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Información General |LO ATRIBUYEN A LAS CONVIVENCIAS PREVIAS Y A UNA MENOR PRESION SOCIAL

Casamientos sin apuro: Las parejas formalizan cada vez a mayor edad

En apenas dos décadas, la edad promedio de quienes deciden contraer matrimonio subió cuatro años en nuestro país: hoy ya supera los 32

7 de Agosto de 2016 | 02:09

Quienes suman más de cuatro décadas de vida seguramente han oído decir alguna vez que tal o cual pareja se “casó de apuro”. La frase se usaba para referirse a los novios que apuraban la boda para ocultar un embarazo en camino, ya que ser padres antes de estar casados era algo que estaba mal. Vale la aclaración porque hoy casi nadie se “casa de apuro”. Por el contrario, como parecen dejar en evidencia diversas estadísticas, aquellos que deciden casarse -que cada vez son menos- se toman su tiempo para formalizar la relación.

Debido a una menor presión social por casarse y otras tendencias sociales que se acentuaron a lo largo de las últimas décadas, la edad promedio del primer matrimonio ha venido aumentando progresivamente tanto en el hombre como en la mujer. Tal es así que ha subido cuatro años en apenas dos décadas: mientras que en 1990 ellas se casaban a los 28 y ellos a los 29,3; el último censo nacional muestra que hoy las novias tienen en promedio 31,5 años y los novios 33,5.

Mientras que en 1990 ellas se casaban a los 28 y ellos a los 29,3; el último censo nacional muestra que hoy las novias tienen en promedio 31,5 años y los novios 33,5.

Este fenómeno viene dándose de la mano de otro del que se ha hablado mucho pero que sin duda marca un hito demográfico en nuestro país: la merma en los casamientos. Mientras que la cantidad de población crece en forma significativa año tras año, el número de personas que se casan casi no ha variado a lo largo de la última década o incluso ha tendido a caer. En el caso de nuestra provincia, por ejemplo, contra las 46 mil parejas que se casaron en 2005, el año pasado lo hicieron 44 mil. Es así que por primera vez en la historia, hoy existen más personas solteras que casadas en nuestro país.

Además de ser cada vez menos, quienes se casan lo hacen cada vez a mayor edad, observan también sociólogos, curas párrocos y organizadoras de bodas en su práctica cotidiana. Como explican ellos, la tendencia no sólo obedece a una menor presión social. También contribuirían al fenómeno la prolongación en la partida de los hijos de la casa paterna, la tendencia de las parejas a la convivencia informal, una priorización de los proyectos individuales por sobre el deseo a formar una familia y acaso también cierta valorización tardía de la institución matrimonial.

TESTIGOS DE UN CAMBIO

A lo largo de sus casi tres décadas de sacerdocio, el padre Fernando García Enríquez, hoy párroco de la iglesia de San Roque, ha visto aumentar la edad de los novios que llegan al altar. Mientras que a fines de los ochenta cuando comenzó a celebrar bodas, “una novia de 28 años era una novia grande”, “hoy casi ninguna baja de 30”, comenta el sacerdote, quien atribuye este cambio al hecho de que muchas parejas se casan hoy tras convivir”.

A esos casamientos post convivencia “los llamamos `regularizaciones` porque existe ya una unión constituida que la Iglesia eleva a la categoría de sacramento del matrimonio –cuenta el padre García Enriquez-. “Algunas parejas lo hacen porque al madurar toman conciencia de la importancia del matrimonio; pero también porque sus hijos comienzan a recibir los sacramentos de iniciación y ellos siguen sin estar casados. De hecho, para aliviarles la presión social de la fiesta, últimamente he casado a varias parejas en la misma ceremonia de bautismo de sus hijos”, cuenta.

Al temor a asumir de entrada “un compromiso que implica un proyecto a largo plazo para el que mucha gente no sabe si está preparada o será capaz”, el padre Rubén Marchioni, párroco de la Iglesia Cristo Rey, le agrega “la falta de trabajo o un empleo precario, mal remunerado o temporal; la prolongación de la partida de la casa de los padres; y la ausencia de creencia en compromisos escritos o directamente en la institución del matrimonio”, todas razones que considera “un problema epocal”.

Las convivencias previas y las condiciones económicas que enfrentan los más jóvenes son dos razones que también menciona la organizadora de bodas Mariana Bossi al explicar el fenómeno. “Hoy las parejas en general conviven primero, prueban cómo les va y recién después se casan; o no. En ese sentido no existe tanta presión social como había antes. Esto, sumado a que muchos esperan también a terminar la facultad o tener cierta estabilidad económica antes de casarse ha llevado a que en general la gente contraiga matrimonio a mayor edad. Y muchos lo hacen por sus hijos –dice-, o como una forma de emprolijar su situación”.

CON CONVICCIÓN

Que el contexto económico no ayuda para materializar las aspiraciones que algunas parejas tienen hoy en torno a lo que debería ser un casamiento es algo que Mariana Sarti y Lucas Morales reconocen que les pasó. “Si nos íbamos a casar queríamos hacerlo bien: con iglesia, fiesta y viaje”, cuenta ella al explicar que junto a su actual marido estuvieron ahorrando durante dos años para cumplir esa boda deseada, que les costó una suma equivalente al valor de un auto cero kilómetro. Cuando lo hicieron, en febrero del año pasado tras cuatro años de convivencia, ella ya tenía 31 y él 33.

El caso de Mariana y Lucas no es una excepción, reconoce la ambientadora de bodas Patricia Alé. “El hecho de que muchas parejas que aspiran a casarse no sientan la presión de hacerlo para estar juntos ha incidido también en las celebraciones –cuenta-. Como en general los dos ya se emanciparon económicamente de sus familias cuando deciden casarse, son ellos mismos, y no sus padres, los que en gran medida costean la fiesta, por lo cual hacen también la fiesta que tienen ganas sin estar tan atados a la expectativa familiar”.

La demora del casamiento tiene por trasfondo en la mayoría de los casos un contexto donde casarse ha dejado de ser un obligación moral. De ahí que quienes deciden dar ese paso lo hacen en general con una verdadera convicción.

También Mariángeles Urús y su esposo Juan Manuel postergaron intencionalmente el momento de su boda en función sus planes, sólo que en su caso lo que primó no fue la fantasía de una ceremonia costosa sino su formación profesional. “Los dos somos de Saladillo y nos pusimos de novios en el último año de la secundaria antes de irnos a estudiar a La Plata, mi marido Odontología y yo Recursos Humanos. Por eso, a pesar de convivimos en total durante tres años, recién nos casamos al volver a Saladillo, cuando yo ya tenía 29 y él 31”, cuenta Mariángeles.

Ya sea para terminar la facultad, ahorrar para la fiesta soñada o contar con ciertas comodidades para vivir, la demora del casamiento tiene por trasfondo en la mayoría de los casos un contexto donde casarse ha dejado de ser un obligación moral. De ahí que quienes deciden dar ese paso lo hacen en general con una verdadera convicción.

Así lo sienten entre otros Ana María y Justo, una pareja que está por cumplir 50 años juntos. “Nos conocimos en el club Regatas cuando yo tenía 16 y él estaba por entrar en la universidad. En aquel momento, era impensable no casarse si uno pretendía convivir. No estaba bien visto el concubinato. Por eso a mi papá casi le dio un infarto cuando le dije que el matrimonio no estaba en mis planes. Estuvo mucho tiempo sin hablarme, pero no me casé”, explica Ana María, que medio siglo más tarde, hoy con tres hijos y dos nietos, ya no piensa igual.

De hecho terminó por casarse el año pasado sin decirle nada a sus hijos y casi como una travesura con su marido. “¿Por qué? Qué sé yo –dice ella-. Porque nos dieron ganas de hacerlo, porque queríamos celebrar el hecho de seguir juntos después de tantos años… tal vez también porque ya no lo veíamos como un obligación, sino algo que teníamos ganas de hacer”.

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