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Séptimo Día |LOS SUPERPODERES DE LA SONRISA

La “atracción traicionera” de la Mona Lisa

Uno de los gestos humanos más significativos. En la Antigüedad y hasta hace poco tiempo, los retratados salían serios. Las mujeres sonríen más que los varones. Testimonios de novelistas, poetas y filósofos.

La “atracción traicionera” de la Mona Lisa

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

10 de Octubre de 2021 | 07:38
Edición impresa

“Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa”, dijo Gabriel García Márquez que con esas palabras ensalzó uno de los gestos humanos más llenos de contenidos e interpretaciones. Y una mujer inolvidable, que vivió en el ojo de los huracanes de la pobreza y el dolor, la Madre Teresa de Calcuta, aseguró que “la paz comienza con una sonrisa”.

Elegida en una encuesta de talleres literarios de España como la palabra más bella del idioma español, la sonrisa se hace sentir también cuando no está presente. Decenas de investigadores advirtieron que de las personas retratadas por los grandes pintores del pasado –y también en la época de las primeras máquinas fotográficas- ninguna sonreía. Salvo contadas excepciones, a casi todas se las ve perfectamente serias, como si estuvieran enojadas.

En muchas casas familiares se conservan las fotos de los abuelos de quienes hoy son abuelos. Esos antepasados también posaban con enorme seriedad: labios apretados, ceños fruncidos y porte solemne. Cada uno de ellos, por humilde que haya sido, ponía rostro de prócer y así quedaron para el recuerdo. Inmigrantes que vinieron sin nada de la entonces paupérrima Europa o estancieros, no importa: todos serios.

Según investigadores la costumbre de no sonreír cuando se posaba para los grandes retratistas provenía de que en esa época no había implantes dentales para reemplazar las piezas perdidas, es decir, que una sonrisa dejaría ver el mal estado de las dentaduras.

Sin embargo, también las sonrisas se asociaron durante varios siglos a la locura, a la embriaguez o a otros desórdenes de conducta. De modo que estos factores pudieron incidir asimismo para que los abuelos de los actuales abuelos hayan querido continuar con la seriedad proverbial de aquellos pretéritos retratados. No querrían desolemnizarse y, además ¿quiénes eran ellos para cambiar esa tradición?

La ciencia tiene por probadas diversas propiedades de la sonrisa, muchas de ellas sorprendentes. Así, especialistas de la Wayne State University examinaron fotografías de equipos de básquet de los Estados Unidos anteriores a la década del 50. De esos estudios surgió que quienes no sonreían en las fotos vivieron una media de 72,9 años de edad, mientras que los sonrientes tuvieron una media de 80 años. Los investigadores consideraron que cuando una persona es naturalmente risueña, lo que hace es aumentar sus expectativas de vida.

Madre Teresa de Calcuta / Web

MUJERES Y VARONES

Relacionado a ello, se sabe que las mujeres viven más que los varones. El promedio de vida en el mundo les da unos cinco a seis años más de vida a ellas. Esto se conocía acaso más que el hecho de que las mujeres –por razones no explicadas por ninguna ciencia- sonríen también más que los varones. Las dos referencias coinciden, de modo que quien sonríe vive más.

Sobre este asunto se expidió la escritora española Pilar Jericó, en un artículo publicado en el diario madrileño El País: “Un punto curioso, según defiende la científica Lafrance, es que las situaciones embarazosas o socialmente tensas llevan a las mujeres a sonreír más que a los hombres, sin embargo, las situaciones felices o tristes no lo hacen. La sonrisa tiene un uso muy ligado a las relaciones sociales. Tanto hombres como mujeres tenemos la capacidad de producir sonrisas genuinas, sin embargo los hombres afirman sonreír menos que las mujeres y ambos sexos creen que esto es cierto”.

Jericó también sostuvo que “la sonrisa en muchas ocasiones es el resultado de un estado de bienestar o placer, pero en otros casos el simple hecho de sonreír nos hace sentir mejor. Aunque nuestro sentido común conozca esta teoría, la ciencia le puso un nombre hace ya algunos años cuando Charles Darwin enunció la hipótesis del “feedback facial”, (la escritora alude a una hipótesis de retroalimentación, según la cual la activación de algunos músculos faciales envía información sensorial al cerebro y eso crea una experiencia emocional en el sujeto).

“Los avances de la neurociencia han revelado que Darwin, una vez más, tenía razón. Esto nos explica por qué es beneficioso hacer sonreír a alguien que no está pasando por un buen momento y aún más interesante, cuando estamos mal nosotros, cambiar nuestra sonrisa y nuestra postura corporal nos ayuda a transformar nuestras emociones”, añadió Jericó.

No sólo escritores y poetas –como Shakespeare, Gabriela Mistral (“Hay sonrisas que no son de felicidad, sino una manera de llorar con bondad”), Oscar Wilde o Benito Pérez Galdós- exaltaron este gesto humano, sino que también lo hizo el solemne filósofo prusiano Immanuel Kant con esta frase: “Como el camino terreno está sembrado de espinas, Dios ha dado al hombre tres dones: la sonrisa, el sueño y la esperanza”.

La sonrisa como concepto promueve múltiples interpretaciones artísticas, literarias, científicas o sociológicas. El que sonríe suele ser honesto, los corruptos y los perversos no sonríen. Sin embargo, esta conclusión debería relativizarse, dicen los entendidos: el que sonríe en países confiables como Suiza o Australia pareciera garantizar más sinceridad y dar confianza que aquél que sonríe en algunos países muy atrasados.

Sin embargo, la sonrisa no establece diferencias culturales entre el ser humano civilizado y el que vive en el seno de las tribus más refractarias al progreso: ambos sonríen. Todos estos datos y muchos más, claro, pueden encontrarse en la obra de Paul Ekman, el más conocido de los investigadores de la historia de las expresiones faciales.

También dicen que sonreír es más fácil que permanecer serio, porque la sonrisa necesita de menos músculos faciales que una frente arrugada por el enojo.

LA GIOCONDA

La sonrisa más enigmática de la humanidad es la de la Gioconda, la retratada por Leonardo Da Vinci. En esa pequeña superficie de 77 por 33 centímetros, Da Vinci concentró múltiples misterios y el primer obsesionado por el retrato fue el propio autor de la pintura.

Las situaciones socialmente tensas llevan a las mujeres a sonreír más que a los hombres

 

“En esta obra de Leonardo, había una sonrisa tan agradable que era algo más divino que humano de contemplar, y se consideraba como algo maravilloso, en el sentido de que era algo vivo”, sostuvo el renacentista Giorgio Vasari, uno de los primeros estudiosos de la obra.

La sonrisa inescrutable, los colores de las manos entrelazadas –“parecían, en verdad, no ser colores sino la propia piel…”(Vasari). Otro crítico de arte, del siglo XIX, Alfred Dumesnil quedó paralizado ante la pintura y afirmó que “la sonrisa está llena de atracción, pero es la atracción traidora de un alma enferma que retrata locura…”Esta mirada, tan suave pero ávida como el mar, devora”.

La “atracción traicionera” de la sonrisa de la Mona Lisa obsesionó el espíritu de un novel artista francés llamado Luc Maspero. A tal punto fue así que, después de asistir durante meses, día tras día, al Louvre para mirar el retrato, Maspero saltó desde su habitación de hotel en París. “Durante años he luchado desesperadamente con su sonrisa”, se dice que escribió en la carta póstuma. “Prefiero morir”.

BIENVENIDA SONRISA

Se afirma que los programas de racionamiento y de orientación, destinados al consumo y a la prevención sanitaria, impulsados por Roosvelt durante la Segunda Guerra Mundial hicieron que fueran los soldados estadounidenses, combatientes en Europa, los que al volver triunfadores dijeron que habían confirmado la importancia de cuidar la dentadura y que a partir de allí la sonrisa se generalizó como un gesto predominante de la época.

Se impuso entonces ese gesto joven, de alivio, luego de la conflagración. Uno de los habló de ese tema fue Ernest Heminway que así lo estampó en alguna de sus colaboraciones a los diarios. Hemingway había sido corresponsal.

Se han afirmado tantas cosas sobre la sonrisa –aquí sólo entran algunas pocas muestras- que quién se animaría a negar esa alternativa. Y si no fuera cierto, una sonrisa comprensiva cerraría el problema.

Digan queso (“cheese”) en inglés. Digan “whisky”. Fotógrafos de los cinco continentes literalmente obligaron a sus retratados a sonreír mediante estas consignas. El mundo cambió. Con dentaduras reales o implantadas, la humanidad tiene hoy un arma no beligerante y eficaz para enfrentar las angustias de la existencia. Es la sonrisa.

“En esta obra de Leonardo, había una sonrisa tan agradable que era algo más divino que humano de contemplar, y se consideraba como algo maravilloso, en el sentido de que era algo vivo”, sostuvo el renacentista Giorgio Vasari

 

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