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Opinión |TENDENCIAS ECONÓMICAS

La incertidumbre latente en medio de la pandemia

La incertidumbre latente en medio de la pandemia

Ricardo Rosales
Ricardo Rosales

6 de Julio de 2020 | 04:47
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¿Tras el derrumbe económico y social, que sigue? Esta última cuarentena decidida para la región del AMBA, confirma que la pandemia no ha sido superada y se esperan más consecuencias para la salud de la población, con un sistema sanitario que opera en el límite. Un horizonte sin expectativas, o más bien ganadas por expectativas negativas. La palabra incertidumbre puede describir la situación, aunque la Argentina vive bajo esta denominación desde hace tiempo, casi de manera permanente. Los humores sociales mutan, cambian y tratan de aferrarse a alguna esperanza.

En economía se dice que cuando el riesgo no es medible o computable, entonces hay incertidumbre. Aunque en la actual coyuntura, a la Argentina podría caber algo aún mayor: la certidumbre de que algo va a salir mal o imaginar que lo que viene es peor. Se trata de percepciones sobre el porvenir que quizás no sean mayoritarias y no se cumplan pero que condicionan una salida a la actual crisis.

Los gobiernos, la política y el Estado, precisamente, debieran dar certidumbre y en particular durante una crisis, Las últimas semanas en cambio, las brechas políticas en el país se han ampliado hacia posiciones cada vez más distantes, con conflictos institucionales en la Justicia, el parlamento y hasta algunas ofertas insólitas como la de independizar una provincia. Y en la economía, la casi continua irresolución de temas claves, como la deuda, un programa monetario y fiscal, la intervención de Vicentin, el caso Latam, la continuidad en el Mercosur o un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, alimentan las expectativas negativas. El gobierno de Alberto Fernández prolonga en el tiempo decisiones que urgen y propone un juego y un diagnóstico que resulta críptico e incomprensible para los negocios y una porción creciente de la población. La súbita atención en emigrar al Uruguay, alentado por la gestión del presidente Lacalle Pou, y amonestada por la AFIP local, es otro síntoma de las expectativas en danza.

Aunque con relación a los resultados económicos, no se trata solo de percepciones. Los datos del 2020 y de las últimas semanas son contundentes sobre la profundidad de la recesión y la confirmación de que la Argentina transita por la peor crisis de su historia. La pobreza y el desempleo están aumentando a valores inimaginados. En el primer trimestre del año, el Indec informó una tasa de desocupación de 10,4 por ciento a nivel país, y de 12,4 por ciento en los partidos del Conurbano, datos que dan cuenta de la fragilidad del mercado laboral cuando se ingresó en la pandemia. Pero en abril, el sistema previsional (SIPA) computó una contracción del empleo registrado de 1,6 por ciento, con la pérdida de 186.000 empleos. ¿Cuántos más se perdieron en mayo y junio? Y ¿cual es el nivel de inactividad del empleo no registrado, en negro?.

Distintas cámaras empresarias advierten sobre las decenas de miles de comercios o pequeñas empresas que están cerrando de manera definitiva sus puertas y de otras actividades como el turismo, hotelería, aerolíneas, inmobiliarias, línea blanca y distintas profesiones que transitan una crisis terminal. Las alimenticias y las grandes cadenas también anotan resultados negativos pese a que en estos rubros no hubo restricciones. Las ventas minoristas, inclusive en la modalidad on line, medidas en cantidades, en junio según CAME cayeron 34,8 por ciento. Un declive menor al de mayo y que en el AMBA llegó a una baja del 49,3 por ciento. Quizás el dato que resume la magnitud de la depresión es el 26,4 por ciento de caída en abril del indicador de actividad, el más alto de toda la serie histórica que abarca más de una centena de años.

Ante esta realidad, la última información sobre un encuentro del gabinete económico, pero esta vez presidido por Alberto F., da cuenta de un diagnóstico de la coyuntura algo insólito: que ahora se abre una etapa de liquidación de divisas que permitirá fortalecer las arcas del Tesoro y que habrá más circulante por el pago de aguinaldo para incrementar el consumo. En esa reunión también se advirtió sobre aumentos de precios en alimentos y artículos de limpieza calificados como irrazonable y se reclama a esas empresas a trabajar a plena capacidad. El Gobierno, mientras, hará otra “última” oferta por la deuda, con un número “inamovible” de alrededor de 53 por ciento de paridad de los bonos para el canje. Suena a un ultimátum reiterativo y a previsiones que se repiten desde principios de la gestión, aunque alejados de los resultados palpables.

La noticia positiva de los últimos días no proviene de la política, sino de los mercados internacionales. Uno aprovechable por el país, el segundo depende de la suerte de la negociación con los acreedores externos. Esta última se refiere a las bajas tasas de interés de la Reserva Federal americana, que se mantendrían el año próximo y a recientes colocaciones de países de la región, como Uruguay o Bolivia, con tasas de alrededor de 4 por ciento. Igual de los fondos otorgados a países por el FMI por la reciente pandemia. El crédito barato en moneda dura resulta vital para infinidad de proyectos privados. Aunque como ocurrió con la gestión de Macri, luego de cerrar el capítulo de los holdout, no ocurre una lluvia de inversiones y tasas bajas solo con arreglar la deuda. Es necesario otros aspectos. La Argentina tiene adicional a esto una negociación pendiente por la deuda con el Club de París y el FMI.

El primer aspecto se refiere a la mejora en la cotización de la soja, que en los últimos dos meses pasó de 310 dólares la tonelada a 350 dólares por tonelada, más del 10 por ciento en estos dos meses. La explicación tiene que ver con la demanda de China que habría comprado alrededor de 15 por ciento más de soja este año que en el 2019. Y lo más interesante, que esta pareciera ser una tendencia y no algo puntual. Igual, la situación de las reservas internacionales que tiene el Banco Central bajó en estos meses de abril y mayo en casi 500 millones de dólares.

 

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