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La Ciudad |Esta práctica se vuelve cotidiana en diferentes ámbitos

La meditación, un camino hacia el bienestar

Cada vez son más quienes inician el día con unos minutos en silencio y respiración pausada, para equilibrar mente y cuerpo

La meditación, un camino hacia el bienestar

Andrea Amichetti le brinda diksha a una de sus compañeras. Ella es psicóloga y enseña técnicas de meditación en la Unidad 9 / Gonzalo calvelo

CECILIA FAMÁcfama@eldia.com

28 de Mayo de 2018 | 01:50
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Todos los martes, a las 19.30, entre veinte y cuarenta personas asisten a las meditaciones que brinda Gabriela Sagasti Sagastibelza en 15 entre 59 y 60. Quienes concurren, llevan un paquete de fideos, yerba o azúcar. Ese es el pago. Al retirarse, luego de una hora aproximadamente de aquietar la mente y respirar pausado, los asistentes ven a la familia a la que ayudan con su alimento no perecedero ir a retirar los artículos. Se saludan, se agradecen. Es ahí y ahora: están ayudando a alguien, están encontrándose. Están, a la vez, haciendo y recibiendo un acto solidario. “Hace más de diez años que hacemos esto; hemos llegado a tener hasta sesenta personas meditando; hemos ayudado hasta a cuatro familias a la vez. La mía es una meditación buena, bonita y barata”, bromea Gabriela, terapeuta holística y artista plástica.

En otro rincón de la Ciudad, en un departamento céntrico, ocho personas se reúnen a meditar. Quien coordina el encuentro, Alejandra Cicoria, habla por un micrófono de la computadora con otras personas, mientras quienes están con ella se acomodan en almohadones. Al rato, empieza una grabación que invita a la meditación. Todos, quienes están en el departamento y quienes aparecen en distintas ventanas de la pantalla de la notebook, comparten el mismo momento, la misma práctica. “Intencionan” por causas personales, pero también por Latinoamérica.

Los platenses hacen sinergia con gente de distintos puntos del país, pero también de Brasil, Perú, Ecuador. Finaliza el momento, se cierra la sesión de “Zoom”, pero luego uno puede intercambiar experiencias y comentarios en el chat. Antes, hay una “yapa”: Andrea Amichetti “regala” un poco de diksha (transferencia de energía que provoca un desarrollo de la conciencia) –“como una prima hermana del reiki”, explican- a todos. Lo hace colocando sus manos por sobre la cabeza a cada uno durante algunos minutos.

Cientos, miles, cientos de miles de personas están meditando en este momento. En un centro holístico, en un departamento, en un micro. Solos, en grupo, en familia. La meditación se ha vuelto un hábito cotidiano en muchos ámbitos privados y hasta laborales. Aquietar la mente, respirar pausadamente, concentrarse en el aquí y ahora “ayudan al cerebro a calmar ciertos mecanismos y poner en marcha otros”, dice Alejandra. De estos hechos dan fe tanto distintos testimonios de personas que hacen prácticas de meditación, pero también tienen sustento científico (ver aparte).

Para los que creen que quienes practican meditación se sumergen en un estadío místico constante, Silvina, trabajadora social, asegura: “Sigo teniendo la misma agenda extensa de siempre, pero ahora hasta puedo hacer más cosas, porque se vive de otra manera todo”.

“Focalizar en el aquí y ahora te da mejor calidad de vida, te da paz y bienestar”

La meditación se volvió un hábito cotidiano en ámbitos privados y hasta laborales

El mismo presidente Mauricio Macri reconoció en su momento haber practicado meditación. Dijo haber encontrado en la práctica del Dharma un refugio para preservarse de los efectos nocivos de una división política.

“Una armonizadora budista es una líder que te ayuda a reflexionar y después te genera, a través de los cuencos tibetanos y de los gongs, una capacidad de adentrarte en vos mismo y de conectarte con áreas tuyas de tu cerebro que tal vez no utilizás”, explicó Macri en una entrevista con Magdalena Ruiz Guiñazú en el Diario Perfil antes de las elecciones presidenciales de 2015. “Me ayudó a conocerme a mí mismo mucho más, me ayudó a liberar energías. La armonización me hizo mucho bien”, remarcó en su momento.

El adiestramiento en el Dharma es un método que apunta a cultivar la paz y la felicidad interior para protegerse del sufrimiento y mejorar así la calidad de vida.

PRáCTICA ANCESTRAL

La meditación es una práctica para entrenar la mente o inducir un modo de conciencia, ya sea para conseguir algún beneficio o para reconocer mentalmente un contenido sin sentirse identificado con ese contenido, o como un fin en sí misma. El término se refiere a un amplio espectro de prácticas que incluyen técnicas diseñadas para promover la relajación, construir energía interna o fuerza de vida (Qì, ki, chi, prā a, etc.).

La meditación toma diferentes significados en diferentes contextos; ésta se ha practicado desde la antigüedad como un componente de numerosas religiones y creencias, pero la meditación no constituye una religión en sí misma. La meditación normalmente implica un esfuerzo interno para autorregular la mente de alguna forma. Normalmente se usa para concentrar la mente y aliviar determinadas condiciones de salud o psicológicas.

“La que yo brindo es una meditación guiada en la luz; somos energía, somos amor”, dice Gabriela Sagasti Sagastibelza , y agrega: “Yo me considero una facilitadora; estoy convencida de que cada uno es maestro de su camino. La meditación consiste en darse cuenta que somos seres de luz, energía en movimiento. En mis meditaciones invitamos a estar aquí, a quedarse quietos, a ser. Focalizando en la respiración, aquietamos la mente, que en India dicen que es ‘como un monito loco’ y nos recordamos a nosotros mismos que somos paz, amor, alegría. Viviendo de ese modo, cambiamos, transmitimos eso, cambiamos nuestro entorno. Como dijo Gandhi: ‘tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo’”.

Gabriela vivió muchos años en España y ha viajado a la India a experimentar la meditación en Oriente. Es terapeuta holística y en su centro -de 59 entre 15 y 16-, ofrece desde hace más de 10 años sus meditaciones solidarias. “Yo esto lo recibí gratuitamente, en India la meditación es para todos. Así que yo lo ofrezco de manera gratuita. Pero respeto a todos; cada uno tiene su manera de hacer las cosas”, dice. Así, en su espacio, y gracias a los alimentos que acercan quienes van a meditar, se han ayudado hasta a cuatro familias a la vez. “Ahora viene a buscar los alimentos solo una familia numerosa; las demás, por suerte están mejor. Las hemos ayudado con muchas cosas”.

¿Por qué hay cada vez más gente que se acerca a estas prácticas? Para Gabriela es porque “hay un despertar de la conciencia; más allá de lo aparente del mundo exterior, la gente necesita cada vez más conectarse con su interior. Se da cuenta que eso, además, lo puede trasladar al afuera. La meditación te instala en el presente; en estar en lo que estás haciendo en ese momento. Focalizar en el aquí y ahora te da mejor calidad de vida, que es lo que todos buscamos: paz, bienestar”.

Durante la meditación de Alejandra, en el departamento de Eugenia Mazzuca, la dueña de casa contó su experiencia con la meditación que, asegura, la curó de un problema de salud: “Hace dos años tuve un tumor en la parótida, me lo sacaron, pero como secuela, me quedó una parálisis facial, de la mitad de la cara. Me acerqué a la diksha y en cada encuentro sentía que me iba sanando. Fui dos veces a la India, me acerqué mucho a esta práctica desde varios lugares. Hoy estoy prácticamente sana. Sólo me quedan algunas dificultades de movimiento, pero ahora puedo hablar normal; me miro al espejo y me veo normal. Intencioné mucho por eso”, dice esta docente que es preceptora en un jardín.

Alejandra asiente. Cuenta que hace unos días, el manto que trajo Eugenia de la India empezó a derramar agua. Que consultaron y que no hay que tocarlo. El manto está en el living, cubriendo un sofá. “Hay pequeños milagros; son reales. La energía que se genera con la meditación es liberadora de karmas; puede sanar físicamente, puede sanar relaciones. Ayuda a hacerse cargo de muchas cosas y construir desde ahí”.

Pablo también forma parte de ese grupo. Es cocinero. Tiene un restaurante y cocina para eventos. Cuenta que desde que medita su vida ha tenido “una transformación muy importante”. “Sigo haciendo las mismas cosas de siempre, e incluso más, pero desde otro lado. Me liberé de relaciones súper tóxicas. Me acerqué a las prácticas porque me las recomendó una psicóloga. Acá aprendí a conectar desde otro lugar con todo y estoy muy comprometido con la actividad, porque realmente me dio mucho. Sobre todo, porque ante las mismas cosas, ahora reacciono visualizándolas de otra manera. Manejo las emociones de una manera distinta. Me ayudó mucho”.

Del mismo grupo de esta meditación de Alejandra -que frecuentemente las ofrece en un centro de 53 entre 16 y 17-, es Andrea Amichetti, psicóloga. Ella cuenta que desde el año pasado, está implementando las prácticas de meditación en una cárcel de hombres. “En septiembre de 2017 hubieron algunos cambios en la Unidad 9 y yo pedí autorización para hacer un abordaje grupal con técnicas de meditación. Me la dieron y empezamos. Me costó mucho encontrar en la cárcel un lugar silencioso, pero lo hacemos en la biblioteca. Ayuda mucho; es un momento en el que pueden tener una conexión interna con ellos mismos. Agradecer su propia existencia, honrar la vida. Estoy convencida de que les hace bien. Además, me lo dicen”.

“A mí antes, desde la ciencia, me costaba cerrar los ojos y entrar a un mundo interno. Pero empecé porque me invitó una amiga a un retiro a Punta Indio. Comencé a recibir diksha y arrancó en mí otra búsqueda personal. Hoy es una práctica diaria; un hábito. Para mí es muy funcional. En la actualidad doy diksha… y la experiencia de dar es tan hermosa como la de recibir”.

EN PRIMERA PERSONA

Esta cronista participó de una práctica de meditación junto a Alejandra Cicoria y otro grupo de personas, en el departamento de Eugenia Mazzuca. Fue un período de una hora, hora y cuarto aproximadamente. Junto al fotógrafo, la idea fue invadir lo menos posible el momento y hacer la meditación junto a ellos.

Antes de empezar, fue necesario sacarse el calzado, buscar un almohadón y sentarse sobre él, en el piso. Eugenia hacía sonar unos cuencos. Alejandra hablaba con quienes se conectaban por “Zoom” -decenas de personas más-, hasta que finalmente se dio inicio a la meditación: la voz grabada de una mujer invitaba a sentarse erguido, con las palmas de las manos mirando hacia arriba; la punta del pulgar, tocando la punta del dedo índice… luego el pulgar con el dedo medio, y así sucesivamente. También indicaba que había que respirar lentamente y ‘totalmente presente’ en cada exhalación. Por cada respiración, había que cambiar el dedo que frotaba al pulgar. De esta manera, se hicieron 8 respiraciones completas, en silencio, con música y canto de aves grabados de fondo. Ese momento se reiteró varias veces. Antes de concluir, hubo una recepción de “diksha”.

Fueron minutos de gran calma. El entorno era calmo; las personas eran calmas. Se respiraba una serenidad contagiosa.

Al día siguiente, tras dormir nueve horas, se dio una nueva instancia para meditar, a partir de la recepción de dos audios destinados a ese fin: uno de 16 minutos y otro de 4.

A partir de meditar una vez por días desde entonces, se experimentó un cambio muy interesante en el modo de ver y sentir algunas cosas.

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Andrea Amichetti le brinda diksha a una de sus compañeras. Ella es psicóloga y enseña técnicas de meditación en la Unidad 9 / Gonzalo calvelo

Una de las meditaciones en el centro de 59 entre 15 y 16. Allí, a la vez, ayudan a familias carenciadas / El Dia

Alejandra Cicoria habló de los beneficios de la meditación / G. Calvelo

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