Tres veces a la semana Caterina recibe a los niños en su casa

Numerosas familias asisten a comedores para tener un plato de comida

María y sus voluntarios cocinan durante la semana para asistir a las personas que lo necesitan

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