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Vivir Bien |Los amigos de cuatro patas

Tránsito de animales: una acción que salva vidas

Son parte del mundo proteccionista y forman una red que rescata perros y gatos de la calle. La misión es recuperarlos y conseguirles una familia; la gratificación: el amor y la fidelidad de las mascotas

Tránsito de animales: una acción que salva vidas

María Victoria Pollini con algunos de sus seis perros

YAEL LETOILE
Por YAEL LETOILE

30 de Junio de 2019 | 05:50
Edición impresa

Ocupan un lugar destacado en el mundo del proteccionismo y son un puente de sanación para animales callejeros. La red de hogares de tránsito recupera y da en adopción perros y gatos. Sin esos cuidados –aseguran sus impulsoras–, más mascotas morirían en la calle a causa de las enfermedades y el abandono.

¿Que si hay recompensa? Para los “tránsito”, el amor y la fidelidad de las mascotas es la mejor gratificación. Pero ¿Qué significa ser un hogar de tránsito? ¿Cualquiera puede hacerlo? ¿Cómo sumarse a la red?

En esta nota, una reconocida proteccionista de City Bell y dos expertas en “tránsito” cuentan su experiencia con más 70 perros recuperados. Lleva trabajo, reconocen, pero tiene final feliz. ¿Me sigue?

RED DE CUIDADOS Y AMOR. Agustina Otto (35) es fundadora de Callejeritos de City Bell, una fan page con más de 10 mil seguidores que difunde mascotas perdidas y promueve la adopción y la tenencia responsable.

“Es más valioso transitar que adoptar. Porque hacerse de un perro sano es cómodo, en cambio quedarse con uno lastimado o sin pelo, hace que estas personas sean un puente entre una vida horrible y una vida hermosa”, afirma esta joven comerciante y enseguida reconoce sus limitaciones: “Soy pésima para hacer tránsito; al segundo día es mío”.

Para muestra está Chocolate, un callejero convertido en celebrity, que hoy duerme hecho un ovillo en un rincón del negocio de calle Cantilo, engalanado con collares y manta animal print.

Agustina se dedica a “colocar” a los animales y a motorizar otras acciones igualmente necesarias como las castraciones masivas o las colectas de dinero para solventar gastos en veterinaria y medicación.

Conseguir hogares de tránsito y formar una red es otro objetivo que la desvela. “Hay amigas de fierro que le damos una camada de seis cachorros para transitar y después otra porque están destinadas a eso. Lo importante es que respetamos que brindan su casa y activamos para ubicarlos rápido. Juntos formamos una red”, dice reconfortada.

Cuando recibe a un perro de la calle, le da un baño como si fuera un bautismo. “Dejaste tu vida de mierda atrás. Listo”, piensa. Después les pondrá una pipeta y un desparasitario.

María Victoria Pollini (47), recuperadora de muebles, se inició en el tránsito de animales hace 5 años. Un día su hija Sofía, que trabajaba con Agustina, la llamó para pedirle si podía cuidar a un perrito. Ella, que siempre gustó de las mascotas, no pudo negarse. “Ahí arranqué y nunca paré: transité más de 50”, cuenta.

Entonces tenía tres mascotas, hoy en su casa viven seis. “Cuando hacés tránsito, hasta que aprendés, algunos se van quedando. Un perro vive un promedio de 15 años. Algunos que tenía cuando empecé se fueron muriendo pero siempre hubo otros para reemplazarlos”.

Con el tiempo, optó por transitar cachorros porque los grandes tienen sus mañas y los de ella eran territoriales y se trenzaban con los que iban llegando. “No soy muy dominante y se ponían celosos”, los perdona.

Victoria es especialista en recuperar mascotas lastimadas o desnutridas. Restaurar muebles en su casa, le permitía atenderlos. “Es un trabajo recuperar un animal que está lastimado. Un día mis hijas volvían de bailar y rescataron a uno que estaba atado a un poste y no tenía pelo: pónganlo en el garage, les dijo”.

Cuando lo fue a ver, el perro se metió debajo de un mueble y no salió por 10 días. “Le acercamos la comida ahí, hasta que entró en confianza”, dice de quien se fue tres veces en adopción y todas se escapó para volver al lado de ella.

“Chocolate –igual que el afamado del centro de City Bell– es nuestro. Los animales tienen un fidelidad brutal que no tiene la gente. El vínculo que establecés con ellos es muy fuerte”, asegura.

¿Por qué lo hace? La mayor gratificación es verlos recuperarse y pensar qué les hubiera pasado si no los protegía. “No lo hago por reconocimiento. Lo hago porque me sale del alma”, dice quien también transitó gatos y hasta ¡tortugas! “¿Cuándo fue el momento que me hizo click y ya no pude dejar de hacerlo, todavía me lo pregunto?”, admite.

UNA PARTE DE MÍ. Más nueva que Victoria en estos menesteres, pero con idéntica devoción por los animales. Carina Filazzola no se achicó cuando le propusieron transitar a ochos cachorros. Leyó bien, ocho.

Es modista, trabaja en su casa como Victoria, y arrancó con este tema organizándose con sus vecinos para castrar a perros de la calle.

A los perritos hubo que destetarlos a los 25 días por el lugar deplorable donde estaban y el estado de la mamá. “O los traía o se morían”, afirma. Entonces, les dio comida procesada y los mantuvo a todos juntos dándoles calor con botellas de plástico llenas de agua caliente en un baño en desuso.

Carina tiene jauría propia: Negro, Julia y Kamba y le hace “tránsito” a Renato, un macho de cuatro años que apareció con demodexia –conocida como sarna roja y que produce inflamación en la piel– y hongos.

Todos ellos llegaron con lesiones más o menos leves. Ella los curó con dedicación amorosa. Así las cosas, a los chiquitos no los llevó a la cama por un tema de higiene. Aunque al último lo malcrió un poco más. “Cuando los dimos a las familias, me dije: misión cumplida. Me puso muy feliz”.

 

 

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María Victoria Pollini con algunos de sus seis perros

Agustina Otto junto a Chocolate, el perro que rescató de la calle y ahora es su mascota

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