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Un grande que debió ser campeón mundial

EDUARDO TUCCI
Por EDUARDO TUCCI

8 de Julio de 2021 | 03:09
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Marcó una etapa inolvidable de nuestro automovilismo al alcanzar protagonismo central en una Fórmula 1 superpoblada de talentos. Carlos Reutemann instaló su estilo sobrio pero contundente sobre la pista, incluyendo sus condiciones para testear como pocos un auto de carrera. Fueron 10 años inolvidables desde 1972, cuando aceleró por primera vez un auto de la máxima categoría del automovilismo mundial hasta 1982, cuando en medio de una pelea con los dueños del equipo de ese entonces, se alejó para siempre de las pistas.

En todo ese tiempo Lole compitió para los principales equipos de la época, como Brabham, Ferrari, Lotus y Williams, sumó 12 victorias, 45 podios y seis pole positions en 144 carreras puntuables. También triunfó dos veces en pruebas realizadas fuera del campeonato. Un recorrido espectacular que se había iniciado en 1965 cuando se lanzó a competir a nivel local en el Turismo Nacional.

En muy poco tiempo logró saltar de las pistas y los caminos argentinos al gran circo de los monopostos, desafío que intentaron muchos argentinos siguiendo los pasos del precursor en la materia, el gran Juan Manuel Fangio, pero que por diferentes motivos quedaron truncos.

SORPRENDIÓ DESDE EL INICIO

El ingreso de Lole al gran circo del deporte motor continental no fue en silencio. Sorprendió a todos desde el vamos al conseguir la pole position en su primera carrera, el Gran Premio de la República Argentina. La adaptación al ruido grande fue rápida y llamó la atención su edad -30 años-, cuando muchos pilotos ya tenían a esa altura una campaña realizada.

Tuvo muy buenos resultados parciales desde el vamos. Ya en 1972 y 1973 se mezcló con los de punta y en 1974 ganó en Sudáfrica, Austria y Estados Unidos. Sumó otro halago en 1975, en Alemania, además de varios podios que le permitieron ocupar el tercer lugar final en el campeonato, detrás de dos monstruos de la época: Niki Lauda y Emerson Fittipaldi.

EL SUBCAMPEONATO

Reutemann debió ser campeón del mundo y, si bien en 1981 acarició la gloria, un entredicho con los responsables del equipo para el que competía lo condenó al subcampeonato, cuando a lo largo de toda la temporada había dado muestras de ser el mejor y de tener un auto contundente.

Hubiera sido la coronación de una década plagada de éxitos, pero en el Gran Premio de Brasil, en Jacarepaguá, se cayó todo a pedazos. Lole punteaba con mucha comodidad bajo la lluvia y todo apuntaba a una nueva victoria del argentino. Pero de pronto desde el box de Williams -el equipo para el que corría en ese entonces Reutemann-, apareció un cartel con una orden clara: “Jones-Reut”. O sea debía dejar pasar a su compañero de equipo, Alan Jones. El argentino no hizo caso, se quedó con la victoria -la última de su campaña- y cuando le preguntaron por la orden emitida desde el box, respondió: “Nunca vi ningún cartel”.

A partir de ese momento, las cosas cambiaron en el equipo. A Reutemann se le pusieron infinidad de trabas, el enojo por la “desobediencia” en Río de Janeiro siguió latente entre los que manejaban la escuadra y en la última prueba de la temporada, se consagró campeón el brasileño Nelson Piquet por un punto de diferencia sobre Lole, que no pudo sobreponerse al escaso apoyo recibido.

EL RECUERDO DE 1974

Miles de historias quedaron grabadas en el recuerdo de los aficionados argentinos que durante diez años siguieron la Fórmula 1 por la presencia del argentino. Entre ellas, imposible borrar la inolvidable jornada de enero de 1974 cuando la máxima categoría del automovilismo mundial se presentó en el autódromo de Buenos Aires. Ese día, Lole desplegando todas sus condiciones picó en punta y se apoderó de la posición de privilegio durante 50 vueltas, lo cual significaba estar a un paso de un triunfo en el país. Segundo, lejos, venía Denis Hulme y detrás completando el podio el joven austríaco Niki Lauda con Ferrari.

La vuelta 51 quedó en la historia: cuando Reutemann se dispuso a encarar los dos últimos giros y las 80 mil almas que colmaban el autódromo brindaban un espectáculo aparte, en el auto del argentino apareció un “rateo”. Algo no funcionaba correctamente, la toma de aire se deterioraba y el final fue inevitable. Fue en vano el aliento de su público, el santafesino fue superado a vuelta y media que cayera la bandera de cuadros, por seis de sus rivales, el silencio fue total, nadie lo podía creer, el combustible del tanque de su Brabham no alcanzó.

En el palco de honor lo esperó Perón, que no se quiso perder la fiesta, se subió a un helicóptero en la Quinta de Olivos y voló hacia el Autódromo.

Una vida dominada por el automovilismo, aunque el campo y la política más tarde también ocuparon sus días. Lole Reutemann, uno de los deportistas que forman parte de la historia grande y que merecía ser campeón mundial.

 

 

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