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En pocos días, Ucrania tomó la delantera en una guerra que parecía estancada. Fallas de inteligencia e incapacidad de anticiparse a los hechos, claves del fracaso de Moscú
Didier Lauras
AFP
PARÍS
Falla de los servicios de inteligencia, ceguera de la jerarquía, incapacidad de la maquinaria militar para anticipar acontecimientos previsibles: Rusia se ve claramente sorprendida por la contraofensiva ucraniana.
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En cuestión de días, las fuerzas de Kiev tomaron la delantera en una guerra que parecía haberse estancado en una línea de frente prácticamente inmóvil desde principios del verano boreal, recuperando varias ciudades y miles de kilómetros cuadrados.
“Es un fracaso colosal de la inteligencia militar”, estima Michael Kofman, del instituto estadounidense CNA.
Según Pierre Grasser, historiador de las relaciones internacionales e investigador del laboratorio Sirice en París, “Rusia no supo anticipar”. Como muchos otros, menciona la manipulación de los ucranianos, que anunciaron un contraataque en el sur antes de lanzar otro más masivo en el noreste.
“Sin embargo, las señales débiles podrían haber alertado a Moscú”, señala, sobre todo porque Ucrania “parece haber sondeado esta línea de frente a lo largo del mes de agosto” con operaciones de pequeña escala.
El efecto sorpresa es aún más inesperado porque este conflicto es objeto de una profusión sin precedentes de imágenes satelitales y de información disponible para todos.
Ningún movimiento importante de tropas o de artillería puede escapar al enemigo.
Rob Lee, del Instituto de Investigación de las Relaciones Internacionales (FPRI) de Filadelfia, indica incluso que algunas cadenas rusas alertaban en Telegram desde hacía un mes sobre una concentración ucraniana cerca de Járkov.
“Una de las mayores debilidades del ejército ruso es que es lento en responder a los cambios en el campo de batalla”, comenta el experto.
Prisionero de la cultura soviética, el ejército ruso “está muy centralizado pero también toma malas decisiones, o no toma ninguna”, prosigue.
El estrepitoso fracaso de la tentativa de Moscú de conquistar Kiev, en marzo, ya había puesto de manifiesto las debilidades insospechadas del que fue considerado uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
Ucrania provocó un efecto sorpresa con su contraofensiva, a lo que Rusia no supo anticiparse
La inteligencia rusa había sido estigmatizada, incluso por el propio Putin, como la débil capacidad de adaptación de las unidades de combate, desconectadas de su estado mayor.
El ejército ruso logró reorganizarse y avanzar en el Donbás en la primavera boreal, infligiendo graves pérdidas a su adversario.
Pero sus debilidades orgánicas reaparecieron. Las guerras se ganan menos en el combate del día que en la anticipación del día siguiente y, en este punto, el heredero del Ejército Rojo parece estar en problemas.
En junio, a falta de una movilización general, los rusos no sustituyeron a las unidades agotadas por meses de combate, recuerda Kofman. “Seguían empujando a las fuerzas ucranianas en el Donbás pese a las pocas posibilidades de éxito. Tampoco se prepararon suficientemente para defenderse”, dejando partes del frente “terriblemente expuestas” a los contraataques.
El experto militar ruso independiente Alexander Jamshijin observa que los ataques ucranianos simultáneos complican la tarea de Moscú y evoca también “los equipos técnicos, especialmente el número de armas en tierra”, en beneficio, según él, de las fuerzas de Kiev.
Pero Moscú no podía ignorar que el presidente Volodimir Zelenski acabaría por obtener el armamento moderno reclamado a sus aliados. Sus jefes militares “no se prepararon para la introducción de las armas de la OTAN”, asegura Christopher Dougherty, del CNAS en Washington. Los misiles Himars y Harm o los obuses autopropulsados Caesar cambiaron el curso de la guerra tanto más cuanto que Moscú no previó su impacto en los combates.
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