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MARÍA EMILIA ROMIO RUIZ (*)
El juego es la actividad más practicada en la infancia y a medida que se suman años, esa costumbre de dejarse llevar por la imaginación se pierde paulatinamente.
Los especialistas indican que el juego tiene muchos beneficios para niños pero también para los adultos. Sin embargo, la mayoría cree que sólo los niños pueden y deben jugar porque los adultos deben dedicar el tiempo a cosas más productivas, como el trabajo, responsabilidades y la familia.
Las salas de escape, los lugares para escalar y hasta salir a volar encierran un propósito: jugar, que por definición es hacer algo por el simple hecho de hacer algo, abandonarse a una actividad con el sólo fin de entretenerse. Enmarcado desde la psicología positiva, la cual se basa en comprender los procesos que subyacen a las fortalezas y virtudes del ser humano, el juego es promotor de emociones positivas ya que genera satisfacción, alegría, placer y la sensación de fluir o estado de flow, llamado así desde la psicología positiva que lo experimentan, por ejemplo, los escaladores cuando están focalizados en el próximo paso, en cuál será la siguiente roca de agarre, no prestando atención a otra cosa.
Este estado emocional positivo de fluir, donde hay absoluta concentración, unión de acción y conciencia y pérdida de noción de tiempo, genera experiencias y sensaciones positivas.
La sensación de fluir se puede experimentar jugando, ya que a través de las actividades lúdicas hay una disminución de la autoconciencia y un incremento de la creatividad y fantasía; se elimina la distracción y se refuerza la atención, que es la puerta de entrada de la memoria. Pero además permite recrearse, expresarse reduciendo el stress y la ansiedad, potencia el aprendizaje, la adaptación y la capacidad de resolución de problemas.
Y si el juego es grupal se convierte en un facilitador de la empatía y vínculo con otros, generando las emociones positivas que conllevan conectarse con pares, como alegría y bienestar. Estos beneficios del juego constituyen factores promotores de una buena calidad de vida.
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Es por eso que el juego es cosa de adultos también e invertir pequeños momentos para ello entre la vorágine de lo cotidiano es un desafío para quebrar lo esperable y lo rutinario para abandonarse en la fantasía, imaginación y creatividad. ¡Animate a jugar!
(* ) Licenciada en Psicología
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