Sebastián Sorarrain, el sello local de la obra protagonizada por Annie Dutoit Argerich

“¿Quién es Clara Wieck?” se ha transformado en uno de los sucesos teatrales de la temporada: la obra que reescribe el mito de la pianista del siglo XIX, protagonizada por Annie Dutoit Argerich, la hija de Martha Argerich, se presenta de miércoles a domingo en el porteño Cultural San Martín, tiene sus entradas agotadas de aquí al final de su recorrido.

Y el fenómeno tiene sello platense: el barítono Sebastián Sorarrain acompaña sobre escena, en reemplazo de Víctor Torres, a Annie Dutoit Argerich y al pianista Eduardo Delgado en la obra creada por Diego Vila y Betty Gambartes que reescribe el mito conocido sobre Clara Wieck, a quien durante años se conoció como “Clara Schumann, la esposa de”. Eclipsada por ser la mujer de Robert Schumann, y por su ambigua relación con Johannes Brahms, de Wieck llega al presente “un mito cargado de machismo”, define Sorarrain.

En la obra, Dutoit Argerich, dice Sorarrain, encarna a Wieck, que relata su historia, sus sueños, sus frustraciones y deseos en medio de fragmentos musicales que dialogan con ella. Es una historia “contada desde la óptica de Clara Wieck, una de las pianistas más influyentes del siglo XIX, interpretada en escena por la hija de una de las pianistas más influyentes del siglo XX, Martha Argerich”.

“Ella ha dicho que esta obra le ayudó a entender un poco a su madre”, cuenta Sorarrain sobre Annie, también hija del celebrado director de orquesta suizo Charles Dutoit y “descomunal” en su encarnación de Wieck según el barítono. De hecho, a la artista “hija de dos monstruos”, como ella misma ha definido, le han preguntado muy seguido, en el marco del fenómeno de “¿Quién es Clara Wieck?”, por su madre y su crianza, y ella ha tenido que responder que quizás Martha Argerich no podía buscarla a la salida del colegio, pero que aún así pudo criarla.

“La historia de Clara Wieck se contó desde un punto de vista patriarcal, como si solo fuera ‘la esposa de’”

Sebastián Sorarrain, barítono

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Esos mismos reclamos enfrentó Wieck hace dos siglos: una mujer en un mundo de hombres, fue más importante y requerida que su marido en su época, pero eran tiempos donde “lo que se esperaba de la mujer era que atendiera a la casa: no estaba contemplado salir de gira, y publicar ni hablar. Si componías, quedaba en el salón de tu casa”. Por eso, relata Sorarrain, Wieck era criticada por la prensa, que solía afirmar que a sus composiciones le faltaba “la profundidad de un hombre”, pero sobre todo “era muy cuestionada por no cuidar la salud de su marido, por no atender a sus hijos, a causa de su carrera, de las giras”.

Y desde ese punto de vista se escribió su historia para la posteridad, su mito, el que llega al presente. El de Clara Schumann: “Se conocía, más que la historia de Clara Wieck, la historia de Clara Schumann: el mito de la niña prodigio que se casó con Schumann, de la gran pianista a la que Schumann y Brahms habían dedicado su obra”. Un mito “cargado de machismo” que la tildaba de ambiciosa, madre abandónica y esposa infiel, críticas que sobre escena responde en su monólogo Wieck: “Me acusan de elegir a mi carrera antes que a mis hijos, como si una pudiera elegir”, responde.

“¿Quién es Clara Wieck?” se propone entonces “romper dos siglos de juicios de valor” desestructurando “la historia que se contó de ella desde un punto de vista patriarcal, como si solo hubiera sido ‘la esposa de’”, y poniendo el foco “en la artista y la mujer”.

No se trata de una construcción fantástica: en plena pandemia, Gambartes y Vila se zambulleron en cartas y otras fuentes documentales de Wieck y su entorno para reescribir la historia de la pianista desde su propia voz, consiguiendo, dice Sorarrain, que “podamos escuchar hablar a Clara Wieck”.

El barítono local, que viene de subir al escenario del Colón con “El Cónsul” y que viajará en agosto a Tucumán para ser parte de una puesta de “La flauta mágica”, aparece en escena en varios de los fragmentos musicales de la obra, piezas de Wieck, Schumann y Brahms “que exploran el estado de ánimo de la pianista” durante su monólogo, y entona canciones de cámara de Schumann y Wieck. “¿Es Schumann, es Brahms, es su imaginación, su recuerdo? ¿Es el amor?”, define su encarnación Sorarrain. “Todo puede ser”.