La Campana: las vueltas del destino en 11 y 49

La historia de la mítica ferretería La Campana es un claro ejemplo de las incontables vueltas que puede dar el destino: corría el 12 de junio de 1904 cuando el rematador Miguel Sancet subastó 10 lotes de terreno que comprendían 85 metros por diagonal 74, 17 metros por calle 11 y 60 finalmente por el ala que daba a 49. Su propietaria era Paula Berisso de Podesta, y en el panfleto de remate rezaba: “Especuladores Alerta”. El terreno de la esquina de 11 y 49 fue adquirido en aquella ocasión por los hermanos Pincetti, que construyeron un local en toda su superficie y, en marzo de 1907, abrieron las puertas de la ferretería La Campana. Para su construcción se utilizaron vías de tranvías de origen escocés revestidas en ladrillos y argamasa. Pasaron los años y al único Pincetti que continuaba al frente del negocio, los médicos le pronosticaron tres meses de vida. Fue así que decidió tomar préstamos y, abatido, quebrar el negocio. La ferretería quedó por aquellos años en manos del Banco “El Hogar Argentino Crédito Real Mutual”, uno de cuyos propietarios fue don Andrés González Chaves. El 28 de marzo de 1923 la adquirió Rodolfo Astuti en 27.500 pesos de moneda nacional (pagando al contado 5.500 y el saldo de $ 22.000 en 220 cuotas mensuales de $165. En caso de atraso tenía un recargo del 8% anual). Astuti canceló la deuda el 23 de marzo de 1933 pero el derrotero de la ferretería continúo su curso con don Astuti y sus hijos hasta 1947. Estando el negocio casi fundido, lo compró don Felix Mosto, que a la postre fundaría junto a varios colegas F.E.Y.B.A. En el año 1948 se incorporó al negocio don Juan Mosto, hermano menor de Félix, y se formó así la SH MOSTO Hnos. que perdura hasta estos días con sus descendientes. Pero el destino, como se dijo, siempre da sorpresas: corría el año 1949 cuando Félix Mosto observó a un cliente de avanzada edad que deambulaba dentro de la ferretería y que miraba todo menos la mercadería. Entonces se le acercó para atenderlo y éste le respondió que miraba el local porque le traía gratos e ingratos recuerdos. ¿Los motivos? Ese señor, con los ojos repletos de lágrimas, le contó que había sido el primer propietario de la ferretería, el mismo que más de veinte años atrás, en 1921, los médicos le habían pronosticado tres meses de vida.

La Campana históricamente tenía 3 entradas: por 11, por la esquina y por 49. Pero en los años cincuenta, y con la idea de tener un mejor control y mayor espacio en la vidriera, don Mosto decidió sacar las puertas de 11 y la de 49, quedando la misma como se encuentra actualmente, con una sola entrada por la esquina. El primer numero de teléfono fue 206 y luego 1206. Enseguida pasó a 21206, 211206 y finalmente al actual 421-1206. A partir de 1972 y 1973 se incorporaron a la firma el hijo de don Félix Mosto, Mario Alberto y su yerno Hugo Ponce, que en 1982 se hicieron cargo del negocio. Duro le fue a la nueva generación llevar adelante el comercio, dado que debieron enfrentarse a varias crisis económicas y al ya tristemente célebre “rodrigazo”, al plan austral, a la hiperinflación del 89 y a la terrible hecatombe del 2001. Según cuentan ahora en el negocio, sin embargo, todo se pudo sobrellevar “con muchísimo esfuerzo personal y con nuestros leales empleados, que le pusieron el pecho en los momentos más duros”.

Entre otras cosas, y en plan de brindar detalles anecdóticos del comercio, hay que decir que Ferretería La Campana fue el primer negocio minorista que tuvo una PC: corría el año 85 y se adquirió una olivetti M19. Varias generaciones de familias emblemáticas de la Ciudad pasaron por esas historiadas puertas: Lopez Merino, Balbín, Islas, Mendy, Bibiloni, Carrara, Alconada Aramburú y muchos más. También ese negocio vio pasar infinidad de estudiantes a lo largo de los años. Estudiantes que llegaron a nuestra ciudad por sus universidades y que, cuentan ahora los actuales dueños de La Campana, terminaron siendo amigos o verdaderos hijos postizos de la ferretería.