

El santuario abraza la montaña a través de los túneles que forman los miles de torii (puertas sagradas) / efe
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El santuario abraza la montaña a través de túneles formados por los miles de “torii”, aberturas sagradas de madera
El santuario abraza la montaña a través de los túneles que forman los miles de torii (puertas sagradas) / efe
Después de días de pasear por los templos y recorrer las calles de la afamada Kioto, no hay nada como alejarse un poco de la multitud y el ritmo de la ciudad para relajarse y disfrutar de uno de los rincones más bellos de Japón. Al santuario de Fushimi Inari-Taisha se llega fácilmente en apenas 15 minutos desde la estación central de Kioto, en autobús o en tren de cercanías. La pequeña localidad en la que se asienta está a las faldas de Inariyama, la colina sagrada sobre la que transcurre esta ruta.
El santuario abraza la montaña a través de túneles formados por los miles de “torii”, puertas sagradas de madera que, apenas separados entre sí por centímetros, pintan el mágico sendero de un vivo bermellón.
Dedicado a Inari, dios de la cosecha del arroz y de los negocios en general, el trayecto está custodiado por la atenta mirada de miles de misteriosos zorros de piedra, denominados “Kitsune”, mensajeros del dios, que portan en la boca una llave de granero o una bola que simboliza la deidad.
Desde época inmemorial al santuario sintoísta, que según los registros data del año 711, acudían hombres de negocio para realizar ofrendas a Inari con el objetivo de lograr el éxito en sus empresas o llamar a la riqueza.
Las donaciones se realizan a través de la compra simbólica de “toriis”, a precios que van desde los 175.000 yenes (unos 2.215 dólares) de los más simples y peor ubicados, hasta los 1,3 millones de yenes (16.300 euros) de los preferenciales.
Desde época inmemorial al santuario sintoísta, que según los registros data del año 711, acudían hombres de negocio con el objetivo de lograr el éxito.
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Actualmente, al margen de hombres de negocios, los “torii” pertenecen a empresas o familias que graban con inscripciones uno de los lados del arco, en el que anotan la fecha de la donación y el nombre de los propietarios. Las numerosas donaciones a través de este sistema han provocado la incomparable acumulación de puertas en el santuario.
Desde la estación de tren, la gran puerta roja de Romon marca el punto en el que comienza el monumental recorrido por el santuario, cuya entrada cuenta con edificios auxiliares al templo principal, de una belleza extraordinaria, que sirven para iniciar la inmersión en el Japón más ancestral. Tras dedicar algunos minutos a estos santuarios, el ascenso comienza a través del “Senbon Torii” (“miles de torii”), un camino formado por 5.000 de estas puertas rojas y negras y decoradas con faroles que iluminan el camino al llegar la noche.
Desde ese punto, a los más valientes les esperan cuatro kilómetros de subida entre el espeso bosque hasta la cima de la montaña, a 233 metros, en un paseo que se completa en unas dos horas.
El ascenso cuenta con áreas de descanso, claros con miles de capillas y miniaturas de “toriis”, e incluso un coqueto lago que, para los menos iniciados, puede suponer un buen momento para dar marcha atrás tras haber recorrido el primer tramo de la ruta. La recompensa para los que acepten por completo el reto de Fushimi Inari-Taisha es la de disfrutar de la tranquilidad de recorrer las zonas menos transitadas, descubrir los santuarios más inaccesibles y alcanzar, no sin esfuerzo, la cúspide de la montaña.
La mitad del trayecto la marca el Yotsutsuji, una intersección formada por un camino circular que completa la ruta y en el que los visitantes pueden deleitarse con una de las vistas más privilegiadas del valle donde se asienta la ciudad de Kioto.
Durante el recorrido también se puede tomar un té, un café o comer algo para reponer fuerzas, como el tradicional plato “kitsune udon” (fideos de zorro), un guiso con tofu (soja) frito, cebolleta y “naruto” (pastel de pescado), que según las creencias es el alimento preferido de los zorros sagrados que protegen el templo.
La belleza, misterio y majestuosidad del santuario, sede de los cerca de 40.000 templos dedicados a Inari en todo Japón, no ha pasado desapercibida para el séptimo arte, que ha retratado el bucólico paisaje en películas como “Memorias de una Geisha” (2005), donde la joven protagonista corretea entre el mágico entramado de “toriis”.
Al santuario, cuya entrada es gratuita, se puede acceder todos los días, aunque es recomendable evitar los primeros días después del Año Nuevo, cuando sus rincones se llenan de millones de fervientes visitantes que eligen este lugar para el “Hatsumode” o la primera visita del año a un santuario.
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