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Casinos: cambio de vida para indígenas de EE UU

Hace un tiempo, las tribus cercanas a las costas y a las ciudades eran las más pobres en el país del norte. El juego cambió el mapa, y actualmente mueven un millonario negocio en dólares

Casinos: cambio de vida para indígenas de EE UU

Casinos: cambio de vida para indígenas de EE UU

29 de Abril de 2007 | 00:00
Hay dos tipos de casas en la reserva indígena morongo, en Estados Unidos: las construídas antes de la instalación de los casinos y las que se hicieron después. La casa en la que creció Mary Ann Andreas tiene dos habitaciones y, según recuerda, ni electricidad ni agua corriente. Su casa nueva, a pocos metros, tiene garage doble y "todas las comodidades". Sin embargo, no es la más ostentosa de la reserva. Y si se aprueba un proyecto sobre juego que se debatió en el Senado de California hace unas semanas, quizás empiece a parecer algo modesta.

Hace veinte años, la Corte Suprema de EE UU dictaminó que los estados no tienen derecho a restringir las apuestas en las reservas indígenas si son permitidas en otros lugares. En aquel momento, varias tribus, incluyendo la morongo, no tenían nada más ambicioso que algunas salas de bingo. Pero eso cambió. En 2005 había 391 casinos y salas de apuestas en terrenos indígenas, con ganancias totales de 22.600 millones de dólares: más que Atlantic City y Las Vegas juntas.

La mitad de las aproximadamente 100 tribus de California hoy tienen actividades ligadas al juego, pero los morongo son los que más se han enriquecido. Su pequeña y ventosa reserva cercana a Cabazon se encuentra junto a la principal ruta al este de Los Angeles. El hotel de 27 pisos de propiedad de la tribu tiene 2.000 tragamonedas. El proyecto que actualmente discuten políticos del estado les permitiría instalar 7.500. La gente solía salir de la reserva para trabajar. Ahora cada día llegan 3.000 trabajadores, pocos de ellos aborígenes.

En lo que respecta a los morongo, la mayoría ya no trabaja por dinero. Los 775 miembros de la tribu reciben siete décimos de las ganancias del casino en dividendos (el resto es invertido por el gobierno tribal). La suma exacta es un secreto, pero Robert Martin, jefe tribal, admite que está entre los 15.000 y los 20.000 dólares por persona, por mes. No sorprende, entonces, que algunas personas hayan redescubierto sus raíces morongo y hayan regresado a la reserva. Tal como observa Martin irónicamente: "Hasta hace poco no estaba de moda ser indígena."

GANADORES Y PERDEDORES

Hay tribus como la de los morongo que se han enriquecido tanto, tan rápido, que parece que hubieran saltado la banca de sus propios casinos. De hecho, el camino al éxito es más previsible. El juego ha creado una clara jerarquía de ganadores y perdedores tribales, que apenas si revierte el esquema que existía antes de que empezaran a caer las primeras monedas dentro de las máquinas.

Antes del juego, la suerte de las tribus indígenas dependía de que estuvieran lo más lejos posible de los que no eran indios. En las pobladas costas y en la región central, la mayoría de las tierras indígenas se perdían por el asentamiento de colonos blancos. Diluídas por los casamientos interraciales y vaciadas de gente joven que parte a las ciudades cercanas, las tribus costeras también fueron sometidas a programas de "terminación" destinados a romper con su dirigencia y sus tradiciones culturales. La vida no resultaba nada fácil en las planicies escasamente pobladas y el desierto occidental, pero al menos las tribus lograron conservar su lengua y, con frecuencia, grandes extensiones de tierra, que a veces se descubrió que contenían petróleo y uranio.

Jonathan Taylor y Joseph Kalt de la Universidad de Harvard han demostrado que las tribus que se dedicaron al juego casi siempre empezaron pobres, incluso para el nivel de los indios. En 1989 el ingreso promedio de un hogar de una reserva que posteriormente instaló un casino era de apenas 13.000 dólares. Era el 18 por ciento menos que el promedio de las tribus no dedicadas al juego, salvo la gigante Nación Navaja, y menos que la mitad del promedio estadounidense. Para 1999, el ingreso promedio de las tribus dedicadas a los juegos de azar había aumentado más de un tercio en términos reales. Y el mapa de la riqueza había cambiado. Las tribus pequeñas cercanas a Los Angeles y Nueva York (donde las tribus Mashantucket Pequot y Mehegan administran enormes casinos) figuran ahora entre las más ricas.

La reserva indígena de Hualapai, de Arizona, al igual que la reserva morongo, está a dos horas de auto de una ciudad en crecimiento que atrae a muchos turistas. Desafortunadamente, el vecino de los Hualapai es Las Vegas. Cuando la tribu de 1.500 miembros intentó abrir un pequeño casino a mediados de la década de 1990, fracasó rápidamente. La gente no sale de la capital estadounidense del juego para apostar.

EMPRENDEDORES

La tribu Hualapai es una de las más emprendedoras de Estados Unidos. En 1994 decidió, con astucia, establecer una empresa de desarrollo para relevar al gobierno tribal de las decisiones comerciales cotidianas. Un grupo de jóvenes hombres y mujeres educados tomó pronto las riendas de los negocios de la tribu y desde entonces expandieron los dos hoteles de la reserva y los emprendimientos de rafting. El mes pasado la tribu inauguró una plataforma que se extiende sobre el Gran Cañón, que- esperan- se convertirá en una atracción redituable.

Pero el negocio del turismo no es igual al del casino. En la reserva Hualapai, el desempleo, aunque menor que en el pasado, varía entre 20 por ciento y 40 por ciento dependiendo de la temporada, según Waylon Honga, que dirige la corporación. Al menos un tercio de los adultos sufren diabetes y el alcoholismo es común. Las casas de Peach Springs, el principal asentamiento, suelen estar rodeadas de basura. En un edificio abandonado hay graffitis como los que normalmente se encuentran en las grandes ciudades: "Crips" y "BK" (pandillas de Los Angeles).

Aunque carecen de casino, los hualapai se han visto afectados por el juego. Según la ley de Arizona, pueden vender sus derechos de tener tragamonedas a otra tribu, y recibir así un modesto ingreso de los Salt River Pima, que están mejor ubicados cerca de Phoenix. Es más, se lamenta Joe Flies-Away, el juez, algunos se han enganchado en una especie de shopping de reservación, abriéndose de la tribu y usando las conexiones familiares para unirse a otros que explotan casinos y pagan dividendos mensuales.

CAMBIO DE ACTITUD DEL PUBLICO

El éxito de unas pocas tribus con el juego también cambió la actitud del público hacia los indios en general. El grupo al que antes se le solía tener lástima por su pobreza -que en general conserva- hoy es considerado rico y poderoso. Algunas tribus han reforzado esa impresión donando dinero ingenuamente a políticos y miembros de grupos de presión como el lobbista republicano Jack Abramoff. Según el Centro para Política Receptiva, las tribus que explotan el juego invirtieron 7,6 millones de dólares en las elecciones parlamentarias del año pasado, más que la industria aeroespacial o las tabacaleras.

La única amenaza para las tribus propietarias de casinos es perder su posición de privilegio. Los estados que andan cortos de dinero miran con codicia los casinos indios, que pagan menos impuestos que los negocios que están fuera de la reserva. Algunos, como Iowa y Michigan, han liberalizado las leyes sobre juego facilitando a quienes no son indios la instalación de casinos. Otros, como Arizona y California, han pensado formas de gravar con más impuestos a las tribus más ricas.

INDIGENISMO ACENTUADO

Las tribus propietarias de casinos han intentado evitar las críticas, que suelen originarse entre otros indios, acentuando su indigenismo. Los morongo están comprando alfarería y cestos antiguos y reviviendo las ceremonias tribales, algunas de las cuales apenas si eran recordadas fuera de los textos antropológicos. Unos pocos están aprendiendo cahuilla, una lengua que parecía condenada a desaparecer hace apenas unos pocos años. Y comparten parte de sus ganancias con otras tribus.

Hay tribus como la morongo que también invierten en educación y en otros emprendimientos. La reserva morongo hoy tiene restaurantes, un comercio, una estación de servicio y una gran planta embotelladora de agua. Se habla de invertir en el mercado inmobiliario de San Diego. Los casinos han beneficiado a aquellas tribus que se encontraban en el lugar indicado. Pero pocos creen que la bonanza dure para siempre.

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