El Mató, de regreso a La Plata: “Nunca nos vimos representados por la cosa glamorosa del rock”

Tecnópolis, Europa, Estados Unidos, la alfombra roja de los Grammy latinos: de esas aventuras de 2018 regresa El Mató a un Policía Motorizado esta noche, para presentarse otra vez en Atenas, tras una temporada paseando por el mundo sus épicas guitarras y sus historias breves de perdedores hermosos, sus esbozos de felicidad y melancolía con forma de himno, y sus apocalipsis barriales atravesados entre amores y amistades. Siempre con una actitud despojada de pretensiones, de glamoures rockeros impostados: con la convicción de que las canciones, el sentimiento, mandan.

“Nosotros nunca nos vimos representados por la cosa glamorosa del rock, por más que nos gustaban bandas como Queen, pero en esa parte de la puesta en escena y las performances nunca me sentí reflejado. Como sí nos pasaba con otras bandas: a nosotros nos gustaba mucho Pixies pero no sabíamos como eran, somos viejos y antes no había internet. Y cuando descubrimos como eran, nos encantó: un gordo, una chica, uno medio latino, una mezcla antiestética para los cánones del rock glamoroso, nos partió la cabeza”, se ríe Santiago “Chango” Barrionuevo, alias Santiago Motorizado, la emblemática voz del combo, en diálogo con EL DIA.

Los Pixies, Pavement, Yo La Tengo, Weezer, Sonic Youth y otros elementos de la música independiente norteamericana de los 90 marcaron los albores de la banda platense, “enamorada” de esa “cultura” que, más allá de sus guitarras, habilitaron otro tipo de artista: “Se vestían mucho más relajados, al costado de la clásica estrella de rock”, recuerda “Chango” esas “cosas que pasaron hace veinte años, pero que se va repitiendo: pasa un poco el tiempo de esa cosa despojada y vuelve un poquito el glamour. No está mal, cada uno lo siente de manera diferente, pero yo me siento representado por eso y me gusta que sea así: nosotros, como somos, nos subimos al escenario”.

Quizás por eso, las dos nominaciones a los Grammy Latino (a mejor álbum rock, por “La Síntesis O’Konor”, y a mejor canción rock, por “Ahora imagino cosas”) le parecían a Santiago “un universo bastante ajeno al nuestro. Lo celebramos, nos gusta que El Mató vaya rompiendo barreras y apareciendo en espacios que a priori no son tuyos. Pero no estaba en nuestros planes ni siquiera ir: ya con estar nominados estaba bien, era simpático”.

“Chango” terminó yendo por insistencia de National Records, el sello que los edita en Estados Unidos, pero, autogestivos como son, “no daba para que vayamos todos: los Grammys no te pagan nada, son una asociación sin fines de lucro. Cada sello le paga a los artistas, pero el nuestro es un sello pequeño, colaboró en el hotel, pero el pasaje lo tuvimos que pagar con la banda”, cuenta.

Una vez allí, los premios para los que optaban quedaron “relegados” a la ceremonia secundaria, por lo que Santiago hasta pensó en no ir a la gala. Obligado a atravesar la alfombra roja, “una pesadilla, pero hay cosas peores en la vida”, y tentado porque quería irse a ver a David Copperfield, que actuaba en el hotel (“una vieja deuda de los 90”), terminó convencido por Dante Spinetta para entrar, “y me encantó, la pasé muy bien. Un mundo muy diferente al que estamos acostumbrados, pero ahí estuvo la parte divertida”.

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El disco nuevo los llevó, además de a Las Vegas, por todo América, incluyendo una gira estadounidense, y por España, Londres y Berlín, con entradas agotadas. Por el mundo encontraron mucho público latino que conocen la banda, y también “un público local: curiosos muchos, y otros que extrañamente conocen”, relata Barrionuevo, y recuerda que en Londres compartió historias de la banda en su Instagram el bajista de Liam Gallagher. “No lo conoce nadie... pero es el bajista de Liam Gallagher”.

El Mató también explotó en 2018 Tecnópolis, y tocó en Atenas su primer show de estadio en su ciudad natal, hace exactamente un año: una temporada bisagra para la banda, que “cambió la propuesta, el sonido de la banda: desde lo puramente artístico estamos contentos, con como lo sentimos, como lo llevamos al vivo. Renovó un poco la energía de la banda”; y que además “sentimos que penetramos un poco más allá en el público, en nuevos escuchas, no solo en Argentina sino en el continente”.

“Nos gusta que El Mató vaya rompiendo barreras y apareciendo en espacios que a priori no son tuyos”

Un público nuevo, magnetizado por esa postura sin solemnidades, ese “como somos subimos al escenario”, y también de la historia de una banda de amigos que apostó por la autogestión en tiempos de computadoras menos poderosas y vías de difusión sumamente centralizadas. Los chicos del póster del indie, de la independencia como bandera. Los antihéroes del rocanrol. Pero, como dice “Chango”, “lo más poderoso son las canciones: si alguien siente empatía por la banda, es, primero, por las canciones”.

EL CAMINO DE LA AUTOGESTIÓN

Lo cierto es que por ese camino de la autogestión, al margen de las convenciones, musicales, industriales, estéticas, llegaron de La Plata a los Grammy, aunque ese no es exactamente el “éxito” que le interesa a la banda. “Mi ambición”, confiesa “Chango” con humor, “es que esto pueda durar lo máximo que se pueda: somos conscientes que el arte no depende de las ganas, es un trabajo irregular, a veces te va mejor que otras veces, a veces se termina. A veces te morís”.

Hace más de 15 años, cuando todo empezó, “nuestras aspiraciones eran... humildes”, se ríe Barrionuevo. “No había urgencia, no había un plan, un objetivo que estuviera más allá de nuestro alcance. El plan era hacer canciones, tocarlas, y si le gustaba a alguien, genial. Éramos conscientes de lo que estábamos haciendo, sabíamos que había otro mundo al costado de la industria, pero también era lo que nos gustaba hacer, nos sentíamos cómodos haciendo todo nosotros. Y era hasta divertido averiguar cómo se fabricaba un disco desde la nada, no teníamos idea, no teníamos ninguna banda amiga que nos aconsejara. No existía Google. Estaba bueno hacer el disco nosotros, no importaba lo otro”, relata.

Inspirados en experiencias independientes como las de Suárez y Jaime Sin Tierra, “Chango” también hace referencia a “algo muy general: nunca fui fan de Los Redondos, pero más allá de ser fan o no, marcaron un fenómeno que no sucede en otros países, una banda súper masiva que es independiente. Eso, en algún lado de tu cabeza, está jugando: yo no quiero ser Los Redondos, pero sabés que si sos independiente pueden salir cosas y aventuras locas”.

Pero ahora, esas aventuras, correrías de juventud, también son el laburo. “De repente tu trabajo es este: tu economía pasa por esto”, accede el frontman de El Mató. La banda tuvo que mutar, adoptar una estructura de trabajo más grande, pero también allí encuentra “Chango” la felicidad: “Fuimos sumando mucha gente, el equipo de El Mató es muy amplio hoy, y eso está buenísimo: vas sumando gente que te cae bien, armás una miniempresa de gente rara y te vas de aventura por el mundo”.

De vuelta a casa tras sus aventuras por el mundo, El Mató se presenta esta noche, desde las 19, en Atenas, un show “especial, es nuestra ciudad. Después de tanto viajar tocar en tu ciudad es muy cómodo, todo tan cercano. Atenas queda a cuatro cuadras de casa, estoy joya. Pero también hay un nervio especial: siento que están en el público mis compañeros de la escuela, los vecinos, los parientes... eso me genera una cosa un poquito nerviosa”.

“Este año no tocamos mucho, tocamos en Cosquín y en Pilar, y cuando no tocás tan seguido estás con muchas ganas de tocar. Vamos a recorrer toda la discografía, tenemos tiempo, tocar algunas canciones que nunca tocamos en vivo”, cuenta Barrionuevo, quien adelanta un recital donde se tomarán su tiempo para repasar la discografía y disfrutar. Es su primer show en La Plata desde el Atenas agotado de 2018. Las circunstancias, claro, son otras, con una crisis que se ha agudizado y obligan a que “los consumos culturales queden relegados a las necesidades básicas... Y hay un montón de propuestas, es una lástima, un montón de bandas que están en movimiento. Y eso no puede aflorar en este mundo capitalista en que vivimos”, dice “Chango”. “Ojalá que mejoren las cosas, pero para que estemos bien todos, más allá del arte, para que la gente esté mejor”.

Frente a la crisis, y más en los mundos del arte y de la Ciudad, suelen aparecer los superpoderes de las pandillas, la solidaridad de la gente del medio, el empuje colectivo. El Mató ya lo vivió en sus inicios, “veníamos del 2001, la crisis más grande de la historia de Argentina. Y después pasó Cromañón. Pero frente a la crisis, frente a que está todo mal, se despierta algo muy puro y muy poderoso, muy sincero: el que se pone a hacer canciones en ese momento, quiere hacer canciones, realmente”.