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Ezequiel Fernández Moores
“Ahora, cuando grito un gol, es distinto, lo grito también por Lucas”. Me lo dice Joaquín Zuñiga, que el miércoles 17 de noviembre pasado volvía en el auto junto con Lucas González, después de entrenarse en la Quinta división de Barracas Central, cuando efectivos de la Policía Metropolitana (condenados a prisión perpetua el miércoles pasado) dispararon y mataron a su amigo.
Fueron pocos en su momento los pronunciamientos de jugadores de Primera que alzaran su voz para repudiar públicamente el crimen de Lucas, un “10” habilidoso, con pausa, estilo Juan Román Riquelme, según lo describe Zuñiga. Y directamente parece nula este fin de semana la reacción tras el fallo judicial, acaso porque nuestro campeonato está demasiado atareando pensando en la coronación de River (escribo esta nota antes del partido en el Monumental).
“En eso no quiero meterme”, responde Zuñiga, cuando le pregunto si no esperaba más reacciones de jugadores, técnicos, clubes, del ambiente del fútbol en general, que pareció no sentir que el pibe de 17 años de Barracas era uno de los suyos. Zuñiga busca destacar algo positivo en medio del dolor. Y está claramente satisfecho con las condenas a prisión perpetua dictadas por la justicia.
La pena se agravó no solo porque los asesinos fueron fuerzas del Estado, sino ante todo porque los jueces consideraron que fue además un crimen de odio racial. “¿Qué significa odio racial para nosotros?”, me pregunta el propio Zuñiga cuando le pido que amplíe ese punto: “Odio racial”, me responde”, significa que te discriminen por tu color de piel, si usás gorrita, capucha”, me dice Zuñiga, que juega con tatuajes de Lucas, ambos vecinos de pibes de Florencio Varela. Todavía sin conocerse entre ellos, iban a la cancha a alentar a Defensa y Justicia, cada uno por la suya.
"En serio ningún club emitirá comunicados de apoyo este fin de semana al duro fallo judicial que hizo justicia con los asesinos de un futbolista? ¿Tampoco saldrán a la cancha con algún cartel? ¿O alguna camiseta que recuerde al pibe, aun cuando deba estar compartiendo espacio con las casas de apuestas que se han convertido en el nuevo gran mecenas del fútbol, con todos los riesgos que eso implica? Son riesgos que se ven especialmente en divisiones menores y en el ascenso. Hablamos de la propia corrupción del juego de las categorías más desprotegidas del fútbol, esas en las que justamente jugaba Lucas Castillo.
Zuniga inició su carrera de pibe como jugador en Defensa y está ahora a la espera de que se resuelva un problema burocrático para ser inscripto en un nuevo club. Estuvo un año en Casa Amarilla, compartió dos meses en Racing junto con Lucas (ahí se conocieron) y el desafío era poder jugar juntos ambos en Barracas. De esa prueba volvía Zuniga, bajo la insistencia de Lucas, cuando fueron atacados por la policía. Lucas le insistió de volver a probarse el segundo día, porque Zuniga casi que había renunciado, convencido de que no había rendido bien en la primera jornada. Mejoró en la segunda. “Quedé boludo, quedé”, le dijo a Lucas, feliz. “Al fin vamos a jugar juntos”.
No será posible. A Lucas lo asesinaron policías por “odio racial”. Y el fútbol que sigue como si nada. Demasiado ocupado en su fiesta final. Sin advertir que Lucas era uno de los suyos.
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