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El día que el racismo se volvió ácido: el recuerdo del brutal ataque en la piscina del Monson Motor Lodge que sacudió a Estados Unidos

La foto que se transformó en un símbolo de la lucha contra la segregación

18 de Junio de 2025 | 09:37

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En uno de los episodios más crudos y simbólicos de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, el gerente del hotel Monson Motor Lodge arrojó ácido muriático a una piscina donde activistas pacíficos protestaban contra la segregación racial. El hecho, que ocurrió el 18 de junio de 1964, hace exactamente 61 años frente a las cámaras de televisión y fue captado por fotógrafos de medios nacionales, conmocionó a la opinión pública y contribuyó a acelerar el proceso legislativo de la histórica Ley de Derechos Civiles.

La ciudad de Saint Augustine, la más antigua de Estados Unidos, con más de 400 años de historia, se había convertido ese año en un nuevo foco de resistencia contra la integración racial. A pesar de que la Corte Suprema había declarado inconstitucional la segregación escolar en 1954, y de los avances del movimiento por los derechos civiles liderado por Martin Luther King Jr., muchas ciudades del sur estadounidense aún mantenían estrictas normas de separación entre blancos y afroamericanos en restaurantes, hoteles, playas, baños públicos y escuelas.

Fue en ese contexto que el reverendo King, junto a la organización que presidía -la Southern Christian Leadership Conference (SCLC)-, lanzó una serie de manifestaciones en Saint Augustine para desafiar las prácticas discriminatorias aún vigentes. Las protestas, organizadas en conjunto con líderes locales como el Dr. Robert Hayling, se intensificaron en mayo y junio de 1964, con sentadas, boicots y marchas nocturnas que buscaban visibilizar el régimen segregacionista imperante.

Monson Motor Lodge, el principal objetivo

Uno de los principales objetivos era el Monson Motor Lodge, un hotel céntrico con restaurante propio que rechazaba abiertamente a los clientes afroamericanos. El 18 de junio, un grupo de manifestantes -tanto negros como blancos- ingresó pacíficamente a la piscina del hotel en señal de protesta. Entre ellos había jóvenes estudiantes, religiosos y defensores de los derechos humanos.

En un gesto de furia racista, el gerente del hotel, James Brock, tomó una botella con ácido muriático (una solución concentrada de ácido clorhídrico) y la arrojó directamente al agua, mientras los manifestantes aún se encontraban adentro. El objetivo era forzarlos a salir, pero la acción no sólo fue extremadamente peligrosa sino que rozó lo criminal. Aunque los manifestantes no sufrieron lesiones permanentes gracias a la rápida evacuación, la escena quedó grabada en la memoria del país.

Las imágenes del ataque recorrieron los Estados Unidos en cuestión de horas. Fotógrafos de agencias como Associated Press captaron el momento exacto en que Brock vertía el ácido en la piscina, una fotografía que más tarde se volvería icónica. Las cámaras también mostraron a policías blancos arrastrando a manifestantes mojados fuera del agua, esposándolos incluso mientras eran atendidos por rescatistas.

El incidente tuvo repercusión inmediata en Washington. Por entonces, el presidente Lyndon B. Johnson intentaba conseguir la aprobación del proyecto de Ley de Derechos Civiles, que enfrentaba una feroz resistencia por parte de senadores sureños. El dramatismo de la escena en Saint Augustine contribuyó a cambiar voluntades. Muchos legisladores no pudieron ignorar ya la violencia que se ejercía abiertamente contra ciudadanos pacíficos que reclamaban lo más básico: igualdad ante la ley.

El nacimiento de una ley contra la segregación racial

Dos semanas después, el 2 de julio de 1964, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Civil Rights Act, una ley que prohibió la segregación racial en todos los espacios públicos y privados, y dio herramientas al gobierno federal para intervenir en los estados que no cumplieran con las nuevas disposiciones.

Aunque el episodio del Monson Motor Lodge fue sólo uno de los muchos actos de violencia racista de la época, su brutalidad y su registro visual lo convirtieron en un emblema. Saint Augustine, hasta entonces una ciudad casi desconocida fuera de Florida, quedó para siempre asociada a uno de los momentos más infames de la resistencia blanca contra la integración.

Martin Luther King Jr. escribió desde la cárcel de Saint Augustine una de sus cartas menos conocidas, en la que reflexionaba sobre la necesidad de exponer el racismo para sanarlo: “La vergüenza no es de quienes protestan, sino de quienes se aferran a la injusticia y la violencia para mantener privilegios inmorales”.

Una foto que fue símbolo de la lucha racial

El fotógrafo Horace Cort, de Associated Press, captó el momento exacto en que Brock arrojaba el ácido al agua. La imagen fue publicada al día siguiente en los principales diarios del país, y luego en revistas como Life y Time. Fue una postal desgarradora de la crueldad del racismo, y un testimonio de la valentía de quienes resistían con dignidad.

El impacto de esa fotografía no fue menor. En Washington, el presidente Lyndon B. Johnson, que empujaba por la aprobación de la Ley de Derechos Civiles, encontró en esa escena una herramienta visual irrefutable para convencer a legisladores escépticos. Menos de dos semanas después, el 2 de julio de 1964, la Civil Rights Act fue sancionada, prohibiendo la discriminación en espacios públicos y fortaleciendo los derechos de los afroamericanos en todo el país.

En 2003, casi 40 años después del episodio, el lugar donde estuvo el Monson Motor Lodge fue demolido. En su lugar se colocó una placa conmemorativa que recuerda el valor de los manifestantes y el impacto del movimiento por los derechos civiles en esa ciudad. “Aquí se libró una batalla sin armas, pero con enorme valentía”, reza el texto.

Martin Luther King Jr., en uno de sus discursos en esa época, resumió lo ocurrido en Saint Augustine con una frase que aún hoy resuena: “Podrán derramar ácido sobre nuestras protestas, pero jamás podrán disolver nuestra determinación de ser libres”.

Hoy, más de seis décadas después, el hecho sigue siendo recordado como un ejemplo del odio al que debieron enfrentarse quienes luchaban por la igualdad racial en Estados Unidos. También es un recordatorio del poder de la protesta pacífica y del coraje de quienes, aun sabiendo el precio que podían pagar, se atrevieron a desafiar al sistema desde la dignidad de sus convicciones

 

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