El partido soñado no podría haber sido tan hermoso como la realidad

El principal deber de estas líneas radica en tomar conciencia de la magnitud del hecho a narrar. En no perder de vista que este ejemplar de El DIA se guardará en una bolsa de nylon sin poder evitar que la acumulación de almanaques la vuelva amarillenta.

No se trata de comentar aristas de un partido de fútbol importante. La responsabilidad es mayor. Pasa por comprender los ribetes de un fenómeno social que deja en off side al raciocinio y atraviesa el muro de la emotividad. La historia le asignará al hecho en cuestión un sitial de privilegio, pero el pueblo se siente partícipe como sólo ocurre con aquellos episodios que marcan, para siempre, la vida de todos.

Es un Mundial, aunque allí no termina la historia. Al contrario, es el punto de inicio, el disparador. A partir de la foto de Lionel Messi levantando el trofeo más deseado del planeta, se desató una fiebre imposible de limitar. Los gobernantes siguen siendo los mismos y las cuestiones estructurales mantienen las características que traen de arrastre, pero el país (los ciudadanos que lo componen) es otro.

La argentinidad, ese documento que no emite el Registro de la Personas, y que brota del collar de gustos, pasiones y amores que uno mama de chico, se topó con una satisfacción que la desborda.

Pasarán los años y cada uno sabrá, perfectamente, en qué lugar estaba y con quién se abrazó cuando Dibu Martínez evitó, con su pierna izquierda, lo que iba a ser el cuarto gol de Francia en el último minuto del segundo tiempo suplementario. De esa clase de emociones se nutre la línea de tiempo en el recorrido de las personas.

ÁNGEL “FIDEO” DI MARíA NO ROZÓ LA PERFECCIÓN, SIN DUDAS LA ALCANZÓ

Los sesenta y tres minutos jugados por el autor del segundo gol merecen una sola calificación, el diez. La rompió. Encaró, gambeteó, pasó entre rivales, le cometieron el penal que costó encontrar y obligó sin pausa a que el juego del campeón del mundo se volcará hacia la izquierda. Había que darle la pelota porque él desequilibraba armando un lío de novela.

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Su definición cruzada fue estupenda, pero verlo llorar mientras regresaba a su posición en el campo cruzó la barrera de la sensibilildad. Regaló una imagen conmovedora transmitiendo, sin palabras, lo que estaba sintiendo.

Se hizo notar cada vez que entró en contacto con la pelota. Y se lo extrañó (más allá de la prestación del Huevo Acuña) cuando el trámite cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Ángel Di María dejó en la mejor final que se podía imaginar una huella merecedora de aplausos. Hay varios que se ganaron la calificación más alta y él es uno de ellos.

EL TIEMPO PONE A LAS COSAS Y A LAS PERSONAS DONDE MERECEN ESTAR

“Probablemente sea mi último Mundial”, confesó Lionel Messi algunos meses atrás. ¿Le daría el fútbol el único premio que le faltaba?

La incógnita lo acompañó desde el debut con derrota ante Arabia Saudita. Y nadie, absolutamente nadie, sabía cómo iba a terminar la historia.

Fueron su talento y su perseverancia los que supieron esperar. Tener paciencia es una virtud de los reyes y el capitán la tuvo. El premio justifica cualquier demora. Le llegó en el momento indicado. Ni antes ni después. La sonrisa, junto a su esposa e hijos, sosteniendo la joya que no tiene precio fue el punto culminante de una carrera extraordinaria.

Dos penales convertidos y un tercer gol, anotado de derecha, constituyen las pinceladas cumbre de otra actuación comprometida y sobresaliente. Manejando los tiempos de su sapiencia, y regulando el combustible de energía, lideró a una formación que dependió mucho de su talento.

Tener paciencia es una virtud de los reyes. Messi supo esperar y el fútbol le dio su mejor premio

Por estas horas, cuando tome verdadera conciencia de lo que se está disfrutando en la tierra que abandonó hace mucho para cumplir el sueño de triunfar como futbolista, se va a largar a llorar como un nene, como lloró su mamá en el palco y sus hijos, cuando se le colgaron del cuello en la cancha.

APRENDER DE UN GRAN TRIUNFO ES EL FLAMANTE DESAFÍO A TRANSITAR

¿Por qué pensar que únicamente de las derrotas se puede aprender? Un triunfo tan genuino y meritorio como el construído en Qatar permite y obliga, aunque luzca contradictorio, a transitar el desafío de aprender repasando la lección.

El fútbol argentino tiene la oportunidad de pararse en el éxito y corregir defectos que atentan contra el producto. Mayor rigurosidad organizativa y seguridad para los espectadores es la vieja deuda por saldar.

El guionista del partido se pasó de ingenioso. Por momentos, pareció exagerado el suspenso. Hasta poco creíble.Muy de película pochoclera. Pero fue así nomás. La épica superó cualquier límite y la Selección Argentina se hizo acreedora de un reconocimiento pocas veces visto.

La prensa del mundo habla maravillas de la manera en que se abrazó la gloria. Nos vieron alcanzar una hermosa victoria colectiva. El orgullo está justificado.

Los campeones del mundo festejaron en el campo abrazados por cientos de argentinos / AFP