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Información General |IMPRESIONES - Entre el humor y la reflexión

Con terremoto y sin leones

Con terremoto y sin leones

Alejandro Castañeda

2 de Diciembre de 2018 | 05:07
Edición impresa

Otra semana recargada. Y no sólo por el G 20. Se nos fueron los últimos leones y llegó el terremoto. Una sorpresa, aunque hace rato que la ciudad vive en constante sacudida. Midió tres puntos ocho, una escala que revivió el temor de un vecindario al que a cada rato se le mueve todo. El viernes a la mañana, durante un par de segundos, la gente se sintió más insegura que nunca. Sabe que el miedo está mal repartido, que la naturaleza hace lo que quiere y que al final cada dios se muestra en sus alegorías. Huracanes, inundaciones, remezones nos trae el mensaje inquietante de una divinidad que al parecer nos quiere alertas y asustados.

Cuando el cielo se enteró que los señores del G 20 se negaban a tratar lo del cambio climático, un sismo pequeño, pero importante (como dijo Neil Armstrong al pisar la luna) demostró que la meteorología es la que manda y que el universo, con menos pompa que estos presidentes, tiene sus propios decretos reguladores. La naturaleza adopta formas extrañas para comunicar sus estados de ánimo. Ningún temblor es inocente. Los sismógrafos platenses venían marcando desilusión y hastío. Y sus sensibles agujas señalaban un rumbo con poco optimismo y mucho peligro. El viernes, esta ciudad oficinesca, que sabe de corcoveos y movidas de piso, se sumó a un vecindario que hace tiempo anda a los saltos ¿Qué había pasado? Otra vez Christine Lagarde, la señora de la super alcancía, dio algunas pistas sesgadas. En una entrevista con medios argentinos, cuando le preguntaron por el terremoto del dólar y la inflación, Lagarde advirtió que las promesas irreales a la larga fomentan la “frustración y el resentimiento”. Y añadió: “Cuando se trata de cumplir promesas políticas, creo que la realidad siempre vuelve para atormentarte”.

Los leones Mansa y Melena partieron hacia el santuario de Minnesota. Esperan tener allí el sosiego que aquí fueron perdiendo. El rey de la selva abdicó ante un Zoo reciclado que, más por exigencia presupuestaria que por piedad, ha decidido librarse del bicherío más gastador. Los leones dejaron el país antes que aterrizaran los verdaderos depredadores. Los invitaron a desalojar sus jaulas. Por orden del tesorero municipal, el Jardín se fue quedando sin inquilinos glotones. ¿Se debe gastar en alimentar felinos cuando el hambre que duele anda en dos patas? La idea de achicar el gasto en el Bosque les pegó duro a estos leones que habían llegado aquí con la promesa de tilos, media pensión y diagonales. Y que, como otras visitas, terminaron quedando pegados a una realidad enrejada que “siempre vuelve para atormentarte”

Mansa y Melena hicieron las valijas cuando sintieron que llegaba la estampida y que se venía otro trimestre con pocos víveres. Con boleto de ida viajaron hacia su nueva morada. El vuelo fue tranquilo, habían zafado de Aerolíneas Argentinas, pero quedaron varados en Miami. Ahora están conociendo su nueva casa. Deben extrañar lo que dejaron atrás, un zoológico que les enseñó a rugir distinto con cada nuevo intendente y que los educó en nuevas mordidas. Alejandro Serena, flamante director del Bioparque platense, le tocó asumir en el cargo en un momento donde el presupuesto no alcanzaba ni para alimentar el colibrí. Serena, que como cualquier funcionario, pretende darle trascendencia a todo lo que hace, admite que por culpa de los leones ausentes “hay un poco de tristeza, pero ellos se fueron por una buena causa”. Para Serena, este viaje de Mansa y Melena “es una revancha”. Con Pelusa –que se murió porque le faltaba un par de fotocopias- “no pudimos llegar, entonces ahora había que llegar”. Y remató compungido: “Nos quedamos sin los leones y hay que readecuarse”.

Mientras en el cine el hombre llegaba otra vez a la luna, en la realidad, la nave InSight le sacaba las primeras fotos a Marte, un planeta que mira con desconfianza el arribo sin aviso del embajador de un mundo tan violento que hasta se ve obligado a cambiar de canchas por temor a que los piedrazos sigan abollando la vida. La inseguridad no da tregua. El terremoto pasó, pero la Ciudad sigue temblando.

Mansa y Melena hicieron las valijas cuando sintieron que se venía otro trimestre con pocos víveres

El sismo midió 3.8, una escala que revivió el temor de un vecindario al que a cada rato se le mueve todo

 

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