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La universidad sectaria y la educación también

La universidad sectaria y la educación también

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RAÚL A. PESSACQ
RAÚL A. PESSACQ

10 de Junio de 2020 | 02:52
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Quizá un ejemplo simple ayude para reflexionar sobre cuestiones educativas y políticas. Se suspendió la charla sobre “Combate contra la corrupción, democracia y estado de derecho”, que se debiera haber realizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, a la que había sido invitado el ex juez brasilero Sergio Moro, quien condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a algunos integrantes de su gobierno y a varios empresarios, todos involucrados en la corrupción y lavado de dinero denominado “Lava Jato”.

Uno de los promotores del evento expresó, quizá con sorpresa por la suspensión, porque “El eje principal de la charla era la libertad de expresión”.

No interesa emitir juicio sobre la actuación judicial o política de Moro. Solo se hará sobre la característica del rechazo, previo a sus opiniones.

Días antes un grupo de profesores de la UBA lo había considerado “un modelo de juez incompatible con un estado democrático de derecho”. El hecho “no implica ningún tipo de discriminación” sino “un pedido de coherencia” con los principios constitucionales. Hubo expresiones similares de políticos y dirigentes sociales , tales como el “repudio absoluto al miserable de Sergio Moro”.

Disentimos con las razones de esta cancelación porque la universidad nacional debe contener, transmitir y crear el conocimiento universal sin adoptar una posición ideológica particular excluyente, ni restringir la libre y responsable expresión de otras. Apelar al estado de derecho para prohibir la exposición de ideas, contrarias a las propias, es una forma de tergiversar su fundamento y mal utilizarlo.

La única coherencia republicana posible es para con la libertad de opinión, de cátedra y de prensa, según lo establece la Constitución Nacional, especialmente cuando los conceptos se emitan en el ámbito universal de las ideas, cual es la universidad. Toda otra actitud es una inaceptable censura.

La libertad académica debe ser una norma indispensable para exponer ideas, no para prohibir otras o tomar partido por alguna de ellas ignorando o repudiando las demás. Menos aún cuando la exclusión se hace desde el poder que otorga el magisterio y con el amparo y complacencia de autoridades educativas.

Desde hace casi dos décadas la universidad nacional ha adoptado diversas acciones y formas de difundir y hacer propaganda en pro de la política oficialista. Se puede generalizar y expresar que, aún en la enseñanza de los niveles primario, secundario y terciario, se realizan actividades de propaganda y adoctrinamiento con un marcado sesgo de apoyo hacia las imprecisas y confusas ideologías de las izquierdas de los años setenta. Esta universidad está así equivocada.

La educación de valores y la enseñanza de contenidos deben sostener la neutralidad partidaria y el pluralismo ideológico y político. Las convicciones individuales pueden y deben ser emitidas, pero no como representación institucional.

Esta política educativa está guiando a la juventud hacia un pensamiento hegemónico, contrario a la democracia republicana liberal de nuestra Constitución. Los ciudadanos no han delegado en los gobiernos la potestad de inculcar la enseñanza de ideas que digan qué se debe pensar y qué no. Si no se enseña a no discriminar y a respetar al otro y a sus creencias, se fundamenta una sociedad excluyente de la diversidad que busca la uniformidad y el pensamiento único.

La educación ha ido perdiendo el respeto, la sorpresa y la ingenuidad de los niños, los adolescentes y los jóvenes frente a “la magia del pizarrón”. Pareciera que los alumnos y sus padres han extraviado parte del respeto por sus maestras y maestros, tal como fue tradicional cuando dignificaban el magisterio. Pero también muchos docentes han dejado de lado su noble función formadora y variadas autoridades han acompañado, con complacencia o complicidad, esta decadencia social.

La universidad y la educación no están equivocadas: es la que quieren sus autoridades, muchos docentes, administrativos, estudiantes, sus padres y funcionarios de gobierno. Esta es la preocupante realidad de la concepción con la que se está educando a la niñez, la adolescencia y la juventud.

La sociedad de niños y jóvenes merece otra educación, plural de ideas, con espíritu crítico pero respetuoso de todos los pensamientos y creencias, para que se conviertan en ciudadanos fecundos para sí y para la sociedad.

Solo la resistencia de muchos ciudadanos a estas ideas hegemónicas puede evitar esta educación sectaria y esta enseñanza con adoctrinamiento ideológico que preanuncian una posible y autoritaria sociedad futura. Quizá la podremos estar viviendo en solo un poco tiempo más. Mantengamos la esperanza de que no nos espere esa realidad social que no deseamos.

 

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