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Juega a la ambigüedad y su tropa no desinfla el operativo clamor

Carlos Barolo

29 de Diciembre de 2022 | 03:39
Edición impresa

Esa peculiar rendija interpretativa de un fallo judicial adverso es la que le sirve al kirchnerismo para aferrarse a la ilusión de que la lideresa, finalmente, será algo más que la guía de la estrategia electoral del Frente de Todos. Aún cuando a cada auditorio de fieles que empieza a cantar “Cristina Presidenta” ella le responde haciendo el gesto de silencio. Algunos leen: “No es una negativa, significa que ahora no es el momento”. Cuestión de fe.

Bajo la tesis de que su condena a prisión sería un ancla para la campaña del peronismo, Cristina hace casi un mes, desde la noche del 6 de diciembre en Punta Lara luego de escuchar la resolución de la causa Vialidad, que viene pidiendo que alguien se anime al intento de reemplazarla, de cargar el “bastón de mariscal”, ese símbolo de conducción y liderazgo que todos “llevan en la mochila” pero que nadie ha sacado todavía.

UNA CARA PARA EL PROYECTO

Por supuesto que es engañosa la propuesta: más que un nuevo líder, la vicepresidenta parece estar pidiendo un nuevo “front man”. Alguien que se anime a ser la cara del proyecto que, se descuenta, debería tener su bendición. Por ahora nadie aparece asumiendo el desafío.

En ese sentido, las palabras de Axel agigantan la ausencia. Es verdad que el gobernador es parte interesada. Sobre todo porque hace meses que resiste la idea impulsada por cierto sector del PJ bonaerense de que sea él mismo la figura de recambio.

Kicillof se aferra a la Provincia y a la posibilidad constitucional de buscar su reelección. Sabe que retiene los votos de Cristina en el Conurbano. No lo seduce la sugerencia velada de jugar a la épica e intentar la pelea por la presidencia porque es un campo de batalla que, a priori, al oficialismo se le haría muy cuesta arriba, en especial con la posibilidad de tener que resolver todo en un ballotage.

La gobernación, en cambio, se gana por un voto.

No es casual que la primera voz que se escuchó con la tesis “Cristina 2023”, hace muchos meses, haya sido la de su mano derecha, Carlos Bianco, su jefe de asesores y una suerte de jefe de Gabinete “bis”.

De todos modos, a Axel lo persigue un karma: todo el justicialismo sabe que hará lo que finalmente le sugiera Cristina porque ella es su terminal política, en realidad su mentora, y resulta improbable que él intente algún conato de rebeldía.

Cristina pide que se mueva el banco de suplentes pero en verdad sabe que hay poco material disponible.

La liga de gobernadores del PJ impuso la lógica de pelear, con el argumento del antifederalismo, el reciente fallo de la Corte Suprema que benefició a la CABA con coparticipación que había sido recortada porque les sirve como insumo para sus propias campañas en las provincias. Todos pelearán sus reelecciones, despegadas de lo comicios nacionales porque es más fácil pelear la propia que ser arrastrado por una eventual ola opositora. A ninguno de ellos, al menos por ahora, le interesa el “bastón de mariscal”.

¿Y UNA RE?

¿Alberto Fernández como opción inevitable, casi de descarte, de un justicialismo que parece desentenderse de su suerte? No parece ser lo que anhela Cristina. De todas las filosas dagas discursivas que ha disparado en los últimos tiempos, probablemente la que usó el martes sea la más despectiva: definió al oficialismo gobernante como la “agrupación amague y recule”. Una síntesis cáustica de las oscilantes decisiones presidenciales, como el ida y vuelta con el mencionado fallo de la Corte por la “copa” o, mucho antes, la ofensiva sobre la cerealera Vicentín, por citar sólo un par de casos.

Así, se supone que Cristina no quiere ese perfil zigzagueante para aquel al que le ceda el cetro. Buscaría otra cosa. ¿Wado de Pedro entonces? Está en carrera, sobre todo para él mismo. ¿Sergio Massa? Nunca será propio, siempre será el candidato oficialista mejor mirado por el establishment, aún condicionado por el repunte del rumbo económico, y acaso el preferido de la CGT.

¿Y si en Avellaneda la vicepresidenta no hizo más que evitar que se extinga el operativo clamor o, en todo caso, dejar en evidencia que una vez más ella será la que, como en aquel tuit de 2019 que postuló a Alberto, defina otra vez el rumbo del peronismo porque éste no logra re-definirse?

No parece que el verano vaya a deparar grandes sorpresas.

 

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