La aventura del platense que pasó nueve años navegando en un velero

Es médico clínico. Zarpó de La Plata en 1991, a bordo de una pequeña embarcación y con 300 pesos en el bolsillo. Llegó al punto más alto del Artico. Y unió navegando la ciudad más boreal con la más austral del mundo.
Mercedino de nacimiento, platense por adopción, el médico clínico Gerónimo Saint Martin (47) aprendió a navegar en Berisso, apenas unos pocos años antes de largarse al Atlántico para iniciar una travesía que lo tuvo 9 años navegando solo, tan lejos de la Argentina como de la medicina y que le permitió batir un récord reconocido por el libro Guiness, al llegar al punto más remoto del Artico a bordo de una pequeña embarcación. Un velero HP20, de 6 metros de eslora por dos de manga.
Desde Ushuaia, adonde llegó en el último tramo de su itinerario, a través del cual unió las escuelas de las ciudades más austral y más boreal del mundo (la Noruega Longyearbyen y la capital de Tierra del Fuego), Saint Martin dialogó con EL DIA acerca de los pormenores de la travesía que se inició en la La Plata a principios de la década pasada casi por casualidad: Saint Martin zarpó pensando que su periplo terminaba en Florianópolis, pero una vez allí decidió sobre la marcha que el gran viaje que siempre había soñado ya había empezado, antes de rumbear hacia el Artico y sus amenazas, con apenas 300 dólares en los bolsillos.
Su decisión le depararía las más variadas aventuras: desde averiar seriamente su pequeña nave en las mismas aguas donde se hundió el Titanic hasta sufrir el principio de congelamiento de sus pies cuando estaba a punto de llegar a Islandia. O el desafío más frecuente de llegar con lo puesto a puertos nuevos para insertarse en comunidades culturalmente diversas por tiempos variables y trabajar de lo que fuera. De médico, de vendedor de globos, de profesor de francés y castellano o de operario en una factoría de pescado.
"Nada de eso me molestó nunca, porque si salí como lo hice fue porque buscaba aventuras", dice el navegante, quien después de haber pasar por Comodoro Rivadavia y Ushuaia en su regreso, se sorprende por los cambios registrados en un país que apenas reconoce. "Diez años son mucho tiempo y aunque sobre todo después de la irrupción de Internet me mantuve comunicado con la Argentina, los cambios son enormes, tanto que todavía no alcanzo a apreciarlos en toda su magnitud".
A pesar de que siempre le gustó la navegación, Gerónimo Saint Martin tardó en aprender a navegar. Lo hizo en el Yacht Club de Berisso cuando ya había superado los 30 años. Y después de algunos cruces a Colonia comenzó lo que sería su gran travesía.

Saint Martin cuenta que había llegado a la Plata en 1975 desde Mercedes y para estudiar medicina. De nuestra ciudad -desde donde partió y adonde piensa retornar- recuerda especialmente las pensiones de estudiante en las que vivió, su última casa en la avenida 19, su trabajo en los hospitales Gutiérrez y San Roque como médico clínico y sus amigos navegantes.
"Cuando decidí irme, la idea era viajar sin tiempo ni destino y por eso quería un barco más grande que estaba tratando de conseguir", relata. "Pero finalmente las ganas de viajar pudieron más y terminé encarando la travesía con el barco que tenía (y sigo teniendo), un pequeño velero llamado "La India" cuyo valor no supera los 8.000 pesos".
El gran sueño del médico navegante, que terminó de ser delineado mientras viajaba por Martinica, era el de llegar a la calota polar ártica, un casquete de hielo que cubre el polo norte.
El primer intento se vió frustrado por una avería seria del barco, al que, a poco de salir de Islandia, se le quebró el aparejo.
Con un arreglo provisorio y sabiendo que las chances eran pocas, navegó 14 días hasta alcanzar las costas del norte de Noruega, donde se decidió a pasar otro invierno juntando dinero para reparar el barco y retomando fuerzas para volverlo a intentar. Finalmente lo hizo alcanzando un reconocimiento del libro Guiness.
"El tramo más largo de navegación propiamente dicha, sin tocar tierra, fue de un mes", cuenta Saint Martin, quien viajaba haciendo frecuentes escalas en puertos que le permitían recorrer nuevas ciudades e insertarse en otras culturas.
Así lo relata el médico, que se entusiasma al referirse al año y medio que pasó recorriendo las costas de Brasil, los 6 meses que le dedicó a conocer la Guyana francesa, su paso por las Islas Canarias y Escandinavia o el amor por la música y el espíritu jovial de los habitantes de Terranova.
"Tanto el mar como el contacto con las distintas culturas me enriqueció y me ayudó a crecer, sobre todo porque uno puede crecer cuando hace lo que realmente le gusta", opinó.
Por estos días, Saint Martin prepara una exposición en el museo de arte de Ushuaia, que funciona donde se levantaba el otrora temible penal de la ciudad. Allí planea exhibir los dibujos que los chicos noruegos le mandaron a los de Tierra del Fuego usando su barco como "cartero", según elige decir el médico navegante entre risas.
Por lo demás, sabe que volverá a La Plata y que aquí lo esperan sus viejos amigos navegantes. Pero no descarta que ese regreso sea apenas una escala en el marco de un nuevo viaje sin rumbo ni tiempo por los mares del mundo.