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La Ciudad |“Hay publicaciones que no se consideran válidas si no están ilustradas”, dijeron en el Museo del Bosque

Ilustrador científico: un oficio clave para la investigación, en peligro de extinción

No es carrera universitaria ni terciaria. Aún se enseña de maestro a discípulo, como en el siglo XV. En nuestro país hay apenas un puñado

Ilustrador científico: un oficio clave para la investigación, en peligro de extinción

Una obra del paleoartista Jorge González

Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

12 de Diciembre de 2019 | 02:46
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¿Argentina necesita más científicos? Sin lugar a dudas. ¿E ilustradores científicos? Muchísimos más. Bien podría decirse “como la tierra al agua”. Pero, ¿de qué estamos hablando? Ni de una licenciatura o tecnicatura universitaria. Tampoco de una carrera terciaria. Hablamos de un oficio cuyo origen se remonta al siglo XV, con Leonardo da Vinci como emblema, y que hoy, al igual que entonces, se sigue enseñando de maestro a discípulo. ¿Su importancia? Medular. “Casi todo hallazgo de un investigador debe ser ilustrado antes de publicarse el trabajo. Es más, hay publicaciones científicas que no son válidas si no están ilustradas”, explicaron en el Museo del Bosque. Sin embargo, en el país hay una veintena de ilustradores científicos calificados.

Cuando se observa la calidad de los trabajos, uno se pregunta cómo se pudo llegar a ese resultado a partir de -por ejemplo- un puñado de huesos.

Jorge Antonio González (42) es ilustrador científico desde los 16 años, uno de los cinco paleoartistas que viven de su trabajo en estas pampas, y responsable de los dibujos de la Guía de los Dinosaurios Argentinos, obra de los científicos Fernando Novas, Ulises Labaronnie y Sebastián Cerruti. Durante muchos años trabajó para una decena de paleontólogos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde también destacó por realizar maquetas a tamaño natural.

Radicado desde hace un tiempo en Jujuy junto a su mujer arqueóloga, pero en estos días de paso por la Ciudad -por trabajo-, le contó a este diario que “el viernes me pidieron la ilustración del primer dinosaurio hallado en Ecuador y me dijeron ‘tenemos cinco huesos, tres de la cola’”. ¿Entonces? Tras una imprescindible tarea de investigación se llegó a la conclusión de que “es muy similar a cierto tipo de dinosaurios hallados en Argentina. Así apareció una primera guía”, explicó.

No obstante, aclaró que “si bien no se necesita un conocimiento científico profundo, sí es preciso manejar el lenguaje técnico y académico, ya que hay investigadores que nos dan su trabajo para leer y comenzar a bocetar a partir de ello”.

“Falta mucha divulgación científica. Y los ilustradores son claves para hacerlo”.

Jorge Antonio González, Ilustrador científico y Paleoartista

 

Claro que el ida y vuelta es clave. Samanta Faiad, al frente del Departamento de Ilustración Científica del Museo local desde hace seis años, contó que “en la medida en que a los investigadores se les acerca el momento de publicar sus trabajos, ese ida y vuelta se torna permanente”.

‘Heredera’ del francés Carlos Hipólito Tremouilles, quien fundó ese área en el Museo en 1927, Samanta definió la ilustración científica como “un arte sin lugar para el capricho estético del ilustrador, pese a estar mediado por la práctica artística”.

En este punto encastra la pregunta a Jorge González sobre la diferencia entre un paleoartista y un ilustrador científico.

“El trabajo del ilustrador es más académico y técnico, más realista. El paleoartista tiene una pequeña licencia para crear, aunque siempre respetando el conocimiento científico y la necesidad del investigador”.

Cinco

Este oficio que sigue aprendiéndose de maestro a alumno, tiene dos decenas de cultores. “Hace un tiempo, en su tesis de grado de una carrera universitaria, un colega hizo un censo y registró veinte en todo el país. Y entre ellos, apenas cinco paleoartistas que vivimos de esto”, puntualizó.

Jorge, quien destaca también por sus maquetas a tamaño natural, como la que realizó este año -a pedido de una fundación- de la cabeza y el cuello del Bajadasaurus, el “nuevo dinosaurio descubierto en Neuquén, dijo que desde muy pequeño ya dibujaba esos animales.

“Según me contaron, desde los tres años”, apuntó, para recordar que “era una época en la cual había poco y nada sobre el tema. A lo sumo se podía ver alguno en las películas que pasaban en Sábados de superación, por Canal 11”, añadió entre risas.

“El tema me fue interesando cada vez más, y comencé a leer y a comprar las primeras revistas de divulgación científica que aparecieron en los kioscos, como Muy interesante y Conozca más. Mientras, terminaba el secundario e iba perfeccionando mis dibujos”, narró.

Hasta que a los 17 años le llevó su carpeta a un paleontólogo y le preguntó si le interesaba que trabajara para él. “Me dijo que sí. Y así empecé. Ya había descartado seguir la tecnicatura en Química o en Alimentos para las cuales nos preparaba el colegio secundario al que iba, y me volqué a Bellas Artes para perfeccionarme. Pero siempre con esa idea”, aclaró.

“Los comentarios no eran positivos. ‘Eso que querés hacer no es lo más conveniente’, me decían, teniendo en cuenta que la ciencia, como casi siempre, era un terreno totalmente discriminado. Corría 1995”, graficó Jorge González. Fue entonces cuando le llegó la gran oportunidad, pues el investigador Fernando Novas lo contrató para ilustrar la Guía de los Dinosaurios Argentinos.

El artista finalizó diciendo que “falta divulgación científica y la ilustración es clave para eso. Pero en vez de promoverse el oficio, acá en La Plata sólo dieron unos cursos privados carísimos y selectivos, mientras hay becarios sin plata para tomarlos ni para contratar a un ilustrador”, remató.

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El paleoarte deja más lugar a la creación, pero con rigor científico

Jorge González también hace maquetas de dinosaurios a tamaño natural

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