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Opinión |Editorial

Deficiencias y desnaturalizaciones en el Parque Pereyra

Deficiencias y desnaturalizaciones en el Parque Pereyra
6 de Enero de 2020 | 03:43
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La situación de virtual abandono en que se encuentra desde hace varias décadas el Parque Pereyra Iraola quedó nuevamente patentizada en el informe publicado ayer en este diario, revelador de las múltiples deficiencias que padece el predio sometido no solo a faltas de mantenimiento, sino a un largo e imparable proceso de despojos territoriales y ocupaciones ilegítimas, que afectaron gravemente a su condición de paseo público y reserva forestal.

Se habla del único pulmón verde subsistente entre dos grandes conglomerados urbanos, como son el de la ciudad de Buenos y el Conurbano con el de La Plata, distinguido además por la Unesco por su condición de reserva natural de primer orden. Sin embargo, pese a esas características privilegiadas y a los anuncios oficiales, el Parque se muestra en la actualidad totalmente desatendido, con acumulaciones de residuos y cubierto por pastizales de llamativa altura que, en plena temporada veraniega, constituyen un serio peligro ante la posibilidad de se declare algún incendio.

Tal como se sabe, el parque nació a partir de la expropiación por parte del Estado en 1949, con el propósito de ser convertido en paseo público y reserva forestal. Sin embargo, la mayor parte del predio fue cedida por la Provincia a múltiples y diversos cesionarios, en tanto que muchas otras parcelas fueron ocupadas por intrusos. El sector restante, ubicado entre los caminos Belgrano y Centenario debiera cumplir la función original, de índole recreativa, pero su estado de mantenimiento deja mucho que desear.

Mesas y bancos destinados a los visitantes se encuentran rotos. Los caminos de tierra se muestran intransitables. No hay baños en condiciones. En cuanto al patrimonio forestal, se advierten muchos ejemplares caídos entre los altos pastizales.

Pese a su enorme potencial, con arboledas centenarias, construcciones de jerarquía patrimonial -que también reclaman restauraciones-, riqueza faunística y paisajes únicos para el esparcimiento popular, el Parque Pereyra Iraola sufre una contracara de vuelcos de basura, podas clandestinas, asentamientos que crecen sin control, lugares usados como depósitos de chatarra, cesiones de tierras poco claras, trabajo infantil en algunas de las quintas, montes que sucumben ante la tala clandestina e instalaciones y servicios semiderruidos.

Cabe señalar que existe una suerte de “doble comando” ya que el parque se encuentra en grado de dependencia del área de asuntos agrarios y del contralor del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS). No obstante ello, esta superposición, que bajo otros nombres preexistió siempre, no se tradujo en ventaja alguna. Por el contrario, se llegó al extremo de que en dos sectores del Parque -cercanos al llamado cruce Gutiérrez y a la rotonda de Alpargatas- se instalaron dos “saladitas” con centenares de puestos.

Hace ya mucho tiempo que en esta columna se viene advirtiendo que, de las 10 mil hectáreas originales que integran la superficie total del Parque expropiado a fines de la década del 40, sólo un poco más de 2 mil cumplen con la finalidad expropiatoria, es decir la de ser paseo público y reserva forestal. El resto fue cedido a arrendatarios públicos, a gremios, clubes y diversas entidades, mientras que otro gran sector se encuentra ocupado ilegalmente por intrusos, sin que la Fiscalía de Estado, en su condición de defensora de los bienes provinciales, haya logrado restablecer la integridad del predio.

Los especialistas han coincidido en señalar que son las autoridades y organismos bonaerenses -en especial la mencionada Fiscalía de Estado- quienes deben extremar esfuerzos para que terminen las ocupaciones precarias o ilegítimas en el predio, respetándose sus condiciones intrínsecas de paseo público y reserva forestal. Asimismo, es de esperar que, mientras ese proceso de recuperación se activa, se desarrollen sin más demora las tareas de desmalezado y mejor mantenimiento del parque, abandonado en forma incomprensible por los organismos que deben velar por su cuidado.

 

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